Bakemono no Ko/
The boy and the beast/ El niño y la bestia
¡La
animación llega a la sección oficial! Y lo hace de la mano de Mamoru Hosoda, el
interesantísimo director de La chica que saltaba a través del tiempo,
Summer
Wars o Wolf Children. Escribía alguien en un tweet que “la busqueda de
la película del festival no nos deja ver el bosque” y películas como The boy
and the beast son el ejemplo perfecto. Vista fuera del zinemaldia,
posiblemente, sería apreciada por todo lo que es, en lugar por la animación
brillante, novedosa y “festival-standard” que “debería” ser. Y sí, sus hermanas
mayores poseen más garra y originalidad, Hosoda no nos cuenta nada que no
hayamos visto antes (resuenan desde Karate kid a Star Wars, pasando,
incluso, por La bella y la bestia). Tampoco está exenta de cierta descarada
moralina de libro autoayuda adolescente, e incluso se la puede acusar de
alargarse en exceso o de carecer de personajes femeninos que escapen del
cliché, pero ojalá todas las historias, bien de animación o no (¿alguien hace
la distinción a estas alturas?) resultasen tan entretenidas, hermosas y bien
narradas. Ojalá todos los personajes que nos mostrasen fueran tan queribles.
Ojalá todas poseyeran alma.
Y
mientras una buena parte de la prensa disfrutaba (o no) de Irrational man lo
último del incombustible (y desganado) Woody Allen, yo me encontraba, contra
viento, lluvia y marea, en la rueda de prensa de High-Rise, a pocos metros
del director Ben Wheatley, Tom “Loki” Hiddleston, Sienna “It girl” Miller y
Luke “Hunky” Evans. El mayor protagonismo recayó, lógicamente, en los dos
primeros, que hablaron (muy bien) del reto que suponía adaptar una obra de un
autor tan polémico cuyo guión primigenio lleva décadas dando tumbos. Para
Wheatley, lo brillante de la novela, escrita en plenos años 70, es la forma en
la que ha sido capaz de predecir el futuro (“¡Que
Dios nos ayude si esto es lo que va a suceder!”, confiesa). Por otra parte,
resulta imposible reprimir tu lado fan ante un hombre como Hiddleston. No solo
tiene una gran presencia, sino que transmite una serenidad zen y una
inteligencia desarmantes. Se ganó a todos los presentes, no sólo al demostrar
sus conocimientos sobre la obra de J.G. Ballard, sino al manifestar su cariño
hacia una ciudad y un festival que siempre lo han tratado bien (es su segunda
visita). La comedida y fibrosa Miller apenas confesó alguna anécdota de rodaje,
además de lo fácil que resulta aceptar el papel en un proyecto tan arriesgado
siendo fan tanto de Wheatley como del autor de la novela. Nos quedamos con
ganas de escucharla y de conocerla más, al igual que al guapérrimo Evans,
estupendo en un personaje “gastoniano” que, según sus propias palabras, nunca
le ofrecen y que se encuentra muy lejos de su verdadera personalidad. El actor
parecía sentirse incómodo y ausente ante tanta pregunta, aunque, en referencia
a su amplia participación en musicales, se permitió algún toque de humor al
confesar que “era galés y que, por lo tanto, había nacido cantando”. Esto,
unido a la confesión de Hiddleston de que había aprendido a bailar en pubs en
los noventa, conformaron la doble anécdota musical de la rueda de prensa. Ojalá
se hubiera alargado un par de horas más…
El
apóstata
¿Os
imagináis un Lost in translation patrio con un guión difuminado, protagonizado por un personaje hostiable y
sin carisma, y, lo que es aún más grave, sin una historia interesante detrás?
Pues eso, ni más ni menos, es El apóstata. El MacGuffin de la apostasía, en
plenos años dosmiles, aunque algo desfasado (habría tenido mucho más sentido en
la primera mitad del siglo XX, cuando la religión tenía un notable peso y
presencia en la idiosincrasia patria y la vida diaria), podría haberse
aprovechado, sin embargo, para hacer una crítica hacia la iglesia y su
burocracia a lo David contra Goliat, pero, en lugar de eso, nos presentan a un
apático Peter Pan enzarzado en un sinfín de situaciones gratuitas, casposas,
forzadas y absurdas sin la menor gracia o interés. Y un@ capta la intención de
Federico Veiroj, su director; querría empatizar con su caballero andante
urbanita de medio pelo, con su desgana y su desorientación vital, pero lo único
que el film le transmite es un tufillo político y pseudofilosófico facilón y
empapado en alcanfor.
*
El
cansancio plomizo, sumado a la hostilidad de este día horribilis, me impiden
quedarme a la última proyección de la tarde: El rey de La Habana. Y es
que ser humano y dormir poco y mal es lo que tiene…
La anécdota festivalera:
Ante
la pregunta de qué colocarían en lo alto de un edificio, los actores de
High-Rise parecían coincidir en un restaurante. “¿Qué tipo de comida? Piensa
que estamos en San Sebastián” inquirió Miller. Hiddleston, buen conocedor del
lugar en el que se encontraba, contraatacó: “tapas”. Pero Sienna, en su primera
e incauta visita, se pasó con la mantequilla: “¡El Bullit!”. ¿Cómorl?
*
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