15 January 2012

Lo que el 2011 me dejó

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Y llega el (¿inevitable?) momento de las listas con las películas favoritas del año, esos deberes autoimpuestos que siempre te propones no hacer, pero que acabas realizando, no sé si por masoquismo o por aquello de la inclusión grupal (o, más bien blogosferil) que nos abduce sin que nos demos cuenta. En mi caso, esos deberes se han alargado un poco más de lo previsto porque aún tenía muchas películas pendientes del 2011 y, aunque aún no las he visto todas, sí suficientes para no alargar esta actualización dos meses más. Alphabetically:






* The Artist

Dicen que esta maravilla de Michel Hazanavicious es una mezcla entre Cantando bajo la lluvia y El crepúsculo de los dioses, entre otras. Otros argumentan que hay que tener cierta edad y haber visto una cantidad respetable de cine antiguo para conectar con este brillante y emotivo homenaje al cine (mudo o no). Yo creo que, simplemente, sentirse viv@, amar el cine y enfrentarse a cada nueva historia con “ojos de gato”, es amar The Artist. Si no se sale del cine con una sonrisa de oreja a oreja y el corazón tonificado es para hacérselo mirar. Obra maestra instantánea.






* Beginners

Algo hay en esta joyita que exprime el corazón y cala con una profundidad inusual. Emotiva y honesta, Beginners habla de la mayoría de las cosas que nos tocan y nos preocupan y lo hace tan bien, que es imposible olvidarla. La vida no es sino un eterno círculo de sorpresa y autoaprendizaje. El tiempo pasa para todos, pero las oportunidades siempre están ahí si sabemos verlas, si aceptamos que estamos aquí para reinventarnos, una y otra vez. «La mitad de la gente cree que todo va a salir mal. La otra cree en la magia. Y hay una guerra entre ellos». ¿Tú de qué lado estás?






* Drive

Aunque no sea redonda, la suma de los múltiples (y atractivos) elementos en Drive (las estupendas interpretaciones, la estética ochentera, la contenida historia de amor, la inspirada soundtrack, la acertada interconexión entre líricos ralentis y la acción speedica) conforman un poderoso todo que nos atrapa, sacude y fascina. Y, antes de darnos cuenta, ya la hemos introyectado, ya forma parte de nuestra “educación sentimental” cinematográfica, ya es un clásico…





* Le gamin au vélo (El niño de la bicicleta)

Uno no tiene la sensación de estar viendo una película sobre un niño que ha perdido todo lo que conformaba parte de su vida, salvo una bicicleta, se tiene la sensación de poder tocarlo, de ser un incómodo testigo directo de su impotencia y su incontenible rabia desde su mismo lado de una pantalla… que no existe. Inusualmente optimista para ser una película de los Dardenne, pero igualmente cruda y efectiva, ni la prodigiosa mimetización con su personaje del niño protagonista ni la bondad y el amor incondicional de Cécile de France parecen de este mundo. O tal vez si, tan vez resulten tan extraordinarios y desarmantemente humanos que nos recuerdan lo que podemos llegar a ser, y quizá por eso nos deslumbran.





* Le Havre

Puede que el “¡Que bello es vivir!” del siglo XXI ya esté aquí, en la forma de un cuento emotivo y necesario, en el momento más deshumanizado y desorientado de una sociedad que ha descubierto que casi todos sus modelos anteriores ya no le sirven. El tema de la inmigración se presta a caer en casi todos los tópicos conocidos, pero Kaurismaki mezcla elementos con maestría y no se pasa en ninguno de sus ingredientes. Este delicioso dulce no es un pastel ni tiene vocación de serlo. Sólo toma azúcar de donde siempre ha estado y lo añade donde más se necesita.





* L’illusionniste (El ilusionista)

Esta es la historia de un juguete roto. No hay lugar para los viejos magos con frac y chistera en los años 50, con la explosión de nuevas formas de diversión (y nuevas sensibilidades). El mundo les queda grande y sólo pueden malvivir. Ya nadie cree en la magia… salvo una adolescente. Y será por ella que el protagonista nos mostrará aquello que sabe hacer mejor que nadie: crear ilusiones. Y es que hay magos de verdad, sepan o no sacar una moneda o un caramelo de la oreja, y L’illusionniste es su homenaje. Esta maravilla de la animación destinada a convertirse en clásico, es tan tierna y melancólica, que algun@s no podemos evitar llorar al verla.





* Medianeras

Algun@s podrían achacar a mi creciente hipermetropía el hecho de incluir esta agridulce comedia argentina en detrimento de otros films supuestamente más redondos, pero si Medianeras está aquí es por que siento tan mía esta Manhattan argentina que creo que podría haberla escrito yo. Y es que de eso se trata. Si perteneces a esa generación a la que le pilló la explosión digital pasada la adolescencia, esa a la que internet ha ido abduciendo parcelas de vida hasta alterarla por completo, convirtiéndola (o afianzándola) en un/a torpe en eso del amor, Medianeras es tú película.





* The tree of life (El árbol de la vida)

¿Cómo es posible que después de tantas vidas cinematográficas, tantos círculos y tantos eternos retornos, cuando ya creíamos que lo habíamos visto todo, aparezca el bueno de Terrence Malick y se saque de la manga un film en el que la infancia y sus alegrías y miserias parezcan contadas por vez primera? ¿Qué es eso que nos impulsa a sentir que estamos recreando nuestra propia vida cuando no tenemos nada que ver con una familia modesta y norteamericana en plenos años 50? Y, lo que es aún más extraordinario, ¿por qué nos sentimos extraterrestres y profundamente humanos al mismo tiempo durante su generoso viaje? En mi caso, la única palabra posible para responder a todas estas cuestiones es magia.

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Y estas son mis imprescindibles, amig@s. ¿Cuáles son las vuestras? ;)

05 January 2012

Baúl cinéfilo # 1: la chaqueta ochentera de Ryan Gosling en Drive



Tanto los integrantes del club de admiradores de Drive como sus detractores tienen algo el común: la certeza total e indiscutible de que la chaqueta ochentera que luce Ryan Gosling es ya y para siempre un icono del séptimo arte. Resulta imposible olvidarla por mucho que se intente.

Y es que, se mire por donde se mire, no podría ser más hortera: “enguatá”, color crema y de raso (¡arg!). De entrada, parece imposible que una prenda tan cantosa (y antierótica) pudiera quedarle bien a alguien sin reducirlo a un patético macarra de barrio, pero el guapísimo Ryan consigue dotarla de una gracia y fascinación tal, que la inefable chaqueta acaba resultando un protagonista más de la película.

La scorpion jacket es, además, una metáfora y un documento dolorosamente gráfico de la bajada a los infiernos del protagonista. Comienza con un pulcro color crema, para, poco a poco, acabar teñida de rojo sangre. El estoico Gosling no se molesta ni en cambiarse de ropa ni el lavarla. Brutalmente honesta, es como si fuera gritando a los cuatro vientos: esto es lo que hay y así se lo estamos contando.

Como no podía ser de otra manera, se ha convertido en un objeto de culto y ahora existen réplicas de la misma para que todo el mundo pueda sentirse un héroe atípico. Si la quieres, puede ser tuya por 160 dólares de nada en Steady Clothing.

 



Hace un día que he visto Drive y no puedo dejar de pensar en ella… Fascinante, violenta, tierna, sórdida, oscura… e inesperadamente romántica.

Esta si que es una transición al lado oscuro bien contada y no la de Anakin Skywalker, Lucas…


[Retales para recordar en el primer post]
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