08 October 2015

Zinemaldia 63, day 9: De Marcos sin Amedio, pasiones lorquianas, quiniela y conclusiones.



El noveno y último día del zinemaldi, libre de pases de prensa oficiales, parece destinado a ser una suerte de jornada de reflexión hasta el momento (aproximadamente entre las 21:30-22:00 de la noche) en el que la/el president@ del jurado (en esta ocasión la actriz Paprika Steen), nos desvele su fallo. Pero en lugar de limitarse a tuitear tops 5 o tops 10, o de hacer porras compulsivamente en los bares y cafeterías, el/la acreditad@ medi@, no satisfech@ con la media de 40-50 películas vistas en 8 maratonianos días (hagan cuentas, ladies & gentlemen), aprovecha hasta el último minuto de festival para poder echarse aún más fotogramas a sus sobreestimuladas retinas. E, invitación mediante, nos seguimos encontrando en las colas (tanto que parece que los pases “normales” no se diferencian demasiado de los de prensa). ¿Qué más da que no podamos sentir las piernas, que arrastremos una contractura en los hombros o que los ojos acaben, cada día, cual berenjenas? Como bien me recuerda mia mamma: sarna con gusto no pica.




Adama

Esta producción francesa nos cuenta la historia de Adama, un niño de 12 años que vive en una remota aldea de la África Occidental. Una noche, Samba, su hermano mayor, desaparece y Adama, desafiando la prohibición por su edad, decide ir en su busca. Y esta odisea (al más puro estilo de un Marco fraterno) lo llevará más allá de los mares del norte, al frente de batalla de la Primera Guerra Mundial (estamos en 1916).

A priori, Adama tiene todo lo que necesita un film (de animación o no) para tocar la fibra sensible del espectador: historia emotiva de amor fraterno, cuento de iniciación, drama histórico, “retorno a las raíces” y apunte reivindicativo-racial de personajes habitual e injustamente sin voz (no fueron pocos los soldados africanos que lucharon y murieron en la primera gran guerra), entre otros. Sin embargo, a pesar de tocar todos estos temas y de poseer una bella factura (el film es intachable desde el punto de vista técnico), su odisea nos resulta demasiado ajena, demasiado fría, como si en un intento de huir de innecesarios sentimentalismos (tan habituales en este tipo de producciones), se hubieran olvidado de insuflarle la dosis justa de emotividad o de alma (por mucho que intentemos empatizar y sufrir con su personaje, nos resulta imposible). Adama, mal que nos pese, es un bonito, desangelado, bienintencionado y desaprovechado cuento. Otro más…




Quiniela y top

Y mientras espero pacientemente para ver mi última película, elaboro una pequeña quiniela en mi cabeza (que conste en acta que que me he perdido 3 films que podrían haber alterado mi top 5: Sunset Song, Sparrows y 21 nuits aver Pattie). Por lo tanto, mis pelis favoritas de la sección oficial, más o menos en este orden, son High-Rise, Evolution, The boy and the beast, Les démons y Truman, y me encantaría que entre las 5 se repartieran el pastel. Si el jurado tiene el mismo sentido del riesgo que el zinemaldi, debería ganar High-Rise y el premio al mejor director tendría que ser para su director, Ben Wheatley. El premio especial del jurado podría caer en Evolution o The boy and the beast. Las actrices de Freeheld (Ellen Page y Julianne Moore) podrían rascar algo en el apartado mejor actriz (aunque lo dudo, dado que son estrellas y los jurados de Donosti tienen complejo de ONG); y el mejor actor, por otra parte, podría ir a (suspiro) Tom Hiddleston (aunque lo dudo, por los motivos anteriores), o bien recaería ex aequo en el duo Darín-Cámara en Truman (no tiene sentido que premien a uno sin el otro). El mejor guión me tiene desquiciada. ¡No sé a cuál escoger! Pero… ¡shush, silencio sepulcral! Se apagan las luces y comienza mi última película…




La novia

“¡Ay que sinrazón! No quiero
contigo cama ni cena,
y no hay minuto del día
que estar contigo no quiera,
porque me arrastras y voy,
y me dices que me vuelva
y te sigo por el aire
como una brizna de hierba”.

Tal vez el film de Paula Ortiz sea, más que cualquier otra película presente en esta edición, el test de Rorschach definitivo para conocer la sensibilidad fílmica, estética y lírica (y el nivel de complicidad) del espectador. Si no se habita en el mundo de la sinestesia y/o no se posee una viva imaginación sensorial, la radical propuesta de La novia puede quedarse en una mera sucesión de bonitas postales o de una preciosista y artificial lucha entre el fondo y la forma, donde casi siempre acaba ganando la segunda. En mi caso, por ejemplo (no sé hasta qué punto debido a la altas expectativas o a la saturación fílmica), viví instantes de una belleza abrumadora, junto a otros que me chocaron/chirriaron, sacándome momentáneamente de la película (como, por ejemplo, la versión de un mítico tema de Leonard Cohen en cierta escena clave de lucha).

Sin embargo, a pesar de su potencialmente chocante juego visual, el auténtico protagonista de la obra, ese cuchillito que se clava, sigue siendo el verso lorquiano. Ortiz es fiel a su idiosincrasia y materializa brillantemente todos los símbolos del escritor granadino: la luna (mensajera femenina de la muerte), la sangre (prolongación de la estirpe, oposición entre la vida y la muerte, casta, sexualidad),  el bosque (la pasión más primaria), el caballo (instinto, muerte y potencia masculina), y el color amarillo (la amargura de la tierra seca, que envejece el cuerpo y el alma).

El film, por otra parte (y esto no admite discusiones), resulta sobresaliente tanto en su fotografía, dirección artística, vestuario e interpretación. Una deslumbrante y entregadísima Inma Cuesta, brillante en todos los registros de su personaje (atención a su sensual versión de La Tarara), se clava en tu inconsciente como la novia definitiva, aunque Luisa Gavasa, la suegra terribilis, tampoco le va a la zaga comiéndose la pantalla en cada una de sus apariciones (si el zinemaldi resulta, como viene siendo habitual, la antesala de los Goya, los premios de mejor actriz y mejor actriz de reparto deberían ser suyos).

Y es que La novia, bien extasíe o desespere, es, no sólo un must de la temporada, sino uno de esos films cuya simple existencia hay que celebrar (y ha sido dirigida, cosa aún más tristemente insólita, por una mujer, por lo tanto la celebración es doble). Y es que son las joyitas originales, rompedoras y frescas como esta las que nutren y dotan de alas al cine. ¿Le habría gustado a Lorca? Definitiva y rotundamente, sí.

“Que yo no tengo la culpa,
que la culpa es de la tierra
y de ese olor que te sale
de los pechos y las trenzas”.




Conclusiones

Con el pastel descubierto y el triunfo desapasionado de Sparrows (ya es mala baba que haya ganado uno de los pocos films que no he visto), sólo queda, una desafortunada edición más, digerir la decepción y rumiar las conclusiones.

A tenor de la nota media de las películas presentes en la sección oficial, esta ha sido la edición 6.0. Más bien descafeinada, libre de grandes bodrios, pero también de ese peliculón que despierte un entusiasmo colectivo e incontestable, el sentimiento agridulce se ve incrementado este año por la incomprensible programación (las pelis más arriesgadas, rompedoras e interesantes se presentaron los primeros días, alejando, más si cabe, el poso agrio del dulce).

Sin embargo, no sólo de la sección oficial vive el/la cinéfil@. Las perlas son la apuesta segura que solo ocasionalmente falla, y tanto Nuev@s Director@s como Zabaltegi han tenido buen nivel. Sin embargo, la sección estrella, en esta ocasión, ha sido Horizontes Latinos, donde todas las películas presentes (premiadas y/o muy bien valoradas por la crítica en otros festivales) han traído de cabeza al acreditad@ medi@ por aquello de no estar incluidas en su programación oficial (¡snif!).

Siempre me ha resultado difícil elaborar tops, así que, mis recomendaciones, sin orden de preferencia, solo puedo agruparlas en:

*Películas que me han removido, impactado profundamente, traumatizado, dejado en estado de shock y/o han sido todo un “food for thought”:

High-Rise (Ben Wheatley, S.O), Evolution (Lucile Hadzihalilovic, S.O.) y Son of Saul (László Nemes, Perlas).

*Películas que me han reconciliado con la vida:

Umimachi diary (Hirokazu Kore-eda, Perlas).

*Películas que consiguen que me reenamore del cine:

Mountains may depart (Jia Zhang Ke, Perlas),  Anomalisa (Charlie Kaufman y Duke Johnson, Perlas) y La novia (Paula Ortíz, Zabaltegi).

*Películas “abrazo cómplice”:

Trois souvenirs de ma jeunesse (Arnaud Desplechin, Perlas),  Bakemono no ko / The Boy and the Beast (Mamoru Hosoda, S.O) y Les démons (Philippe Lesage, S.O.)

*Películas “mantita”:

Truman (Cesc Gay, S.O) y Mia madre (Nanni Moretti, Perlas).

*Películas “subidón adrenalínico”:

El Clan (Pablo Trapero, Perlas) y Sicario (Denis Villeneuve, Perlas).





Sin embargo, y aunque resulte algo paradójico por aquello de la mucha rabia que da, uno de los regalos del festi, es la larga lista de títulos pendientes que han entusiasmado y que tú, por un motivo u otro, no pudiste ver. Mi lista, este año, es:

Perlas: Me and Earl and the Dying girl y Taxi Teheran.

Zabaltegi: Psiconautas  y Un día vi 10.000 elefantes.

Nuevos directores: Le Nouveau.

Horizontes Latinos: El Club, El abrazo de la serpiente, El botón de nácar, Desde Allá, Chronic, Paulina e Ixcanul.

Zinemira: Un otoño sin Berlín, Distric Zero y Walls.


Jose Luis Rebordinos, el director del zinemaldi, asegura que “el festival de San Sebastián es un milagro” y yo me lo creo. Y con tres firmes propósitos para la siguiente edición: llevar siempre colirio en el bolso, ver 4/5 películas por día y dormir más de 4 horas por noche, corto y cierro la crónica de la 63 edición del Zinemaldia. Gracias por haberme acompañado en la intermitente (y algo retrasada) travesía.


*

No comments:

Post a Comment

Related Posts with Thumbnails