06 October 2015

Zinemaldia 63, day 8: De terrores prepubescentes, mafiosos chanantes, homenajes maternos y musicales fallidos




Les démons

De alguna manera, los demonios internos y externos propuestos por el canadiense Philippe Lesage funcionan como el reverso de la edulcorada, simplificada e idealizada infancia que hace muy poco nos mostraba la pixeriana Del revés. La ingrata etapa prepúber, esa en la que coletean la inseguridad, el miedo y la desorientación de tu yo niño mezclados con la inquietante consciencia (y responsabilidad) de los peligros reales del mundo adulto, aparece magníficamente retratada en el film. Félix, su protagonista, un chaval de 10 años sensible, neurótico e imaginativo, percibe el mundo como una abrumadora amenaza constante (el potencial divorcio de sus padres, contraer una peligrosa enfermedad o ser víctima de algún psicópata pederasta, son algunos de sus miedos). Ya ha descubierto esa escalofriante certeza-mazazo universal: por muy sólidos, protectores y estables que parezcan los cimientos y muros de tu guarida, nunca estás realmente a salvo. Y en tratar de asimilar esa lección sin ser devorado por sus miedos, en asumir su responsabilidad y entender el mundo que le rodea, transcurre buena parte del (familiar) viaje que nos propone este denso y pausado thriller psicológico que es Les démons.

Sin embargo, los terrores no transitan, únicamente, por la imaginación de Félix. Sin ser plenamente consciente de ello y en un giro argumental, comprobamos que está continuamente expuesto a un peligro muy real. Y es que esa es otra de las hirientes piruetas-ironías de la vida: el azar como inoportuno y cruel arquitecto de destinos. Tal vez a estos demonios le falten un final más definido y unos cierres menos difuminados en todas sus líneas argumentales. Pero, lamentablemente, la vida también es así: un eterno y obstinado juego de malabarismo en el que, para bien o para mal, todas las pelotas permanecen en el aire.




Black Mass

Al igual que con la argentina El Clan, pesa sobre Black Mass (Perlas) la inevitable y odiosa comparación con las grandes obras gansteriles made by Scorsese, De Palma o Coppola (además de estar igualmente basada en hechos reales). Pero, ¿tiene el film de Scott Copper algo nuevo que ofrecer? La respuesta radicaría en el nudo de su trama: la ayuda que al mafioso James “Withey” Bulger (un recuperado Johnny Depp a pesar de su caracterización algo chanante) le brindó el FBI para erigirse como rey de las calles bostonianas a cambio de su colaboración con chivatazos clave sobre otras bandas rivales. Este novedoso aspecto, sin embargo, resulta tristemente desaprovechado en un film demasiado disperso y que no quiere renunciar a ninguna de las tramas clásicas del género (coralidad, familia, honor, corrupción, traición, extensión temporal, etc), pero que no resulta lo bastante minucioso, profundo y satisfactorio en ninguna. Sus personajes están tan poco definidos que acaban resultando meros refritos olvidables de otros tantos vistos en películas del mismo género. Lamentablemente, por mucho que nos esforcemos, Black Mass se queda, simplemente, en una película mafiosil correcta.




Mia madre

Una sabia y veterana actriz estadounidense asegura que no importa cuándo o en qué circunstancias se pierda a un/a padre/madre, porque siempre es demasiado pronto. Y demasiado pronto y demasiado desestabilizador, este inmisericorde e inevitable proceso de duelo es explorado por Nanni Moretti a través de un alter ego (la fantástica actriz italiana Margherita Buy), con una contención lejos del desgarro y dramatismo de La stanza del figlio. En este caso, el director italiano ha escogido un difícil tono tragicómico, que puede resultar perfecto para algun@s y demasiado “no man’s land” para otr@s. Y es que en lugar de la brutal “inundación emocional” que supuso el duelo de un hijo en el film del 2001, Moretti nos propone olas que nos van envolviendo en su ritmo intermitente, mientras la comedia, representada por un John Turturro inmenso (atención a su hilarante italiano macarrónico) hacen de sana “tabla de salvación”. Y si, resulta convencional (no hay nada en el film que no hayamos visto antes), pero Moretti consigue que su film fluya a través de un tono agridulce perfecto (que se da por hecho y que se infravalora en demasiados casos), y que resulta desarmantemente divertido en unas ocasiones y abrumadoramente triste en otras; además sabe transmitir con convicción esa dolorosa regresión a la infancia (o desestabilizador torrente emocional) que supone perder alla tua mamma, y todo sin necesidad de salir destrozado de la sala. Perla recomendabile, bella e sensibile.




London Road

Aceptamos (y celebramos) que nos propongan un musical alternativo (recitado, n lugar de cantado) basado en una obra de teatro homónima que el propio director, Rufus Norris, dirigió y que tiene como trama principal el asesinato de cinco prostitutas en la England profunda una década ha. Aceptamos que nos lo vendan como Los paraguas de Cherburgo del siglo XXI; e incluso aceptamos que nos adviertan que los testimonios de testigos y ciudadanos componen la totalidad del libreto. Lo que no podemos aceptar es una sucesión de “canciones” sin inspiración y sin garra alargadas, para dolor de nuestros oídos, hasta la extenuación; unas reiterativas letras que sólo los desprogramadores de sectas podrán borrar de nuestra memoria; un conjunto de personajes sosos e indefinidos que no nos transmiten absolutamente nada, y salvo un momento muy puntual, una total y absoluta falta de gracia. Y ni Tom Hardy haciendo de taxista (mira que le gusta conducir últimamente a este hombre), ni una esforzada Olivia Colman consiguen dotar, aunque se brevemente, de cierto interés o brillo a la soserrima trama. Finaliza con un necesario y amargo apunte de denuncia, es lo único positivo que podemos rescatar de los interminables 91 minutos de un fallido London Road que cierra, aunque fuera de concurso, la sección oficial (¡y el zinemaldia!).

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La anécdota festivalera:

Emily Watson, nuestra flamante premio Donosti de este año, ha confesado en la rueda de prensa, entre otras perlas, que aprendió lo que era la actuación gracias a Rompiendo las olas, y que ella, en temas reivindicativos-feministas, a diferencia de otras compañeras de profesión, no se pronuncia. Pues vaya…


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