El
noveno y último día del zinemaldi, libre de pases de prensa oficiales, parece
destinado a ser una suerte de jornada de reflexión hasta el momento
(aproximadamente entre las 21:30-22:00 de la noche) en el que la/el president@
del jurado (en esta ocasión la actriz Paprika Steen), nos desvele su fallo.
Pero en lugar de limitarse a tuitear tops 5 o tops 10, o de hacer porras
compulsivamente en los bares y cafeterías, el/la acreditad@ medi@, no
satisfech@ con la media de 40-50 películas vistas en 8 maratonianos días (hagan
cuentas, ladies & gentlemen), aprovecha hasta el último minuto de festival
para poder echarse aún más fotogramas a sus sobreestimuladas retinas. E,
invitación mediante, nos seguimos encontrando en las colas (tanto que parece
que los pases “normales” no se diferencian demasiado de los de prensa). ¿Qué
más da que no podamos sentir las piernas, que arrastremos una contractura en
los hombros o que los ojos acaben, cada día, cual berenjenas? Como bien me
recuerda mia mamma: sarna con gusto no pica.
Adama
Esta
producción francesa nos cuenta la historia de Adama, un niño de 12 años que
vive en una remota aldea de la África Occidental. Una noche, Samba, su hermano
mayor, desaparece y Adama, desafiando la prohibición por su edad, decide ir en
su busca. Y esta odisea (al más puro estilo de un Marco fraterno) lo llevará
más allá de los mares del norte, al frente de batalla de la Primera Guerra
Mundial (estamos en 1916).
A
priori, Adama tiene todo lo que necesita un film (de animación o no)
para tocar la fibra sensible del espectador: historia emotiva de amor fraterno,
cuento de iniciación, drama histórico, “retorno a las raíces” y apunte
reivindicativo-racial de personajes habitual e injustamente sin voz (no fueron
pocos los soldados africanos que lucharon y murieron en la primera gran
guerra), entre otros. Sin embargo, a pesar de tocar todos estos temas y de
poseer una bella factura (el film es intachable desde el punto de vista
técnico), su odisea nos resulta demasiado ajena, demasiado fría, como si en un
intento de huir de innecesarios sentimentalismos (tan habituales en este tipo
de producciones), se hubieran olvidado de insuflarle la dosis justa de emotividad
o de alma (por mucho que intentemos empatizar y sufrir con su personaje, nos
resulta imposible). Adama, mal que nos pese, es un bonito, desangelado,
bienintencionado y desaprovechado cuento. Otro más…
Quiniela
y top
Y
mientras espero pacientemente para ver mi última película, elaboro una pequeña
quiniela en mi cabeza (que conste en acta que que me he perdido 3 films que
podrían haber alterado mi top 5: Sunset Song, Sparrows y 21
nuits aver Pattie). Por lo tanto, mis pelis favoritas de la sección
oficial, más o menos en este orden, son High-Rise, Evolution, The boy and the beast,
Les démons y Truman, y me encantaría que entre
las 5 se repartieran el pastel. Si el jurado tiene el mismo sentido del riesgo
que el zinemaldi, debería ganar High-Rise y el premio al mejor
director tendría que ser para su director, Ben Wheatley. El premio especial del
jurado podría caer en Evolution o The boy and the beast.
Las actrices de Freeheld (Ellen Page y Julianne Moore) podrían rascar algo en
el apartado mejor actriz (aunque lo dudo, dado que son estrellas y los jurados
de Donosti tienen complejo de ONG); y el mejor actor, por otra parte, podría ir
a (suspiro) Tom Hiddleston (aunque lo dudo, por los motivos anteriores), o bien
recaería ex aequo en el duo Darín-Cámara en Truman (no tiene sentido
que premien a uno sin el otro). El mejor guión me tiene desquiciada. ¡No sé a
cuál escoger! Pero… ¡shush, silencio sepulcral! Se apagan las luces y comienza
mi última película…
La
novia
“¡Ay
que sinrazón! No quiero
contigo
cama ni cena,
y
no hay minuto del día
que
estar contigo no quiera,
porque
me arrastras y voy,
y
me dices que me vuelva
y
te sigo por el aire
como
una brizna de hierba”.
Tal
vez el film de Paula Ortiz sea, más que cualquier otra película presente en
esta edición, el test de Rorschach definitivo para conocer la sensibilidad
fílmica, estética y lírica (y el nivel de complicidad) del espectador. Si no se
habita en el mundo de la sinestesia y/o no se posee una viva imaginación
sensorial, la radical propuesta de La novia puede quedarse en una mera
sucesión de bonitas postales o de una preciosista y artificial lucha entre el
fondo y la forma, donde casi siempre acaba ganando la segunda. En mi caso, por
ejemplo (no sé hasta qué punto debido a la altas expectativas o a la saturación
fílmica), viví instantes de una belleza abrumadora, junto a otros que me
chocaron/chirriaron, sacándome momentáneamente de la película (como, por
ejemplo, la versión de un mítico tema de Leonard Cohen en cierta escena clave
de lucha).
Sin
embargo, a pesar de su potencialmente chocante juego visual, el auténtico
protagonista de la obra, ese cuchillito que se clava, sigue siendo el verso
lorquiano. Ortiz es fiel a su idiosincrasia y materializa brillantemente todos
los símbolos del escritor granadino: la luna (mensajera femenina de la muerte),
la sangre (prolongación de la estirpe, oposición entre la vida y la muerte,
casta, sexualidad), el bosque (la pasión
más primaria), el caballo (instinto, muerte y potencia masculina), y el color
amarillo (la amargura de la tierra seca, que envejece el cuerpo y el alma).
El
film, por otra parte (y esto no admite discusiones), resulta sobresaliente
tanto en su fotografía, dirección artística, vestuario e interpretación. Una
deslumbrante y entregadísima Inma Cuesta, brillante en todos los registros de
su personaje (atención a su sensual versión de La Tarara), se clava en tu inconsciente como la novia definitiva,
aunque Luisa Gavasa, la suegra terribilis, tampoco le va a la zaga comiéndose
la pantalla en cada una de sus apariciones (si el zinemaldi resulta, como viene
siendo habitual, la antesala de los Goya, los premios de mejor actriz y mejor
actriz de reparto deberían ser suyos).
Y
es que La novia, bien extasíe o desespere, es, no sólo un must de la temporada,
sino uno de esos films cuya simple existencia hay que celebrar (y ha sido
dirigida, cosa aún más tristemente insólita, por una mujer, por lo tanto la
celebración es doble). Y es que son las joyitas originales, rompedoras y
frescas como esta las que nutren y dotan de alas al cine. ¿Le habría gustado a
Lorca? Definitiva y rotundamente, sí.
“Que
yo no tengo la culpa,
que
la culpa es de la tierra
y
de ese olor que te sale
de
los pechos y las trenzas”.
Conclusiones
Con
el pastel descubierto y el triunfo desapasionado de Sparrows (ya es mala baba
que haya ganado uno de los pocos films que no he visto), sólo queda, una
desafortunada edición más, digerir la decepción y rumiar las conclusiones.
A
tenor de la nota media de las películas presentes en la sección oficial, esta
ha sido la edición 6.0. Más bien descafeinada, libre de grandes bodrios, pero
también de ese peliculón que despierte un entusiasmo colectivo e incontestable,
el sentimiento agridulce se ve incrementado este año por la incomprensible
programación (las pelis más arriesgadas, rompedoras e interesantes se
presentaron los primeros días, alejando, más si cabe, el poso agrio del dulce).
Sin
embargo, no sólo de la sección oficial vive el/la cinéfil@. Las perlas son la
apuesta segura que solo ocasionalmente falla, y tanto Nuev@s Director@s como
Zabaltegi han tenido buen nivel. Sin embargo, la sección estrella, en esta
ocasión, ha sido Horizontes Latinos, donde todas las películas presentes
(premiadas y/o muy bien valoradas por la crítica en otros festivales) han
traído de cabeza al acreditad@ medi@ por aquello de no estar incluidas en su
programación oficial (¡snif!).
Siempre
me ha resultado difícil elaborar tops, así que, mis recomendaciones, sin orden
de preferencia, solo puedo agruparlas en:
*Películas
que me han removido, impactado profundamente, traumatizado, dejado en estado de
shock y/o han sido todo un “food for thought”:
High-Rise
(Ben Wheatley, S.O), Evolution (Lucile Hadzihalilovic,
S.O.) y Son of Saul (László Nemes, Perlas).
*Películas que me han
reconciliado con la vida:
Umimachi
diary (Hirokazu
Kore-eda, Perlas).
*Películas que consiguen
que me reenamore del cine:
Mountains
may depart (Jia
Zhang Ke, Perlas), Anomalisa (Charlie
Kaufman y Duke Johnson, Perlas) y La novia (Paula Ortíz, Zabaltegi).
*Películas “abrazo
cómplice”:
Trois
souvenirs de ma jeunesse (Arnaud Desplechin,
Perlas), Bakemono no ko / The Boy and the
Beast (Mamoru Hosoda, S.O) y Les démons (Philippe Lesage, S.O.)
*Películas “mantita”:
Truman (Cesc Gay, S.O) y Mia
madre (Nanni Moretti, Perlas).
*Películas “subidón
adrenalínico”:
El
Clan (Pablo
Trapero, Perlas) y Sicario (Denis Villeneuve, Perlas).
Sin
embargo, y aunque resulte algo paradójico por aquello de la mucha rabia que da,
uno de los regalos del festi, es la larga lista de títulos pendientes que han
entusiasmado y que tú, por un motivo u otro, no pudiste ver. Mi lista, este
año, es:
Perlas:
Me
and Earl and the Dying girl y Taxi Teheran.
Zabaltegi:
Psiconautas y Un día vi 10.000 elefantes.
Nuevos
directores: Le Nouveau.
Horizontes
Latinos: El Club, El abrazo de la serpiente, El botón de nácar, Desde Allá,
Chronic, Paulina e Ixcanul.
Zinemira:
Un
otoño sin Berlín, Distric Zero y Walls.
Jose
Luis Rebordinos, el director del zinemaldi, asegura que “el festival de San
Sebastián es un milagro” y yo me lo creo. Y con tres firmes propósitos para la
siguiente edición: llevar siempre colirio en el bolso, ver 4/5 películas por
día y dormir más de 4 horas por noche, corto y cierro la crónica de la 63
edición del Zinemaldia. Gracias por haberme acompañado en la intermitente (y
algo retrasada) travesía.
*
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