08 October 2015

Zinemaldia 63, day 9: De Marcos sin Amedio, pasiones lorquianas, quiniela y conclusiones.



El noveno y último día del zinemaldi, libre de pases de prensa oficiales, parece destinado a ser una suerte de jornada de reflexión hasta el momento (aproximadamente entre las 21:30-22:00 de la noche) en el que la/el president@ del jurado (en esta ocasión la actriz Paprika Steen), nos desvele su fallo. Pero en lugar de limitarse a tuitear tops 5 o tops 10, o de hacer porras compulsivamente en los bares y cafeterías, el/la acreditad@ medi@, no satisfech@ con la media de 40-50 películas vistas en 8 maratonianos días (hagan cuentas, ladies & gentlemen), aprovecha hasta el último minuto de festival para poder echarse aún más fotogramas a sus sobreestimuladas retinas. E, invitación mediante, nos seguimos encontrando en las colas (tanto que parece que los pases “normales” no se diferencian demasiado de los de prensa). ¿Qué más da que no podamos sentir las piernas, que arrastremos una contractura en los hombros o que los ojos acaben, cada día, cual berenjenas? Como bien me recuerda mia mamma: sarna con gusto no pica.




Adama

Esta producción francesa nos cuenta la historia de Adama, un niño de 12 años que vive en una remota aldea de la África Occidental. Una noche, Samba, su hermano mayor, desaparece y Adama, desafiando la prohibición por su edad, decide ir en su busca. Y esta odisea (al más puro estilo de un Marco fraterno) lo llevará más allá de los mares del norte, al frente de batalla de la Primera Guerra Mundial (estamos en 1916).

A priori, Adama tiene todo lo que necesita un film (de animación o no) para tocar la fibra sensible del espectador: historia emotiva de amor fraterno, cuento de iniciación, drama histórico, “retorno a las raíces” y apunte reivindicativo-racial de personajes habitual e injustamente sin voz (no fueron pocos los soldados africanos que lucharon y murieron en la primera gran guerra), entre otros. Sin embargo, a pesar de tocar todos estos temas y de poseer una bella factura (el film es intachable desde el punto de vista técnico), su odisea nos resulta demasiado ajena, demasiado fría, como si en un intento de huir de innecesarios sentimentalismos (tan habituales en este tipo de producciones), se hubieran olvidado de insuflarle la dosis justa de emotividad o de alma (por mucho que intentemos empatizar y sufrir con su personaje, nos resulta imposible). Adama, mal que nos pese, es un bonito, desangelado, bienintencionado y desaprovechado cuento. Otro más…




Quiniela y top

Y mientras espero pacientemente para ver mi última película, elaboro una pequeña quiniela en mi cabeza (que conste en acta que que me he perdido 3 films que podrían haber alterado mi top 5: Sunset Song, Sparrows y 21 nuits aver Pattie). Por lo tanto, mis pelis favoritas de la sección oficial, más o menos en este orden, son High-Rise, Evolution, The boy and the beast, Les démons y Truman, y me encantaría que entre las 5 se repartieran el pastel. Si el jurado tiene el mismo sentido del riesgo que el zinemaldi, debería ganar High-Rise y el premio al mejor director tendría que ser para su director, Ben Wheatley. El premio especial del jurado podría caer en Evolution o The boy and the beast. Las actrices de Freeheld (Ellen Page y Julianne Moore) podrían rascar algo en el apartado mejor actriz (aunque lo dudo, dado que son estrellas y los jurados de Donosti tienen complejo de ONG); y el mejor actor, por otra parte, podría ir a (suspiro) Tom Hiddleston (aunque lo dudo, por los motivos anteriores), o bien recaería ex aequo en el duo Darín-Cámara en Truman (no tiene sentido que premien a uno sin el otro). El mejor guión me tiene desquiciada. ¡No sé a cuál escoger! Pero… ¡shush, silencio sepulcral! Se apagan las luces y comienza mi última película…




La novia

“¡Ay que sinrazón! No quiero
contigo cama ni cena,
y no hay minuto del día
que estar contigo no quiera,
porque me arrastras y voy,
y me dices que me vuelva
y te sigo por el aire
como una brizna de hierba”.

Tal vez el film de Paula Ortiz sea, más que cualquier otra película presente en esta edición, el test de Rorschach definitivo para conocer la sensibilidad fílmica, estética y lírica (y el nivel de complicidad) del espectador. Si no se habita en el mundo de la sinestesia y/o no se posee una viva imaginación sensorial, la radical propuesta de La novia puede quedarse en una mera sucesión de bonitas postales o de una preciosista y artificial lucha entre el fondo y la forma, donde casi siempre acaba ganando la segunda. En mi caso, por ejemplo (no sé hasta qué punto debido a la altas expectativas o a la saturación fílmica), viví instantes de una belleza abrumadora, junto a otros que me chocaron/chirriaron, sacándome momentáneamente de la película (como, por ejemplo, la versión de un mítico tema de Leonard Cohen en cierta escena clave de lucha).

Sin embargo, a pesar de su potencialmente chocante juego visual, el auténtico protagonista de la obra, ese cuchillito que se clava, sigue siendo el verso lorquiano. Ortiz es fiel a su idiosincrasia y materializa brillantemente todos los símbolos del escritor granadino: la luna (mensajera femenina de la muerte), la sangre (prolongación de la estirpe, oposición entre la vida y la muerte, casta, sexualidad),  el bosque (la pasión más primaria), el caballo (instinto, muerte y potencia masculina), y el color amarillo (la amargura de la tierra seca, que envejece el cuerpo y el alma).

El film, por otra parte (y esto no admite discusiones), resulta sobresaliente tanto en su fotografía, dirección artística, vestuario e interpretación. Una deslumbrante y entregadísima Inma Cuesta, brillante en todos los registros de su personaje (atención a su sensual versión de La Tarara), se clava en tu inconsciente como la novia definitiva, aunque Luisa Gavasa, la suegra terribilis, tampoco le va a la zaga comiéndose la pantalla en cada una de sus apariciones (si el zinemaldi resulta, como viene siendo habitual, la antesala de los Goya, los premios de mejor actriz y mejor actriz de reparto deberían ser suyos).

Y es que La novia, bien extasíe o desespere, es, no sólo un must de la temporada, sino uno de esos films cuya simple existencia hay que celebrar (y ha sido dirigida, cosa aún más tristemente insólita, por una mujer, por lo tanto la celebración es doble). Y es que son las joyitas originales, rompedoras y frescas como esta las que nutren y dotan de alas al cine. ¿Le habría gustado a Lorca? Definitiva y rotundamente, sí.

“Que yo no tengo la culpa,
que la culpa es de la tierra
y de ese olor que te sale
de los pechos y las trenzas”.




Conclusiones

Con el pastel descubierto y el triunfo desapasionado de Sparrows (ya es mala baba que haya ganado uno de los pocos films que no he visto), sólo queda, una desafortunada edición más, digerir la decepción y rumiar las conclusiones.

A tenor de la nota media de las películas presentes en la sección oficial, esta ha sido la edición 6.0. Más bien descafeinada, libre de grandes bodrios, pero también de ese peliculón que despierte un entusiasmo colectivo e incontestable, el sentimiento agridulce se ve incrementado este año por la incomprensible programación (las pelis más arriesgadas, rompedoras e interesantes se presentaron los primeros días, alejando, más si cabe, el poso agrio del dulce).

Sin embargo, no sólo de la sección oficial vive el/la cinéfil@. Las perlas son la apuesta segura que solo ocasionalmente falla, y tanto Nuev@s Director@s como Zabaltegi han tenido buen nivel. Sin embargo, la sección estrella, en esta ocasión, ha sido Horizontes Latinos, donde todas las películas presentes (premiadas y/o muy bien valoradas por la crítica en otros festivales) han traído de cabeza al acreditad@ medi@ por aquello de no estar incluidas en su programación oficial (¡snif!).

Siempre me ha resultado difícil elaborar tops, así que, mis recomendaciones, sin orden de preferencia, solo puedo agruparlas en:

*Películas que me han removido, impactado profundamente, traumatizado, dejado en estado de shock y/o han sido todo un “food for thought”:

High-Rise (Ben Wheatley, S.O), Evolution (Lucile Hadzihalilovic, S.O.) y Son of Saul (László Nemes, Perlas).

*Películas que me han reconciliado con la vida:

Umimachi diary (Hirokazu Kore-eda, Perlas).

*Películas que consiguen que me reenamore del cine:

Mountains may depart (Jia Zhang Ke, Perlas),  Anomalisa (Charlie Kaufman y Duke Johnson, Perlas) y La novia (Paula Ortíz, Zabaltegi).

*Películas “abrazo cómplice”:

Trois souvenirs de ma jeunesse (Arnaud Desplechin, Perlas),  Bakemono no ko / The Boy and the Beast (Mamoru Hosoda, S.O) y Les démons (Philippe Lesage, S.O.)

*Películas “mantita”:

Truman (Cesc Gay, S.O) y Mia madre (Nanni Moretti, Perlas).

*Películas “subidón adrenalínico”:

El Clan (Pablo Trapero, Perlas) y Sicario (Denis Villeneuve, Perlas).





Sin embargo, y aunque resulte algo paradójico por aquello de la mucha rabia que da, uno de los regalos del festi, es la larga lista de títulos pendientes que han entusiasmado y que tú, por un motivo u otro, no pudiste ver. Mi lista, este año, es:

Perlas: Me and Earl and the Dying girl y Taxi Teheran.

Zabaltegi: Psiconautas  y Un día vi 10.000 elefantes.

Nuevos directores: Le Nouveau.

Horizontes Latinos: El Club, El abrazo de la serpiente, El botón de nácar, Desde Allá, Chronic, Paulina e Ixcanul.

Zinemira: Un otoño sin Berlín, Distric Zero y Walls.


Jose Luis Rebordinos, el director del zinemaldi, asegura que “el festival de San Sebastián es un milagro” y yo me lo creo. Y con tres firmes propósitos para la siguiente edición: llevar siempre colirio en el bolso, ver 4/5 películas por día y dormir más de 4 horas por noche, corto y cierro la crónica de la 63 edición del Zinemaldia. Gracias por haberme acompañado en la intermitente (y algo retrasada) travesía.


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06 October 2015

Zinemaldia 63, day 8: De terrores prepubescentes, mafiosos chanantes, homenajes maternos y musicales fallidos




Les démons

De alguna manera, los demonios internos y externos propuestos por el canadiense Philippe Lesage funcionan como el reverso de la edulcorada, simplificada e idealizada infancia que hace muy poco nos mostraba la pixeriana Del revés. La ingrata etapa prepúber, esa en la que coletean la inseguridad, el miedo y la desorientación de tu yo niño mezclados con la inquietante consciencia (y responsabilidad) de los peligros reales del mundo adulto, aparece magníficamente retratada en el film. Félix, su protagonista, un chaval de 10 años sensible, neurótico e imaginativo, percibe el mundo como una abrumadora amenaza constante (el potencial divorcio de sus padres, contraer una peligrosa enfermedad o ser víctima de algún psicópata pederasta, son algunos de sus miedos). Ya ha descubierto esa escalofriante certeza-mazazo universal: por muy sólidos, protectores y estables que parezcan los cimientos y muros de tu guarida, nunca estás realmente a salvo. Y en tratar de asimilar esa lección sin ser devorado por sus miedos, en asumir su responsabilidad y entender el mundo que le rodea, transcurre buena parte del (familiar) viaje que nos propone este denso y pausado thriller psicológico que es Les démons.

Sin embargo, los terrores no transitan, únicamente, por la imaginación de Félix. Sin ser plenamente consciente de ello y en un giro argumental, comprobamos que está continuamente expuesto a un peligro muy real. Y es que esa es otra de las hirientes piruetas-ironías de la vida: el azar como inoportuno y cruel arquitecto de destinos. Tal vez a estos demonios le falten un final más definido y unos cierres menos difuminados en todas sus líneas argumentales. Pero, lamentablemente, la vida también es así: un eterno y obstinado juego de malabarismo en el que, para bien o para mal, todas las pelotas permanecen en el aire.




Black Mass

Al igual que con la argentina El Clan, pesa sobre Black Mass (Perlas) la inevitable y odiosa comparación con las grandes obras gansteriles made by Scorsese, De Palma o Coppola (además de estar igualmente basada en hechos reales). Pero, ¿tiene el film de Scott Copper algo nuevo que ofrecer? La respuesta radicaría en el nudo de su trama: la ayuda que al mafioso James “Withey” Bulger (un recuperado Johnny Depp a pesar de su caracterización algo chanante) le brindó el FBI para erigirse como rey de las calles bostonianas a cambio de su colaboración con chivatazos clave sobre otras bandas rivales. Este novedoso aspecto, sin embargo, resulta tristemente desaprovechado en un film demasiado disperso y que no quiere renunciar a ninguna de las tramas clásicas del género (coralidad, familia, honor, corrupción, traición, extensión temporal, etc), pero que no resulta lo bastante minucioso, profundo y satisfactorio en ninguna. Sus personajes están tan poco definidos que acaban resultando meros refritos olvidables de otros tantos vistos en películas del mismo género. Lamentablemente, por mucho que nos esforcemos, Black Mass se queda, simplemente, en una película mafiosil correcta.




Mia madre

Una sabia y veterana actriz estadounidense asegura que no importa cuándo o en qué circunstancias se pierda a un/a padre/madre, porque siempre es demasiado pronto. Y demasiado pronto y demasiado desestabilizador, este inmisericorde e inevitable proceso de duelo es explorado por Nanni Moretti a través de un alter ego (la fantástica actriz italiana Margherita Buy), con una contención lejos del desgarro y dramatismo de La stanza del figlio. En este caso, el director italiano ha escogido un difícil tono tragicómico, que puede resultar perfecto para algun@s y demasiado “no man’s land” para otr@s. Y es que en lugar de la brutal “inundación emocional” que supuso el duelo de un hijo en el film del 2001, Moretti nos propone olas que nos van envolviendo en su ritmo intermitente, mientras la comedia, representada por un John Turturro inmenso (atención a su hilarante italiano macarrónico) hacen de sana “tabla de salvación”. Y si, resulta convencional (no hay nada en el film que no hayamos visto antes), pero Moretti consigue que su film fluya a través de un tono agridulce perfecto (que se da por hecho y que se infravalora en demasiados casos), y que resulta desarmantemente divertido en unas ocasiones y abrumadoramente triste en otras; además sabe transmitir con convicción esa dolorosa regresión a la infancia (o desestabilizador torrente emocional) que supone perder alla tua mamma, y todo sin necesidad de salir destrozado de la sala. Perla recomendabile, bella e sensibile.




London Road

Aceptamos (y celebramos) que nos propongan un musical alternativo (recitado, n lugar de cantado) basado en una obra de teatro homónima que el propio director, Rufus Norris, dirigió y que tiene como trama principal el asesinato de cinco prostitutas en la England profunda una década ha. Aceptamos que nos lo vendan como Los paraguas de Cherburgo del siglo XXI; e incluso aceptamos que nos adviertan que los testimonios de testigos y ciudadanos componen la totalidad del libreto. Lo que no podemos aceptar es una sucesión de “canciones” sin inspiración y sin garra alargadas, para dolor de nuestros oídos, hasta la extenuación; unas reiterativas letras que sólo los desprogramadores de sectas podrán borrar de nuestra memoria; un conjunto de personajes sosos e indefinidos que no nos transmiten absolutamente nada, y salvo un momento muy puntual, una total y absoluta falta de gracia. Y ni Tom Hardy haciendo de taxista (mira que le gusta conducir últimamente a este hombre), ni una esforzada Olivia Colman consiguen dotar, aunque se brevemente, de cierto interés o brillo a la soserrima trama. Finaliza con un necesario y amargo apunte de denuncia, es lo único positivo que podemos rescatar de los interminables 91 minutos de un fallido London Road que cierra, aunque fuera de concurso, la sección oficial (¡y el zinemaldia!).

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La anécdota festivalera:

Emily Watson, nuestra flamante premio Donosti de este año, ha confesado en la rueda de prensa, entre otras perlas, que aprendió lo que era la actuación gracias a Rompiendo las olas, y que ella, en temas reivindicativos-feministas, a diferencia de otras compañeras de profesión, no se pronuncia. Pues vaya…


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05 October 2015

Zinemaldia 63, day 7: De solidaridades ambiguas, mafias domésticas, inmersiones en el holocausto y homenajes infantiles



Una de las peores cosas de un festival de cine y su consecuente atracón fílmico, es la certeza de que el cansancio plomizo y la saturación de historias, impiden valorar y asimilar cada film como se merece. Y es que resulta irónico que las primeras personas que tienen el placer y el privilegio de ver y disfrutar en primicia de una más que interesante selección de películas aún por estrenar (y, por lo tanto, de sentar injustamente cátedra, de alguna manera), se encuentren en una más que dudosa condición física/intelectual/psicológica para hacerlo.

Sin embargo, hay un momento en cada edición (normalmente hacia su segunda mitad) en el que descubres que tu embotado cerebro funciona como una máquina de tetris. Poco a poco, cada film adquiere su forma y su lugar y se redimensiona, transforma, y adquiere/pierde matices. Por lo tanto, consciente de que el frenético ritmo festivalero hace prácticamente imposible no valorar de forma irreflexiva, torpe e injust@ cada film en el momento de visionarlo (miedo me da leer ahora las primeras reviews de esta edición), pido perdón a todas esas víctimas fílmicas colaterales desde aquí.


Les chevaliers blancs

¿Qué tienen en común la última película de ayer (Freeheld) y las dos primeras de hoy (Les chevaliers blancs y El Clan)? Pues que todas están basadas en hechos reales, aunque probablemente el “basado en…” del film de Joaquim Lafosse sea el más conocido y el que más polémica ha cosechado de las tres.

Jacques Arnault, presidente de la ONG Sud Secours, planea una gran operación humanitaria: él y su equipo piensan sacar de Chad a 300 huérfanos víctimas de la guerra civil y entregarlos a franceses que han tramitado solicitudes de adopción. Sin embargo, inmersos en la brutal realidad de un país en guerra, los miembros de la ONG empiezan a cuestionar sus convicciones y tienen que afrontar los límites de la intervención humanitaria. Y último esto es, tal vez, lo más interesante del film del director belga: proponer un dilema moral sin respuesta. Y el espectador, incapaz de posicionarse entre la disyuntiva mercadeo vs solidaridad, valora el tono documental y la honestidad de Lafosse, pero, al mismo tiempo, echa en falta un mayor calado emocional y se lamenta de la atonía, distancia y frialdad en la que está narrada esta, por otra parte, interesantísima historia. Es una pena. Estos caballeros blancos no sólo resultan demasiado correctos, sino que les falta alma.

“¿Somos cazadores o leones?”.




El Clan

Alguien podría pensar, medio broma o medio en serio, que cuando se nace bajo el apellido Puccio un@ está destinado a caer en el lado oscuro de por vida. Arquímedes, el patriarca (todo un padrino en domestic versión), debía opinar exactamente lo mismo, ya que arrastra sin vacilar (y mediante la manipulación más vil) a todos los miembros de su familia a su siniestro negocio de secuestros-asesinatos caseros sin valorar las consecuencias (y obsequiándonos, de paso, con un escalofriante relato de la (post)dictadura argentina). Pablo Trapero, ganador del león de plata a la mejor dirección por este film (presentado en Donosti en la sección Perlas), ha sido injustamente comparado con Scorsese y De Palma hasta la extenuación, y aunque es cierto que el film carece de una mayor intensidad, calado o garra y se echa en falta un retrato psicológico más minucioso de sus miembros (ni los odiamos ni empatizamos lo suficiente y DEBERÍAMOS despreciarlos), posee contundencia, solidez y cierta fascinación (macabra). Atención a la estupenda banda sonora, llena de temazos de la época y a su uso dentro del film.




Son of Saul

¿Qué tiene que aportar este film al horror del holocausto que no hayamos visto antes?” y “¿Realmente es tan buena como para merecerse el calificativo de obra maestra?” eran las dos preguntas que tenía en mente sobre esta Perla cuando la sala de cine se sumió en la siempre reveladora oscuridad. Y cuando dos horas más tarde nos envolvieron las luces, no tuve la sensación de haber contemplado un film sobre el holocausto: había vivido la incomodísima y aterradora experiencia visual y auditiva de caminar por él. Y es que esta brillante opera prima (¡OPERA PRIMA!), aunque parezca imposible a estas desgastadas alturas, nos ofrece una visión inédita, certera, objetiva y sin el más mínimo sentimentalismo sobre la Shoah. Y todo utilizando la cámara en mano, sugiriendo mediante planos desenfocados, gritos, golpes y sonidos inquietantes, nunca mostrando directamente el infierno (no hay nada más espeluznante que el poder evocador/rellenador de la imaginación). La frialdad en su narración contrarresta con la profundad y desgarradora emotividad de la historia que cuenta, y el espectador, cómplice y preso involuntario, sigue a su sufriente protagonista hasta el final con la doble y ambivalente esperanza de que le sigan asombrando con esta impresionante historia y que todo acabe lo antes posible. Posiblemente, una de las mejores (y más aterradores) experiencias fílmicas que tengamos este año. Dolorosísima, pero absolutamente imprescindible.




Un día perfecte per volar

Hay una persona que agradecerá y apreciará infinitamente esta película de Marc Recha: su hijo Roc, protagonista, junto a Sergi Lopez, de la cinta. Bajo un ejercicio de naturalismo y minimalismo extremo, de dejar fluir la vida (muchos han intentado mostrárnoslo sin impostaciones y sólo unos pocos lo han conseguido), se esconde (o tal vez no) una declaración de amor de un padre a un hijo (en este caso de Marc a Roc). Posiblemente improvisado durante buena parte de sus 70 excesivos minutos, esta oda a la paternidad, a pesar de cierto encanto intermitente, deja fuera de  juego casi desde el comienzo a tod@s l@s que no seamos padres, no nos sintamos fascinados con interminables (y aburridos) cuentos sobre gigantes y/o no nos derritamos ante el genuino y explorador espíritu infantil. Tal vez un metraje bastante más reducido y ciertos elementos que anticipan cierto giro amargo final de la trama, conseguirían situarnos en el paisaje empordanés, con una sonrisa de oreja a oreja y cometa en mano, list@s para retrotraernos a nuestra infancia. Recha, en esta ocasión, y mal que nos pese, no lo ha conseguido.



Mañana es el último día oficial del festival (el viernes l@s acreditad@s sólo podemos asistir a algún pase en caso de que consigamos invitación). ¡Oh, my God, esto se acaba! :(


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04 October 2015

Zinemaldia 63, day 6: De delicias chinas, vergüenzas valientes y telefilms deluxe




Mountains may depart

Según Jia Zhang-ke, el título inglés de su película (algo así como “Las montañas pueden separarse”) expresa, justo lo opuesto a la traducción de su título en madarín (“Los viejos amigos son como la montaña y el río”). Ambos inciden en “la separación de lo inseparable”, y esta bonita metáfora, a través de tres personajes principales y trasladada a tres momentos temporales distintos (comienza en 1999, sitúa su segundo episodio en 2014 y el tercero en el ¡2025!), le sirve al director chino, no sólo y como viene siendo habitual en su cine, para radiografiar las transformaciones socioeconómicas, culturales y paisajísticas que vive la gran China (o más concretamente, lo que significa el nuevo paradigma capitalista, la sumisión a los valores del dinero y del triunfo, así como la pérdida de las raíces, del idioma y de la identidad cultural), sino para mostrar, de forma lucidísima y proyectado en lo anterior, las consecuencias y las heridas de ser separado de los seres que amas (y lo potencialmente sanador que resultaría ese reencuentro). Cuesta entrar en este imperfecto pero estimulante film, aunque, una vez que se consigue, resulta imposible escapar de su magia. De lo mejor que se ha visto hasta la fecha en este zinemaldia. Mountains may depart (sección perlas) va directa a mi top 10.

‘Aunque los montes cambien de lugar y las colinas se desmoronen, mi amor por ti permanecerá inamovible’.




Lejos del mar

Quería ver el último film de Imanol Uribe, ese que cierra la trilogía sobre el terrorismo tras La muerte de Mikel y Días contados, con la mirada blanca, sin prejuicios ni ideas preconcebidas. Pretendía dejarme transportar por su trama y también tratar de entender su inclusión, aunque fuera de concurso, dentro de la sección oficial. Sin embargo, llega un momento clave, hacia la media hora de proyección, en el que este poético Lejos del mar hace aguas estrepitosa e irremediablemente.

El bagaje cinéfilo de casi tod@s nos ha demostrado, hasta la fecha, que no hay historia que no pueda ser contada, siempre que se encuentre el tono, la sensibilidad y marco adecuado para contarla. La love story entre un ex-etarra y la hija de su víctima, en principio, no resultaría una excepción, pero Uribe, al que hay que reconocerle cierta valentía, cae en todos los errores potenciales convirtiendo un drama en una comedia involuntaria (las risas en la sala de prensa fueron in crescendo a medida que avanzaba el metraje, y ya ha quedado para los anales de la historia del zinemaldi la reiteradísima frase “Te voy a joder la puta vida…”). Y es que tan delicado y complejo tema está narrado con torpeza y psicología de brocha gorda, sin la más mínima complejidad y profundidad y a través de incomprensibles, ridículos e incoherentes cambios abruptos en la personalidad de dos personajes planísimos que fuerzan su arco dramático hasta romperlo. Y si un film resulta sonrojante e increíble a pesar de buen hacer de dos actorazos como son Eduard Fernandez y Elena Anaya, no hay fuerza cósmica ni superhéroe capaz de rescatarlo. Una pena.




Freeheld

Las películas-fórmula son, de alguna manera, como la comida rápida. No hay nada de malo en darse un capricho ocasionalmente, pero no es recomendable alimentarse básicamente de ellas. ¿Y qué hacía un film de estas características dentro de la sección oficial? La rumorología apunta a que su inclusión en “el menú de la SO” era la excusa perfecta para traer a la hasta ahora evasiva Julianne Moore. No ha sido así y hay que ver Freeheld por lo que es: la tópica, previsible y desaprovechada narración de una necesaria cruzada reivindicativa a cargo de dos buenas y carismáticas actrices. Si se entra en ella, logra emocionar y, sorprendentemente, también consigue arrancar más de una carcajada de la mano del todoterreno Steve Carell (interpretando a un personaje real que resulta ridículo y excesivo para unos e hilarante y agradecidísimo para otros). Y a pesar de su innegable condición de impúdico telefilm deluxe hecho para arrancar lagrimones y de gustar, en muchos casos, más por lo que representa que por lo que es, se ve con agrado y resulta un poco más digna que la mayoría de las películas de su género (aunque, eso sí, no deja ningún poso y se olvida con gran facilidad). El premio Sebastiane, posiblemente, ya es suyo.


La anécdota festivalera:

Un festival de clase A, nueve apetecibles secciones, varios estrenos internacionales (entre ellos el del esperadísimo Amenabar), varias estrellas patrias y extranjeras de relumbrón, y lo único que trasciende de nuestro adorado Zinemaldia allende los mares, es el doble modelito (a cuadros made in Vicky Beckham y lencero de Galvan) de Sienna “antes muerta de frío y trendy que abrigada” Miller. ¡Ay, ama!


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03 October 2015

Zinemaldia 63, day 5: De aprendices encantadores, ruedas de prensa y tipos anodinos



Bakemono no Ko/ The boy and the beast/ El niño y la bestia

¡La animación llega a la sección oficial! Y lo hace de la mano de Mamoru Hosoda, el interesantísimo director de La chica que saltaba a través del tiempo, Summer Wars o Wolf Children. Escribía alguien en un tweet que “la busqueda de la película del festival no nos deja ver el bosque” y películas como The boy and the beast son el ejemplo perfecto. Vista fuera del zinemaldia, posiblemente, sería apreciada por todo lo que es, en lugar por la animación brillante, novedosa y “festival-standard” que “debería” ser. Y sí, sus hermanas mayores poseen más garra y originalidad, Hosoda no nos cuenta nada que no hayamos visto antes (resuenan desde Karate kid a Star Wars, pasando, incluso, por La bella y la bestia). Tampoco está exenta de cierta descarada moralina de libro autoayuda adolescente, e incluso se la puede acusar de alargarse en exceso o de carecer de personajes femeninos que escapen del cliché, pero ojalá todas las historias, bien de animación o no (¿alguien hace la distinción a estas alturas?) resultasen tan entretenidas, hermosas y bien narradas. Ojalá todos los personajes que nos mostrasen fueran tan queribles. Ojalá todas poseyeran alma.




Y mientras una buena parte de la prensa disfrutaba (o no) de Irrational man lo último del incombustible (y desganado) Woody Allen, yo me encontraba, contra viento, lluvia y marea, en la rueda de prensa de High-Rise, a pocos metros del director Ben Wheatley, Tom “Loki” Hiddleston, Sienna “It girl” Miller y Luke “Hunky” Evans. El mayor protagonismo recayó, lógicamente, en los dos primeros, que hablaron (muy bien) del reto que suponía adaptar una obra de un autor tan polémico cuyo guión primigenio lleva décadas dando tumbos. Para Wheatley, lo brillante de la novela, escrita en plenos años 70, es la forma en la que ha sido capaz de predecir el futuro (“¡Que Dios nos ayude si esto es lo que va a suceder!”, confiesa). Por otra parte, resulta imposible reprimir tu lado fan ante un hombre como Hiddleston. No solo tiene una gran presencia, sino que transmite una serenidad zen y una inteligencia desarmantes. Se ganó a todos los presentes, no sólo al demostrar sus conocimientos sobre la obra de J.G. Ballard, sino al manifestar su cariño hacia una ciudad y un festival que siempre lo han tratado bien (es su segunda visita). La comedida y fibrosa Miller apenas confesó alguna anécdota de rodaje, además de lo fácil que resulta aceptar el papel en un proyecto tan arriesgado siendo fan tanto de Wheatley como del autor de la novela. Nos quedamos con ganas de escucharla y de conocerla más, al igual que al guapérrimo Evans, estupendo en un personaje “gastoniano” que, según sus propias palabras, nunca le ofrecen y que se encuentra muy lejos de su verdadera personalidad. El actor parecía sentirse incómodo y ausente ante tanta pregunta, aunque, en referencia a su amplia participación en musicales, se permitió algún toque de humor al confesar que “era galés y que, por lo tanto, había nacido cantando”. Esto, unido a la confesión de Hiddleston de que había aprendido a bailar en pubs en los noventa, conformaron la doble anécdota musical de la rueda de prensa. Ojalá se hubiera alargado un par de horas más…




El apóstata

¿Os imagináis un Lost in translation patrio con un guión difuminado,  protagonizado por un personaje hostiable y sin carisma, y, lo que es aún más grave, sin una historia interesante detrás? Pues eso, ni más ni menos, es El apóstata. El MacGuffin de la apostasía, en plenos años dosmiles, aunque algo desfasado (habría tenido mucho más sentido en la primera mitad del siglo XX, cuando la religión tenía un notable peso y presencia en la idiosincrasia patria y la vida diaria), podría haberse aprovechado, sin embargo, para hacer una crítica hacia la iglesia y su burocracia a lo David contra Goliat, pero, en lugar de eso, nos presentan a un apático Peter Pan enzarzado en un sinfín de situaciones gratuitas, casposas, forzadas y absurdas sin la menor gracia o interés. Y un@ capta la intención de Federico Veiroj, su director; querría empatizar con su caballero andante urbanita de medio pelo, con su desgana y su desorientación vital, pero lo único que el film le transmite es un tufillo político y pseudofilosófico facilón y empapado en alcanfor.

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El cansancio plomizo, sumado a la hostilidad de este día horribilis, me impiden quedarme a la última proyección de la tarde: El rey de La Habana. Y es que ser humano y dormir poco y mal es lo que tiene…


La anécdota festivalera:

Ante la pregunta de qué colocarían en lo alto de un edificio, los actores de High-Rise parecían coincidir en un restaurante. “¿Qué tipo de comida? Piensa que estamos en San Sebastián” inquirió Miller. Hiddleston, buen conocedor del lugar en el que se encontraba, contraatacó: “tapas”. Pero Sienna, en su primera e incauta visita, se pasó con la mantequilla: “¡El Bullit!”. ¿Cómorl?

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02 October 2015

Zinemaldia 63, day 4: De ídolos enquistados, amores interrumpidos, recuerdos de juventud y distopias noqueantes




Eva no duerme

Comenzamos el intenso día con Eva no duerme. Pregunta sin resolver: ¿cómo es posible que esta historia no se haya contado antes? El embalsamadísimo cadáver de Evita, esa heroína/villana introyectada (y enquistada) en el inconsciente colectivo argentino como el mayor  ídolo y la mayor agitadora de masas de la historia, fue sacado de Argentina tras un golpe de estado y se mantuvo 20 años oculto para regresar finalmente a su patria a mitad de los años 70 (oséase, 25 años después).

Valiéndose de imágenes de archivo y vertebrado en torno a 3 episodios protagonizados por 3 personajes distintos (“el embalsamador”, “el transportador” y “el verdugo”), esta algo deslavazada mezcla de documental y ficción resulta un interesante y arriesgado experimento socio-político-emocional a medio camino entre la crítica y la fascinación que, en ocasiones, se ve lastrado por sus teatrales formas (atención a la muy realista escena de lucha del segundo episodio). ¿Dormirá Eva ahora?




Vida sexual de las plantas

Y del aún muy presente icono argentino a una pequeña e íntima historia chilena de la sección “Nuev@s director@s” (¡gracias, zinemaldi, por los subtítulos en inglés!) que tiene el ingenioso título de Vida sexual de las plantas. Una pareja enamorada con un pie en el altar y el siguiente en la paternidad, ve bruscamente truncada su felicidad por culpa de un tontuno accidente que deja secuelas psíquicas y psicológicas en el personaje masculino. Ella, botánica de profesión e incapaz de sobrellevar el hecho de que su gran amor se haya convertido en una versión apática e infantilizada de sí mismo, decide cortar la relación. Tiempo después comienza una relación estable pero desapasionada con otro hombre, pero en ningún momento consigue olvidar al hombre que abandonó.

Aunque Sebastián Brahm peque de ambicioso y nos maree y confunda ligeramente con sus elipsis, desaprovechando, en parte, el potencial enorme de esta interesante historia, hay una indudable chispa en este difuminado relato de amores frustrados que sorprende y engancha, gracias a las contenidas interpretaciones de sus protagonistas y la estimulante originalidad de su propuesta. Brahm, no sólo nos muestra a sus personajes sin juzgarlos, sino que resuelve el conflicto de la protagonista de forma más que satisfactoria. Recomendable.




Trois souvenirs de ma jeunesse

La detención y posterior interrogatorio a causa de ciertas irregularidades halladas en su pasaporte resulta el MacGuffin perfecto para retrotraerse a 3 momentos clave de la infancia, adolescencia y primera juventud del protagonista. Sin embargo uno de ellos constituye la verdadera esencia de la película y hace figura sobre el resto: Esther, el gran amor de su vida.

Intensamente romántica, nostálgica y verborreica  (incluso extenuante, en algunos momentos), esta iniciática Trois souvenirs de ma jeunesse (sección Perlas) nos zambulle en una muy bien narrada love story  en la que sus protagonistas se encuentran, al mismo tiempo, distanciados a la fuerza y condenados a estar eternamente enamorados. Y aunque puedan resonar ecos de otras historias similares en nuestra mente o el personaje de Esther nos resulte, al comienzo, absolutamente insufrible y prepotente, contiene momentos de una belleza y un romanticismo deslumbrantes (y ese sorprendente epílogo). Nadie parece darse cuenta, pero Quentin Dolmaire, su talentoso actor protagonista, es clavadito a Taron “Kingsman” Egerton.





High-Rise

Dicen que High-Rise aún no ha encontrado distribuidora en España. El motivo no es que su presupuesto sea desorbitado, sino que el film es una locura absoluta y tan radical y perturbador que es imposible que deje indiferente a un solo espectador. No descubrimos nada nuevo al comentar que el escritor J. G. Ballard se adelantó a su tiempo en plenos años setenta. Tras muchos tumbos e indecisiones, finalmente, Ben Wheatley ha sido el valiente en llevar ésta, una de sus más controvertidas novelas, a la gran pantalla.

Los angloparlates califican como una “dog eat dog situation” aquella en la que una persona haría cualquier cosa para triunfar y llevar a cabo su cometido, independientemente del daño o de las consecuencias que pueda suponer para otros. High-Rise sitúa esta premisa, tanto de forma metafórica como real, en una Babel inmobiliaria o un edificio retro-futurista dividido en estratos sociales que es como un microcosmos en el que todas las necesidades humanas, tanto naturales como inducidas y artificiales, puedan satisfacerse (posee supermercado, gimnasio, piscina y prostíbulo, entre otras. La dependencia hacia la tecnología es absoluta y solo se sale de el para trabajar).

¿Cómo es High-Rise? Noqueante, caótica, brutal, excesiva, psicótica, perturbadora y asfixiante. Funciona, además, a muchos niveles “Dog eat dog” que muestran lo peor de la naturaleza humana. No sólo es una clara crítica al capitalismo neoliberal, sino también al consumismo voraz y a la deshumanización humanista y tecnológica que ya padecemos. Exigente con el espectador, además de no ofrecerle un momento de tregua frente a su degradado espejo, le pide que continuamente rellene los gaps que presentan sus múltiples elipsis. Es una lástima que pierda gas, y se disperse y abuse de la reiteración y el subrayado en su segunda mitad (y también que los personajes no estén tan definidos o presentes como nos gustaría a lo largo del metraje), pero High-Rise es una potencial obra de culto que, sin cansancio plomizo y saturación festivalera mediante, quiero y voy a revisar (atención, además, a la genial versión de S.O.S. hecha por Portishead). Si no figura en el palmarés de esta edición, el jurado demostrará una preocupante ceguera y un nulo sentido del riesgo. Fingers crossed!


Momento fan:

Mañana, si la fuerza me acompaña, asistiré a la rueda de prensa de High-Rise y conoceré a sus 3 intérpretes principales (un semirobótico Tom Hiddleston y el  “gastoniano” Luke Evans se salen en el film). ¡Ganazas! :D

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01 October 2015

Zinemaldia 63, day 3: De túneles de cerezos en flor, filofóbicos en stop-motion y raíces



Umimachi diary

No se me ocurre mejor forma de empezar el día que con un film de Hirokazu Kore-eda. Y es que a los diez minutos de comenzar Umimachi diary/Nuestra hermana pequeña (sección perlas) ya te ha convertido en su cómplice metiéndote de lleno en la historia y logrando, con una facilidad pasmosa, que te encariñes de todos sus personajes. ¿Cuál será su secreto para que todo sea tan fluido, heartwarming, cercano y deliciosamente naif? Hay una palabra que define esta película (y su cine, en general) mejor que ninguna otra: sakura (flor de cerezo japonés). Umimachi diary (a la que ya han calificado como la Mujercitas nipona, aunque, por algún motivo y neurosis aparte, a mí la que me venía a la mente era Hannah y sus hermanas), no tiene vocación de obra maestra (ni falta que le hace). Es pequeñita y modesta, pero nadie negará que resulta imposible no caer embelesad@ bajo sus deslumbrantes túneles de cerezos en flor. Yo de mayor quiero vivir en una película de Kore-eda (y probar su licor de ciruela).




Anomalisa

A menudo hay que tomar dolorosas decisiones y sacrificar alguna película interesante por otra que, por algún motivo, te resulta más tentadora. En el caso de Anomalisa no hubo ningún Sophie’s choice a la hora de elegirla en lugar de la aparentemente mucho más convencional Sparrows que presentaba la sección oficial. Hay muchas cosas que vemos por primera vez en este film. Y no, no me estoy refiriendo a lo insólito que resulta ver desnudos o escenas de sexo en stop-motion. En ella nos muestran, con una crudeza y una desnudez devastadoras (además de un punto de humor), los efectos secundarios, tales como la soledad, la apatía y la desesperanza, que provoca uno de los males más extendidos (y silenciosos) de nuestra era: la filofobia. Anomalisa no va, como se suele leer en las sinopsis, sobre un hombre gris que es incapaz de conectar con los otros, va sobre un tipo incapaz de “autoalimentarse”, hiperexigente y super selectivo en sus relaciones sociales (todos los personajes tienen el mismo rostro y la misma voz masculina para el protagonista) porque ese es el único método de protegerse del inevitable dolor y evitar una conexión genuina con otro ser humano. Posiblemente, una de las obras de culto de estos deshumanizados y desconectados dosmiles. Dolorosamente lúcida.




Amama

Hay, desde mi punto de vista, tantas cosas buenas como no tan buenas en Amama (sección oficial a concurso). Posee una fuerza visual deslumbrante, buena factura, notables intérpretes y algún emotivo momento para recordar. Sin embargo, trata de dotar de una trascendencia y fuerza poéticas a una historia demasiado pequeñita y alargada en exceso que tenía vocación de cortometraje. Sus subrayados rural-poéticos, en lugar de sutiles, emotivos y frescos, nos resultan forzados, obvios y enfáticos, mientras que posee un ritmo y lenguaje, que por momentos, empalagan y cansan. Interesante y emotiva sí, pero también pretenciosa. La verdadera poesía no se grita al oído, es algo mucho más sutil. Es otra cosa.

Y así acaba un emotivo tercer día, lleno de films que atentan, desde diferentes frentes, contra el músculo más vulnerable y fuerte del cuerpo, al mismo tiempo. Cardíacos, absténganse.


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