23 October 2013

Una cuestión de tiempo: Doble McGuffin




Durante el pasado Zinemaldia, me vi en la disyuntiva de tener que escoger entre Una cuestión de tiempo (About time), la última película de Richard Curtis (guionista de Cuatro bodas y un funeral y Notting Hill y director de Love actually) y Quai d’Orsay, la ácida comedia política de Bertrand Tavernier, decantándome por esta última. Ahora que por fin se me ha estrenado en cines y me he quitado la espinita, debo admitir, con un poco de tristeza, que hice una buena elección.


 
Soy de la opinión de que una comedia romántica digna, incluso aunque ligeramente almibarada, de vez en cuando no sólo no es censurable, sino que puede resultar de lo más saludable para todo tipo de paladares. Mi bajada actual de azúcar sumada a ciertas expectativas levantadas a raíz del festival, me hacían presagiar que me iba a encontrar con un film por encima de la media y, aunque, efectivamente, la película de Curtis tiene más calidad y encanto que las últimas comedias románticas que han aterrizado por estos lares, lo cierto es que acaba traicionándose y traicionando y manipulando vil y descaradamente al espectador.



Una cuestión de tiempo empieza de forma prometedora. Es tan simpática y encantadora como sus interpretes, así que abandonamos los prejuicios, las inevitables preguntas científicas y las comparaciones con Atrapado en el tiempo y nos dejamos llevar con complicidad de la mano del pelirrojo protagonista y sus excéntricos secundarios (tan marca de la casa). El problema es que una vez que la love story queda resuelta, cambia bruscamente el tono del film y se tiene la sensación de estar viendo una película radicalmente distinta. Como consecuencia, perdemos súbitamente el interés, llega el aburrimiento y nos preguntamos, indignados, hacia donde pretende llevarnos Richard Curtis (y si realmente nos interesa). 
 
 
Que ese elemento fantástico tan trillado como efectivo que son los viajes en el tiempo sea un McGuffin que sirva de mero hilo conductor a la love story, es algo que se intuye antes incluso de ver la película, pero lo que el espectador no sabe, es que, en realidad, lo que está viendo tampoco es una rom-com, sino una comedia familiar buenrollista con moralina y un trasfondo insultantemente convencional y conservador (además, el “Carpe diem” o el “párate a mirar la belleza que te rodea”, nos lo han contado antes y nos lo han contado mejor). Doble McGuffin.
 
 
 
 
Para colmo de males, en ese olvidable (y estirado) tramo final, Curtis se guarda un nada sutil as en la manga que pretende ser emotivo, pero que acaba resultando tan tramposo que cae en la pornografía sentimental más descarada (es como si te estuvieran exprimiendo los lacrimales sin consentimiento y a traición). Y así no vale. Tampoco vale que los que viajen en el tiempo y/o tengan carisma y verdadero peso sean ellos (casi todos los actores masculinos, desde el estupendo protagonista, pasando por el robaescenas nato que es Bill Nighy o el cínico Tom Hollander, tienen varias escenas para su exclusivo lucimiento). Las chicas, una vez más, sirven como meras comparsas de los personajes masculinos y se limitan a ser: encantadoras y guapísimas pero planas (McAdams), absolutamente desaprovechadas (Lindsay Duncan, soberbia en Le Week-end, invisible aquí), tías buenas/meros objetos de deseo (Margot Robbie, Vanessa Kirby) o la hermana freaky supuestamente excepcional (Lydia Wilson), a la que calificamos como tal sólo porque nos lo dice la voz en off (a años luz de la típica hermana del protagonista curtisiano; recuérdense, si no, las más memorables sisters de Notting Hill  o Cuatro bodas y un funeral).
 
 
Aunque sería injusto calificar de mala película a una Cuestión de tiempo o no admitir que tiene momentos y situaciones de lo más disfrutables, el "precio" que nos hace pagar Curtis a cambio de su disfrute, en mi opinión, resulta desorbitado (además de aburrido y anticuado). Si adoras Notting Hill (o la consideras, al menos, un placer culpable) y/o eres de la opinión de que Love Actually (con la que confieso tener una love/hate relationship; hay historias que me gustan y otras que detesto) es una de las mejores comedias románticas de los últimos años, posiblemente, no sólo no estés de acuerdo con esta crítica, sino que sentirás el irrefrenable impulso de cortarme la cabeza al más puro estilo de la reina de corazones. ¿Qué puedo decir? No me lo tengas en cuenta. Al fin y al cabo, sólo es una cuestión de opiniones ;)




 
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09 October 2013

61 edición del Zinemaldia: Perlas y super perlas




Las comparaciones son y siempre serán odiosas. En mi caso, por muy buena que resulte la cosecha festivalera del año, y a pesar de que siempre haya, al menos, una o dos perlas que deslumbren y destaquen muy por encima de la media, hay una edición y una película que permanece imbatible en lo alto de mi top: The Artist. Desde que la descubrí, he tratado de que una película me llene e ilusione tanto como en su momento lo consiguió el delicioso film de Michel Hazanavicius. Este año, desgraciadamente, tampoco ha sido una excepción.
Dicho lo cual, he aquí the best of esta 61 edición, ordenado sin orden ni concierto, salvo las dos últimas (y únicas) super perlas.

 

Perlas y super perlas




Pozitia copilului (Child's Pose/La postura del hijo) (Perlas)

Hay una escena poderosísima y escalofriante en el último oso de oro del festival de Berlín que define y resume a su personaje principal. Una adinerada y culta mujer de mediana edad conversa sobre su hijo con su asistenta y le pregunta a esta si el joven ha leído un libro que le regaló. Tras contestarle negativamente, la asistenta se dispone a dar su opinión sobre un libro que ha leído recientemente y que le ha gustado mucho. Su jefa la corta en seco: los gustos literarios de una “simple” señora de la limpieza no existen para ella. Su opinión no le interesa.
Pozitia copiluli es una crítica contundente hacia los nuevos ricos rumanos cuyo privilegiado estatus les hace creer que se encuentran por encima de todo y de todos. Con un guión preciso y potente y un clima tenso, áspero y angustioso, una mater terribilis (excelente Luminita Gheorghiu) demostrará hasta qué punto está dispuesta a llegar para salvar de la cárcel a un hijo con el que mantiene una edípica relación de dominancia. Muy recomendable.
 
 
 
 
Prisoners (Prisioneros) (Proyección especial)

Lo que consigue este intenso y sólido thriller de Denis Villeneuve está al alcance de muy pocos. Y es que, como espectador, enfrentarse a una película de dos horas y media de duración a las 9:30 de la mañana, con el cansancio acumulado del octavo día de festival y, a pesar de todo, no sólo no aburrirse en ningún momento, sino mantener clavadas las uñas en la butaca durante todo el metraje, dice mucho de la calidad de Prisoners. Y si está dirigida con maestría, estupendamente interpretada (¡que repartazo, mamma mia!) y el guión está bien hilvanado y contiene alguna de las escenas más angustiosas que has visto en mucho tiempo (¡esa carrera en coche a contrareloj con el ojo ensangrentado, ay!), ¿qué es lo que le impide un puesto de honor en el top? Pues que en mi galería particular de películas memorables este “yo por  mi hija mato” resulta entretenida, contundente y muy bien realizada, pero ni me deja ningún poso ni me llega al corazón. ¿Será por el hecho de haber adivinado el final?

 


La herida (Sección oficial)

Ana no lo sabe, pero padece un trastorno límite de la personalidad (o borderline). Una patología psiquiátrica grave que ya conocimos en Los 400 golpes, Inocencia interrumpida, Un tranvía llamado deseo o Cisne negro. La diferencia es que, en esta ocasión, la cámara la sigue tan cotidianamente cerca, tan a ras de piel, que no podemos escapar del infierno de su protagonista, aunque no lo entendamos y no logremos empatizar con su universo caótico y sus incomprensibles cambios de humor.
La herida es una película en la que pasa mucho y nada, en la que lo que se cuenta es tan importante como lo que se silencia. El mundo emocional de Ana y su aburrido/triste/anodino/angustioso día a día son los protagonistas absolutos. No hay grandes acontecimientos y el arco dramático de la protagonista es neutro. Sin embargo, es una película valiente, cercana, honesta, con una protagonista tan absoluta e inmensa que jamás podrás olvidarla. Hay quien la considera fría y desagradable, pero La herida es como una mano que se escapa fuera de la cama, cuando despiertas, triste, en medio de la noche, aunque sepas que, en realidad, no hay nadie para acariciártela.
 
 


Club Sandwich (Sección oficial)

Paloma y Héctor, su hijo adolescente, pasan unas cortas vacaciones en un aisladísimo resort prácticamente habitado por ellos mismos. Se dan mutuamente cremita, van a la piscina y encargan sandwiches por teléfono. Durante una media hora larga, el espectador asiste impaciente a lo que parece una presentación de personajes inusualmente larga o una comedia del tedio, pero la curiosa versión de where is my mind? de los títulos de crédito le animan a seguir buscando el tesoro escondido que aparece, de repente, encarnado en Jazmín, una muy lolitesca veraneante adolescente del mismo resort. En ese momento, los dos jóvenes son abducidos por una imparable efervescencia hormonal (que no lo llamen amor cuando quieren decir…). Paloma, que se lleva extrañamente bien con su hijo (de hecho, el suyo es el segundo complejo de Edipo de la edición), es testigo impotente, rabioso y asustado de este inevitable y muy ácido intento por cortar ese cordón umbilical invisible que siempre ha estado presente entre ambos y que desplaza su centro. Tan divertida como melancólica, Club Sandwich es un ejemplo perfecto de lo mucho que se puede contar y abarcar con una anécdota pequeñísima.

 

Gloria (Perlas)

De Chile nos llega una película que no habíamos visto antes. El retrato desarmantemente honesto de una mujer que bordea los 60 años y que nunca le habrían ofrecido a Meryl Streep. Gloria no es la  madre del/de la protagonista y su rol maternal sólo es una faceta más de su personalidad. Lleva años divorciada, sus hijos son independientes y se enfrenta a la tristeza, la soledad y los huecos que siente buscando “tapones emocionales” en los lugares y personas equivocadas. La seguimos con complicidad durante todo el metraje porque su extraordinaria protagonista femenina (Paulina García, otra de las grandes actrices de una edición festivalera llena de personajes femeninos potentes) es tan querible y creíble desde su primera escena, que no podemos resistirnos ni a su ternura, ni a su valentía, ni a su encanto, ni a su, a veces, patética, dependencia emocional. Y después de reír y emocionarnos con ella durante una hora y media larga, llega el catártico y perfecto final y nos sentimos tan exultantes y llenos de vida, que se nos han olvidado los defectos del film (que los tiene). Simplemente asumimos que jamás podremos volver a escuchar la famosa canción de Umberto Tozzi sin pensar en Gloria.

 

Dallas Buyers Club (Perlas)

1986. Ron Woodroof es un hombre drogadicto, homófobo y mujeriego al que el mismo día en el que le diagnostican SIDA descubre que sólo le quedan 30 días de vida. El medicamento recomendado por aquel entonces (el AZT) resulta ser una bomba tóxica que debilita a los pacientes hasta el borde de la muerte. Woodroof decide entonces negarse a tomar esta droga letal y, en un acto de tenacidad y valentía, planta cara a la industria farmacéutica (y a la institución médica) creando una red de distribución de medicamentos ilegales que ayudaron a muchas vidas a combatir la enfermedad.
Este 2013 está siendo el año de lucimiento interpretativo de actores y actrices que no tenían, precisamente, los favores de la crítica. ¿Habrá alguien que considere que Matthew McConaughey y Jared Leto son malos actores tras verlos brillar en Dallas Buyers Club? Sus actuaciones (y sus escalofriantes transformaciones físicas) eclipsan tanto este resultón biopic que el film ha sido acusado (injustamente, desde mi modesta opinión) de mero vehículo de lucimiento. Sin embargo, sus dos horas pasan en un suspiro y te contagian su inherente alegría. Que nadie espere una Philadelphia 2 u otro Biutiful, el humor y la particular idiosincrasia del personaje de McConaughey marcan el tono de un film que se desinfla un poco en su último tramo, pero que resulta intenso, honesto y de lo más disfrutable.

 


Kaze tachinu (The wind rises) (Perlas)

En una desafortunada coincidencia, la última película de Miyazaki y el Futbolín de Campanella fueron proyectados prácticamente a la misma hora del mismo día. Había que elegir. Teniendo en cuenta la confirmación de la retirada del director japonés y el hecho de que no había visto ninguna de sus películas en pantalla grande (y que nunca más volvería a hacerlo) mi elección estaba clara. Afortunadamente, no me arrepentí.
La historia de Jiro, un niño que sueña con volar aviones y que acaba teniendo que conformarse con diseñarlos a causa  de su miopía (y que fue pieza clave a la hora de crear las flotas japonesas que se utilizarían en la segunda guerra mundial), en su momento, no me sedujo tanto como esperaba. Sin embargo, este melancólico drama histórico al que “le faltaba emotividad y garra” ha ido creciendo en mi recuerdo hasta el punto de que no puedo quitarme de la cabeza algunas de sus más deslumbrantes, dramáticas y bellas escenas. Ya estoy deseando verla de nuevo (está vez bajo los efectos de un número de horas de sueño mínimas). Estoy convencida de que este bello testamento en forma de película podría crecer y crecer con los años hasta convertirse en super perla. 
 
 


 
Jeune et jolie (Joven y bonita) (Perlas)

Pocas películas de esta edición me han resultado más incómodas y, hasta cierto punto, hirientes, que la última y estupenda película de François Ozon. Mi deformación académica me obliga continuamente a buscar respuestas a comportamientos (explicaciones que no siempre encuentro y que no siempre se dan). Además, como mujer, me resulta difícil empatizar con la elección de su protagonista femenina, una chica bellísima sin ninguna patología, trauma o problema aparente que, en su despertar sexual, decide que lo que le realmente le excita es cobrar por acostarse con absolutos desconocidos. Hay que aplaudirle a Ozon su valentía y sutileza. Jeune et jolie no tiene moralina y no se posiciona, no critica a su protagonista, ni intenta victimizarla o lograr que nos caiga bien. Tampoco ofrece respuestas a su “sexualidad alternativa” y su final es abierto y tiene múltiples interpretaciones o lecturas, sin embargo, mientras tratamos de ahogar los inevitables porqués, descubrimos que el film es un canto a la libertad vital. Otras opciones son siempre respetables y posibles, aunque no las compartamos y, emocionalmente, no podamos comprenderlas (la película ganó el premio Otra mirada, un galardón con el que se reconoce a las películas que hablan de temas cercanos a la mujer). Puede que Jeune et jolie pudiera haber sido aún más incisiva, pero, a pesar de todo, resulta bella… y necesaria.

 

 

Pelo malo (Sección oficial)

Para ser justa con la flamante ganadora de la última concha de oro, he de admitir que ya me había ganado desde su sinopsis. Mi intuición me decía que había algo especial en Junior, un niño de 9 años cuya máxima preocupación y aspiración aparente era alisarse el “pelo malo” para parecerse a un cantante de moda. Y es que tras la intrascendente anécdota capilar se esconde una metáfora  de una lucha y un sueño imposibles por mantener la identidad (y la otredad) en un ambiente hostil, represivo e intolerante que solo acepta entre sus miembros a soldados o princesas. Pelo malo viaja brillantemente desde lo personal y concreto a lo general, de adentro a afuera, y la radiografía de una familia uniparental y disfuncional en la que una madre no puede ni sabe aceptar y querer a un hijo “diferente” se extiende a los paupérrimos, chabolistas y abotargados barrios de Caracas. A medida que avanza el metraje, mientras reprimimos el necesario abrazo a su protagonista, descubrimos que a la rebeldía ensortijada del pelo de Junior, a falta de espejos amorosos y cálidos en los que reflejarse, sólo le acaban quedando dos opciones. Ninguna es la que él necesita. Mariana Rondón, su directora, confesó que había hecho esta película para “curarse de tanta intolerancia”. Nosotros se lo agradecemos. Mucho.

 


Quai d’Orsay (Sección oficial)

El problema de la divertidísima y aguda sátira política de Bertrand Tavernier, es que si te despistas un segundo y un pensamiento personal y/o extra cinematográfico cruza tu mente, posiblemente, ya te has perdido alguno de sus corrosivos chistes. Así es la caricaturesca Quai d’Orsay. Tiene un ritmo tan frenético y resulta tan deliciosamente verborreica que acaba agotando al espectador no acostumbrado a tal despliegue de ingenio y elocuencia (o sea, a casi todo el mundo).
Su hilo conductor es el joven Arthur Vlaminck, un recién graduado en administración que ha sido contratado como jefe del departamento de "lenguaje" del ministro de exteriores para que le escriba sus discursos (y que éste, un desternillante Thierry Lhermitte, no pierda real y literalmente los papeles). Rodeado de personajes a cada cual más estrafalario, ignorante, torpe e incompetente, pronto comprobaremos que el personaje más “soso” de todo el inepto gabinete es el propio Vlaminck.

Con su jocosa, delirante, vacilona y necesaria última película, Tavernier apunta el cañón a la política de exteriores de su país y a esa cosa llamada burocracia y acierta de lleno. Merecidísimo premio del jurado al mejor guión.

 



Gravity (Perlas)

Como espectadora, cuando acudo al cine, ante todo, lo que espero es que me conmuevan, me sorprendan, y que, a ser posible, me lleven de la mano por algún atajo o camino que no haya visto ni experimentado antes. Gravity consigue todas estas cosas y recuerda por qué merece la pena seguir teniendo fe en una industria que hace tiempo que perdió el rumbo artístico y que, básicamente, sólo hace refritos en serie.
Cuarón es capaz de convertir a cualquier ateo del 3D en creyente practicante. La sensación de inmersión (y emoción) sumados a la deslumbrante belleza visual que provoca Gravity no se habían experimentado antes. Confieso que no me entusiasma el McGuffin del trauma maternal de Sandra Bullock, pero se lo perdono, es peccata minuta en comparación con todo lo bueno que ofrece esta estupenda película. En la rueda de prensa, con las retinas aún desbordadas de emoción y fascinación por el "pequeño milagro" que acabábamos de presenciar, los periodistas, en lugar de felicitar a Cuarón e hijo, le daban las gracias. Y no es para menos.

Pero tampoco sería justo no atribuir una buena parte del éxito del film a Sandra Bullock, que no sólo está soberbia (y da un zas en toda la boca a todos aquellos que la consideraban una mala actriz), sino que tiene el honor de ser la protagonista total y absoluta en un género “poco femenino” y a una edad “poco cinematográfica”. Hace 15 o 20 años, por ejemplo, habría sido impensable que una mujer de 49 años protagonizase un taquillazo de este estilo. Sí, definitivamente, algo está cambiando en Hollywood. Ya era hora.

 

 
Soshite chichi ni Naru (Like father like son) (Perlas)

Dos familias descubren seis años después del nacimiento de sus respectivos hijos, que ambos niños, nacidos el mismo día en el mismo hospital, fueron intercambiados al nacer. Por lo tanto, ambas se enfrentan al doloroso dilema moral de tener que elegir entre el hijo que quieren y con el que han creado un fuerte vínculo y aquel que realmente lleva su sangre.
Lo más interesante de la última película de Kore-eda, es que el drama y el conflicto que plantea sólo podría ocurrir en Japón, un país apegadísimo a férreas tradiciones culturales y familiares en las que el bien del individuo siempre está supeditado al deber, al bien común. En Occidente, el dilema no sería tan desgarrador y, probablemente, se resolvería de otra manera, pero esto es el país del sol naciente y las decisiones importantes que afectan a ambas familias las toma (incomprensiblemente a nuestros ojos) el padre de mayor estatus social (y el más tradicional).

En manos de otro director, Soshite chichi ni naru podría haber sido un cursi pastelito telefilmil, pero tras las cámaras está Kore-eda, un director inteligente y sensible que, sin caer en ningún momento en la ñoñería, consigue conducir hábilmente la dolorosa historia y poner al espectador, en todo momento, en la piel de sus protagonistas. Tal vez lo mejor que tiene esta maravillosísima película, es que el nudo en la garganta que provoca (acompañada de una sensación de plenitud), no te abandona. No sólo va ganando enteros a medida que la recuerdas, sino que no puedes evitar seguir reflexionando sobre ella e imaginando el futuro de ambas familias, dentro de unos años. Spielberg ya ha comprado los derechos para adaptarla. Esperemos que recapacite.

Mi película favorita de esta última edición zinemaldil. Imprescindible.
 

Pérdidas dolorosas por motivos ajenos a mi voluntad

 
 

The zero theorem (Perlas)

La vie d’Adèle (Proyección especial)

About time (Perlas)

Futbolín (Sección oficial fuera de concurso)
 
 
Perdidas no tan dolorosas

 


 Las brujas de Zugarramurdi (Sección oficial fuera de concurso)

Caníbal (Sección oficial)

 
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07 October 2013

61 edición del Zinemaldia: Semi-perlas


 

Durante el zinemaldi se ven tantas películas y a un ritmo tan frenético que, a menudo, el cansancio acumulado (y a veces, incluso, la desgana) juega en contra de cada película sin merecerlo. Como espectador, descubres que no siempre estás dedicando la atención y el respeto que merece cada obra y que, por lo tanto, cualquier opinión o juicio posterior debe ser colocado con alfileres.
Las semi-perlas son un cajón de sastre en el que incluir tanto las películas reguleras y las simplemente dignas, como aquellas que no están del todo mal (o que, incluso te han parecido buenas), pero que cuentan con la cantidad suficiente de elementos negativos como para no poder recomendarlas ni entusiasmarte con ellas.
 

Semi-perlas (ordenadas de menor a mayor tamaño)

 


L'amour est le crime parfait (Perlas)

Un profesor universitario cuarentón mantiene idilios en serie con buena parte de sus alumnas. Un día, de repente, una de sus últimas conquistas, desaparece.
Si hay una película festivalera que he visto en un incomodísimo y frustrante estado de cansancio y cuasivigilia extremo, es esta. Tras un arranque y una primera hora muy prometedoras, el film de los Larrieu acaba arrojándote a un final torpe y decepcionante que te hace plantearte el hecho de si la extraña mezcla chabroliana entre comedia y thriller es un producto fallido. A falta de una segunda visión que lo confirme/desmienta y concediéndole el beneficio de la duda, queda colocada provisionalmente en este puesto borderline entre las semi-perlas y anti-perlas.

 

 
El árbol magnético (Nuevos directores)
Hay un misterioso árbol en Chile que atrae irremediablemente todo lo que se encuentra a su alrededor, bien sean humanos, coches o antiguos sentimientos enterrados. La directora  Isabel Ayguavives trata de darle una vuelta de tuerca más y convierte a esta eminencia arbórea en una metáfora del exilio y la necesidad de tener un lugar al que volver.
A pesar de tener un planteamiento interesante, este cuento resulta demasiado pequeñito y poco desarrollado, demasiado contenido e inconcluso, como una tormenta anunciada que se intuye pero que no acaba de estallar.
 
 



Mon âme par toi guérie (Sección oficial)

Una vez más, nos encontramos con un sanador que necesita desesperadamente ser sanado. Un hombre tosco e introvertido con el don (transmitido por su madre) de curar, pero que repudia su poder hasta que las (dramáticas) circunstancias le obligan a replantearse utilizarlo.
Interesante a ratos, y tediosa y dispersa en otros, acaba agotando el interés de un espectador impaciente por que le presenten algo que no haya visto y vivido dos millones de veces antes en obras mejor construidas y algo más interesantes.
 
 


Sigo siendo (Kachkaniraqmi) (Zabaltegi)

“Kachkaniraqmi” es una expresión quechua que significa “sigo siendo, aún soy”. Todos los protagonistas de este documental peruano, desde los músicos de los recónditos andes y amazonia, hasta los ciudadanos de Lima, tienen en común una relación muy especial con la música y han encontrado una manera personalísima de mantener vivas sus tradiciones y de expresarse y contar sus historias.
Sigo siendo es una especie de larga y, a ratos, reiterativa road movie. Habría ganado algunos enteros si hubiera reducido su duración a casi la mitad, pero, al mismo tiempo, está llena de autenticidad y de personajes cuya ternura y honestidad traspasan la pantalla. Me guardaré en un cofre, para siempre, su frase final “Hay quien cree que los pájaros cantan por nostalgia o por alegría, y hay quien piensa que cantan por cantar. Pero si no te paras a escucharlos, ¿cómo vas a saberlo?”.
 
 


The railway man (Sección oficial)

Un largo viaje, como se titula en su Spanish version, es una película que, desgraciadamente, se va desinflando en la memoria a lo largo de los días. Mientras la ves te parece un drama correcto, a ratos demasiado acartonado y academicista, un poco frío, pero con buenos intérpretes y escenas potentes de gran contenido dramático. Con el tiempo sin embargo, ganan el pulso sus defectos: sus mal desarrollados (o, incluso, innecesarios) secundarios y la falta de emotividad y emoción en una película que debería derrochar ambas en cada fotograma. Este dramón tenía todas las papeletas para ser una necesaria lección de humanidad y una historia difícil de olvidar y, sin embargo, acaba resultando tristemente prescindible.

 

Vivir es fácil con los ojos cerrados (Sección oficial)

No debe ser nada fácil construir una comedia buenrollista, crear personajes entrañables, o lograr la complicidad de un espectador que probablemente abandone la proyección con una sonrisa de oreja a oreja. En mi caso, como beatleliana, confieso que la anécdota real de la que parte la última película de David Trueba no podría gustarme más: un profesor de inglés que utiliza como  método de enseñanza las letras de las canciones de los Beatles (oh my God, mi método existía antes que yo!), inicia una peregrinación a Almería para conocer a Lennon mientras éste rueda allí una película.
El problema es que creo que deberían haberse ceñido a esta genial premisa y al género de la comedia (algunos chistes funcionan y son muy divertidos) en lugar de meterse en los pantanosos terrenos de una dramedy por los que hace aguas. No convencen los endebles personajes de los dos jóvenes frente a un inmenso Javier Cámara, ni su torpe y acelerada “evolución” (con la típica e innecesaria escena de sexo a los dos segundos de conocerse included), ni los paralelismos, de trazo grueso, entre la casposa Spain franquista y la actual llena de personajes maniqueos (los buenos son buenísimos y los malos malísimos). Una pena. Había buen material de partida y, aunque no es una mala película, podría haber sido un trabajo notable.
 
 


Le Week-End (Sección oficial)

A menudo los críticos pecan de injustos al valorar una película de la sección oficial. En lugar de verla por lo que es, la arrojan sin piedad a los leones si no encaja perfectamente en la categoría de lo que ellos consideran “conchable”. A pesar de que esta dramedy británica ha gustado mucho a algunos sectores de la crítica, si, llevarse la concha de oro a la mejor película le queda demasiado grande. Pertenece a ese saludable género en alza de “abuelos que demuestran que hay mucha vida en la tercera edad”, cae en algún que otro tópico y no innova ni aporta nada que no hayamos visto antes. Sin embargo, ¿significa que no sea disfrutable o que no contenga algunos momentos que valgan la pena? Su querible y creíble pareja protagonista está magnífica y bien vale una vuelta a Paris. Y es que, ¿alguien puede resistirse a la ciudad luz cuando está baj@ de azúcar?

 


Tian zhu ding (A touch of sin) (Perlas)

Desesperanza enrabietada. Así se resume este oscuro, largo, áspero y crudísimo retrato de la violenta China actual. Sus cuatro personajes y sus cuatro provincias apenas interconectadas, sin embargo, no poseen ni el mismo ritmo ni la misma fuerza y consistencia. A touch of sin, a ratos cansa y aburre, y a ratos horroriza y fascina.
Puede ser, hasta cierto punto, una película necesaria a ojos occidentales. Es importante tener en cuenta cómo está evolucionando (y a qué terrible precio) un país que vive bajo la tiranía de un capitalismo extremo mezclado con trazos de comunismo. Lo que no le perdono, ahora y nunca, a su director, es la tortura y matanza de animales delante y detrás de las cámaras. Teniendo en cuenta que el film es una denuncia constante a la violencia, resulta aberrante y se hace un flaco favor al caer innecesaria y cruelmente en ella. Por todo esto, este film tiene el dudoso honor al haber sido galardonado con el Tordesillas Award por ser la película que más vulnera y desprecia los derechos de los animales, oséase, el más sádico, cruel y especista de la última edición festivalera.
 
 
 

The Young and prodigious T.S.Spivet (Sección oficial fuera de concurso)

A pocas películas les tenía más ganas que al último trabajo de Jean-Pierre Jeunet y, al mismo tiempo, pocas me han decepcionado tanto. Un niño prodigio que atraviesa medio país con la excusa oficial de recoger un premio (y la motivación real de superar un duelo), es el McGuffin perfecto para crear una road movie familiar bonita y amable con destellos del mejor imaginario del director de Amelie, pero sin el encanto, la magia o la contundencia de esta. Confieso que, a ratos, me resultó aburrida y sosa y que, incluso, acabé cogiéndole algo de tirria a su repipi protagonista. No sé si fueron las altas expectativas o el cansancio, pero no pude contagiarme con la sonrisa final que quedó estampada en algunas caras vecinas. Probablemente le dé una segunda oportunidad anytime soon.

 

Próximamente: perlas y super perlas
 
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06 October 2013

61 edición del Zinemaldia: Anti-perlas





Hace exactamente una semana que la última edición del festival de cine de San Sebastián echó anclas a la espera de la (esperemos menos “recortada”) 62 edición, sin embargo, ha supuesto un tiempo muy escaso como para que la (advenediza) autora de este blog haya tenido tiempo de digerir y asimilar las casi 30 películas que ha tenido el privilegio de disfrutar como acreditada por primera vez en su vida.
¿Por dónde empezar? Por las anti-perlas, para posteriormente pasar a las semi-perlas y acabar con las pequeñas y grandes joyas, of course.

 
Anti-perlas

 



The face of love (Perlas)

Cuando te encuentras con dos actorazos de la talla Annette Bening y Ed Harris derrochando química y complicidad en una historia, a priori, de lo más prometedora (una mujer viuda se encuentra con un clón de su difunto esposo 5 años después de su pérdida y se siente irremediablemente atraída por él) parece que nada puede salir mal, sin embargo, el film culebrea en su segunda mitad, y el enorme potencial de la historia queda fagocitado por una simple y facilona resolución telefilmil que deja en el espectador una indignante e imperdonable sensación de estafa.

 



Devil’s knot (Sección oficial)

Es difícil decidir qué es lo más triste del último trabajo de Atom Egoyan: si constatar que el director ha perdido definitivamente el norte o encontrar en su reparto a buenos actores como Colin Firth y Reese Witherspoon simplemente correctos y desperdiciados. Con ecos de Mistic River y vocación de telefilm, la película resulta aburrida, predecible y sin personalidad. Expone unos supuestos hechos reales con escaso atractivo o interés, para arrojarnos a un final torpe y anticlimático con los que, probablemente, sean los (super explicativos) rótulos finales más largos de la historia.

 


October, November (Sección oficial)

Esta cinta austríaca tiene el dudoso honor de haber sido, probablemente, la película de la sección oficial que más desbandadas ha provocado en el patio de butacas. A pesar de contar con el bueno de Sebastian Koch pululando por los Alpes, el film resulta aburrido, acartonado, predecible, sin ritmo, sin emoción, reiterativo e insoportablemente largo. Una escena se repite.:un pobre salmón agoniza y lucha desesperadamente por respirar sobre una piedra. Nada justifica la muerte de un animal no humano para subrayar insistentemente un proceso vital, pero, este film, menos que ninguno.

 


Enemy (Sección oficial)

Tal vez, dentro de unos años, me tire de los pelos y/o me haga cortes con cuchillas al más puro estilo trastorno borderline por no haber sido capaz de ver y apreciar la grandeza del film de Denis Villeneuve, pero, aquí y ahora, me resulta difícil ver un potencial diamante en bruto tras ese inconcluso, pretencioso y caótico manto de confusión. Se agradece un film que intente salirse de lo convencional y sorprender al espectador. También se aplaude la atmosfera inquietante, turbia y alucinógena y la inspirada elección de casting, pero no puedo darle la razón al director cuando afirma que “para entenderla o disfrutarla hay que verla más de una vez”.  Las segundas oportunidades cinematográficas, sólo se dan a quienes te han atrapado en su red (y nunca mejor dicho) tras un solo visionado.

 


 
Fruitvale Station (Perlas)

Tras ver Fruitvale Station y de confesar sentir una tirria especial por la sobrevaloradísima Bestias del sur salvaje, la ganadora anterior, me reafirmo en el hecho de que he perdido del todo la fe en el criterio del festival de Sundance. Resultaría difícil imaginar cómo ha podido llegar tan lejos una producción manipuladora, telefilmera, almibarada y maniquea (en la que la sensación de manipulación y nulo respeto hacia la inteligencia del público resultan constantes) si no fuera por los grandes nombres que se esconden en las labores de producción. Para indignarse ante una injusticia no hace falta que nos eleven a la santidad a su víctima (puede, incluso, resultar contraproducente, y de hecho, ni siquiera tiene que caernos bien). Un acto abominable siempre será abominable. Y punto.

 



For those who can tell no tales (Sección oficial)

Los temas que acaricia no podrían ser más interesantes y rescatables, pero, lamentablemente, las buenas intenciones no bastan ni para conmover ni para sostener una película. El film de Jasmila Zbanic está situado a las antípodas de la emoción, como su australiana protagonista, y nos deja la frustrante sensación de haber visto una película fallida que pedía a gritos una buena ficción en lugar de una falsa y fría estructura de documental. Aunque le pongamos ganas y complicidad, su bienintencionado recorrido no nos conmueve, ni horroriza (y esto es lo peor que se puede decir de un film de denuncia), además, profundiza levemente en la herida y sus consecuencias y no acaba de resultar del todo creíble. Una pena.

 



El rey de Canfranc (Zabaltegi)

Durante la segunda guerra mundial hubo una Casablanca y un Rick's Cafe patrios, concretamente en la estación de ferrocarril de Canfranc (Huesca), donde Albert le Lay, un espía al servicio de la Resistencia francesa que se ocultaba bajo la normal apariencia del jefe de la aduana francesa, controlaba este punto estratégico de paso de mercancías entre España y Alemania, salvando unas cuantas vidas en el intento.
Con semejante argumento, a priori, resulta bastante improbable que este documental pueda resultar aburrido, pero, desgraciadamente, lo es. Su fascinante material está narrado sin pulso, sin originalidad y sin gracia (como si tratase de un documental medio de La2), se limita a ser funcional y toda su potencial magia (que daría para una película) se pierde en el camino. Qué rabia.


Próximamente: Semi-perlas

 
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