30 September 2009

De conchas alternativas o premios Thalassus



Aunque la entrega conchil del Zinemaldi se celebró hace cuatro días, este es mi especial premios festivaliles off-the-record, aquellos que nunca podrán verse en TV:


* Perla XXL para Terry Gilliam por ese maravilloso clásico instantáneo que es The imaginarium of Doctor Parnassus. ¡Ese enorme Christopher Plummer! (¡que buen Dumbledore habría sido!). ¡Ese genial Tom Waits! Thanks por este film, Mr Gilliam!

* Cardo de mar al/a más “bordeline” para Carmen Machi por romper y negarse a firmar la foto que un fan le había sacado el día anterior.

* Ostras al/a más sexy para Jim Morrison por el interesante documental When you’re strange: a film about The Doors de Tom DiCillo.

* Sirenita a la más ídem para Saffron Burrows y su 1’85 cm de elegancia, charme y discreción. A su lado, el ácido y parsimonioso Antonio Gasset y el resto de los miembros del jurado Nuevos directores parecían hobbits.

* Tinta de calamar para Mother de Bong Joon-ho o esa historia negra negrísima (con toques de humor aún más black) de una mamma detective empeñada en demostrar la inocencia de su hijo aunque se le vaya la life en ello.

* Delfín para Sir Ian McKellen por su encanto y carisma. A la organización del Zinemaldi se le llena la boca con él y no es para menos. El mago McKellen ha sido simpático, locuaz, solícito, humilde, inteligente, educadísimo... y donostiarra. Lució como nadie la camiseta de la candidatura de San Sebastián como ciudad europea, amén de la txapela en la entrega del premio Donosti... ¡y se marchó de nuestras tierras con ella!.

* Medusa a la pregunta más irritante para “¿Y no has visto a Brad Pitt?”. No, leñe, no. Pero he tenido la suerte de tener presentaciones y coloquios en la mayoría de las pelis que he visto. Me ha hecho una ilu loca conocer al loco entrañable Terry Gilliam (y su sempiterno look hawaiano) o escuchar las emotivas words de Bahman Ghobadi sobre No one knows about persian cats. Este último se está convirtiendo, además, en uno de mis héroes.

* Espuma de mar al mejor Pelo Pantene para Tom DiCillo. Cito textualmente: “Durante su estancia en Donostia habrá ocasión de comprobar, una vez más, su pericia en la ejecución de esa suerte capilar consistente en dar seco golpe de cuello para recolocar la melena”.
* Alga Kombu a lo más verde para la protesta frente al Kursaal de todos los directores iraníes presentes + espontáneos solidarios contra la política del presidente de la república islámica, Mahmud Ahmadineyad, un hombre que si ha cometido fraude electoral, ha sido exclusivamente cumpliendo las órdenes que Alá le transmitió a través del profeta. Juas.
About la peli de Hana Makhmalbaf sobre las elecciones iraníes, Green Days, las opiniones fueron encontradas. Yo la vi con ojos de documental y la aprobé justito. Luego descubrí que no, que era una película, y la suspendí.

* Coral al cutis de porcelana para Naomi Watts y su belleza in black durante la presentación de Mother and Child, el último trabajo del retoño de Rodrigo García, que además de la película, llegó con su tirria a las (inevitables) comparaciones paternas (es figlio de Gabriel García Marquez).

* Cangrejo Sebastián al/a más curiosón para Quentin Tarantino por meterse entre pecho y espalda de su camisa de cuadros 3 sesiones seguidas del ciclo Richard Brooks, ese director que, a excepción de Cayo Largo, La gata sobre el tejado de Zinc o Dulce pájaro de juventud, para mi era un gran desconocido.

* Caballito de mar a lo más emotivo: la dedicación “A film by Heath Ledger and friends” al final de El imaginario del Doctor Parnassus. Pelos de punta.

* Pulpo Fiction al motor del Zinemaldi: el público. Aunque muchos sean ñoñocinefilos, algo más tiene que haber para que se llenen puntualmente todas las salas, ciclos La contraola, Horizontes latinos y La contraola included.





Y hasta aquí mi 57 edición del Zinemaldi. Gracias a los pocos pero selectos lectores que me han acompañado en mis crónicas :)

26 September 2009

Diario festivalil 3: De Contraolas, historias paralelas y Bambis pervertidas



Dice el refranero más casposo que “de una boda sale otra”. Yo propongo una versión cinéfila y modernizada: ¿de una película sale otra aunque nunca lleguemos a verla en las pantallas? ¿tienen larga y prospera vida sus romances?

Una despistadísima mujer de mediana edad pregunta donde se compran las entradas para Les chansons d’amour segundos antes de que se abran las puertas del cine. Es prácticamente imposible que consiga su propósito, pero, oportunamente, y ante la sorpresa de tod@s, un hombre le anuncia que tiene una entrada de sobra y no sabe qué hacer con ella. La mujer se lo agradece en el alma y ambos caminan juntos. No sé nada de su vida ni sus circunstancias, pero en mi cabeza, suena la B.S.O. de Los puentes de Madison.

Podría decir que escogí este film por que me apetecía ver un musical, pero ver cantar a Louis Garrel también tuvo mucho que ver. El argumento es, cuanto menos, curioso. Pareja heterosexual en crisis comienza a admitir en su cama a la compañera de trabajo de él, pero ninguno de los tres parece feliz con el “apaño”. Paris es gris y plomiza y hace frío. Los personajes cantan sin una variación de puesta en escena o de dispositivos de cámara. Cantan entre diálogos, como si fuera una frase más, como si la poesía fuera parte de la realidad. Una muerte inesperada rompe el ménage à trois y sumerge en la depresión al guapísimo Garrel. ¿Qué o quien le ayudará a superar su dolor?

Observar al tipo que tenía sentado al lado durante este coquetón film de Christophe Honoré fue casi tan interesante como seguir la película. A los 10 minutos de la proyección, el hombre ya había sacado el móvil y utilizaba su azulada lucecita para leer revistas, a los 20 engullía un bocadillo a rápidos y sonoros bocados, y a los 45 no sabía cómo sentarse. Obviamente, el individuo en cuestión no sabía a lo que iba. Hay que estar muy libre de prejuicios de todo tipo para soportar que los personajes filosofeen mientras cantan, que las posibilidades romántico-sexuales se multipliquen o que los adolescentes se pongan a recitar poesía por la calle (en lugar de hablar de sexo utilizando muchos tacos). Y esto, mes amis, solo lo saben hacer bien los franceses. Para mi libro de citas, la última frase: “quiéreme menos, pero quiéreme durante mucho tiempo”. Puritita neurosis.




De musicales agridulces, pasé al drama carcelario más duro durérrimo con Un prophète, la película que casi le quita la palma de oro a La cinta blanca de Haneke.
Resumiendo muy mucho la trama, y en lugar de repetir únicamente lo que han dicho de ella los críticos mas sesudos (que si descenso a los infiernos, que si electroshock fílmico, que si metáfora de la corrupción moral de nuestra sociedad), diría que su protagonista comienza siendo Bambi y acaba convertido en Vito Corleone. Jacques Audiard no moraliza, no hay buenos buenísimos ni malos malísimos, su película se parece a todos los films carcelarios que hemos visto, pero, al mismo tiempo, no tiene nada que ver con ninguno. Se habla francés, pero también arabe y corso (con razón me frustraba tantísimo no entender ese italiano raroso). Aspera, cruda, seca, violenta y no apta para esos días que todo parece conducirnos al suicidio, posiblemente, una de las películas del año.


Casualidad de las casualidades, de Audiard a Audiard y tiro porque me toca. De battre mon coeur s’est arrêté (De latir mi corazón se ha parado) es tan noir como el futuro de Tom, su protagonista, en el sórdido y brutal negocio inmobiliario paterno. Su rutina consiste en soltar ratas en los edificios, destrozar casas a golpes de bate de baseball y desalojar inmigrantes de la manera mas ruin y despreciable, rodeado de compañeros aún mas despreciables. Pero quiere la casualidad (juas, como si eso existiera) que su antiguo profesor de piano se cruce en su camino y haga resurgir su vocación de pianista con una pasión y energía arrolladoras (su mère también era una virtuosa de este instrumento). Su vida gira desde este momento alrededor de una audición. Pero su padre y sus amigos desprecian su “cuento de hadas” y Tom se verá dividido entre mamá y papá o, dicho de otro modo, entre lo que mas feliz le hace en el mundo y la lealtad a su padre + las imposiciones sociales.

Este interesantísmo film es un remake de la americana Fingers (1978), que estoy deseando ver y, por sus rostros y sus comentarios, pareció agradar a mis compañeras de butaca, a pesar de sus pesares. Minutos antes de la proyección, comentaban con acierto “¡Que rachita! No he visto ninguna película en la que no haya abusos, familias disfuncionales o se muera alguien. ¡Parece que si en una peli no hay barbarismos, no es película!”. ¡Cuanta razón, jóvenes padawanas!


Hoy los niños en el velódromo ven con sus colegios Ponyo en el acantilado en esa maravillosa tradición “pon la semillita cinéfila en las mentes incautas” que desde años sigue el Zinemaldi. Con un poco de nostalgia y un mucho mas de mala leche, recuerdo que a mi me llevaron a ver pelis de Antonio Ferrandis y de los ewoks (¡ay, como han cambiado los temps!), y, una vez mas, lo tengo claro: he nacido demasiado pronto.


Me quedé sin ver: Gigante, por culpa de mis prejucios hacia la sección Horizontes latinos. Hacia tiempo que había oído parlar (très bien) de la historia de un vigilante nocturno que se enamora de la chica la de la limpieza. Ais.
London River; Yuki & Nina; 77 Doronship; The scouting book for boys….la lista empieza a ser dolorosamente larga, porque muchas ni siquiera llegarán a nuestras carteleras :(

Deberes cinéfilos: si el atractivo y talentoso protagonista de una película, por algún maravilloso motivo, te mira fijamente dos veces, no te cortes. Sonríele, fille, sonríele...

22 September 2009

Diario festivalil 2: De soledades compartidas y gatos persas



Día 20 o Desperada on the block
Mientras estudiaba en el bloque de apartamentos del edificio estudiantil más popular de Munich, Tomasz Emil Rudzik, descubrió que una especie de halo de melancolía y tristeza rodeaba a sus habitantes. Todos ellos se movían en pequeñísimos grupos, parecían muy solos y su mayor momento de intimidad, como diría Wong Kar-Wai en Chungking Express, eran situaciones forzadas, como los encuentros en los ascensores. Después de pasar una media de 8 horas diarias subiendo y bajando pisos, intercambiando saludos y estudiando a sus vecinos con paciencia de entomólogo, Rudzik ya tenía el argumento para su proyecto fin de carrera.

Desperados on the block es coquetuela, fresca, simpática y tiene el buen ritmo del que se suelen beneficiar las películas corales. Todos sus protagonistas son extranjeros en tierras germánicas. Uno es un sordomudo enamorado de una bibliotecaria a la que tiene miedo de declarar su amor por miedo al rechazo; otro es un tímido estudiante chino que se paga los estudios dando clases de matemáticas a lolitas malcriadas; y la tercera, es una estudiante de teología católica que decide romper, uno a uno, los diez mandamientos, a la espera de la señal definitiva que le confirme o le desmienta la existencia de Dios.
¡Qué lástima que los buenos ingredientes no acaben de entremezclarse y que un final torpe y precipitado, nos deje la sensación de que “nos falta el postre”. Pero qué alegría que esta opera prima sugiera futuros y prometedores banquetes.




Día 21 o No sabía nada de gatos persas
Perlas de otros festivales, I love you! Cuando descubrí que una película de mi sección favorita de Zabaltegi tenía por título No one knows about persian cats y que, además, estaba dirigida por Bahman Ghobadi, el director de Las tortugas también vuelan, mi gatofília y cinefilia unidas lo tuvieron claro: tenía que verla. Y es que nada que aluda a los fascinantes felinos puede ser malo.

Si en Seasons in the sun, much@s se sorprendieron al descubrir que los adolescentes chinos estaban tan perdidos (y salidos) como los del resto del planeta, en este film iraní, todos los prejuicios contra la juventud de este país saltan cual metralla abochornando al espectador. Si, esta película deja con un palmo de narices a quien espere ver una peli de Kiarostami, Samira Majmalbaf o escenas de crudeza y miseria descarnada. Aunque, eso sí, hay mucho drama.
Sus protagonistas son músicos que quieren tocar dentro y fuera de su país. Lo suyo es el indie rock y son fans de Sigur Rós, Joy Division, The Beatles o The Strokes. Ellos llevan el pelo revolvible y bolsos cruzados y sueñan con visitar Islandia. Ellas leen a Kafka y conducen su peugeot 206 mientras sus novios cuidan de sus mascotas. Son tan reconocibles a tantos niveles, que podrías ser tú. Pero nacieron en un país en el que las mujeres no pueden cantar solas, cualquier actuación musical es ilegal, y hasta los niños denuncian a los músicos que ensayan en los áticos. Conseguir un visado y un pasaporte para viajar a Londres, más que una odisea, es una utopía.

Los géneros de este falso documental se suceden armónicamente. Te ríes, te enterneces, te reconoces, escuchas su música y, cuando menos te lo esperas, la realidad te golpea en los dientes. Y cómplice y sin defensas, es cuando el mensaje más contundentemente llega.

A la salida del cine, conmovida, melancólica, dispersa, tras haber puntuado con un notable alto la perlita que acababa de ver, un mimo se me acercó y me regaló un bolígrafo a cambio de una sonrisa.



* Me quedé sin ver: Precious, que ha entusiasmado y tenía una pinta fantástica ya sólo sobre el papel; Taking Woodstock, porque aunque según algunas sea un pastelito, Ang Lee es Ang Lee; Daniel y Ana, la sorpresa de Horizontes Latinos; y Das Weisse Band del sádico pero interesante Michael Haneke.

* Deberes cinéfilos: tomarme una píldora para la invisibilidad cada vez que vea una peli con coloquio. Escuchar curiosidades varias del equipo de la peli es un regalazo, pero que las azafatas se paseen aburridas por entre las filas micrófono en mano ante las decepcionadas faces del director, productor y actor, es un bochorno. Se ve que en Donosti tampoco se pregunta...

19 September 2009

Diario festivalil: día 18 o Seasons in the rain + limones



Muchos refraneros, nacionales e internacionales, asocian la lluvia a la bienaventuranza y la buena suerte. Según esta máxima, o bien el menú de la 57 edición es el más suculento de los últimos tiempos, o l@s sabi@s populares jamás pisaron Donosti.
Ayer el otoño parecía querer arreciar con toda su melancólica furia... y cayeron limones. Irónicamente, mi primer film festivalero, por su título, parecía toda una “limonada cósmica”. Bautizada en honor a una canción de Nirvana (la banda favorita del melenudo protagonista), la china Seasons in the sun, es como un refresco de limón que no termina de quitarte la sed. Entre otras cosas, porque tú el que querías era de naranja. Y te aburres entre los vaivenes romántico-sexuales de su adolescente trío protagonista, y aunque apuras tu bebida, al final te importa un carajo a cuál de los dos púberes prefiere la moza. Te pierdes en tu memoria cinéfila y acabas comparando las espectaculares piernas en shorts + bailarinas de la gacela protagonista con las de la Hepburn en Sabrina. Luego descubres que esta Audrey oriental es la modelo más cotizada de China y que su humilde familia le puso el nombre de una princesa, y lo entiendes.

Los asientos del Kursaal son como un amigo con el que mantienes una relación ambivalente: una parte de ti se alegra de verlo por todo vuestro historial de vivencias y complicidades compartidas, pero otra sabe que acabará doliéndote a los diez minutos. Libre de sus garras, a eso de las 18:00 h, el efecto “diluvio universal” persiste, pero toda una marabunta de efervescencias hormonales lo desafía a ambos lados de la alfombra roja. Al pasar a su lado, ellas saben que tú sabes que están reservando sitio para cuando pase el nuevo chico Tarantino, pero puede que lo que algun@s sepamos y ellas no, es que el cuarenteño más guapo del celuloide hará su paseo del hotel al teatro Victoria Eugenia y no a los cubos de Moneo. Más limones.



La Pittmanía, no por predecible, deja de sorprender. Y no sólo porque hayan traído vallas anti-pánico de algún lejano macroconcierto, sino porque incluso famosas críticas donostiarras de sexualidad dudosa, han alabado babosil y reiteradamente las virtudes de su glorious butt. Pitt llegó, vio y triunfó. Estuvo simpático, cálido, accesible, firmo autógrafos y tambores varios, pero aunque tod@s sigamos queriendo un hijo suyo, nadie parece querer admitir que Mr Jolie estaba más feo que nunca. Cualquiera puede pensar que no es posible estropear esa cara, pero, desgraciadamente, se equivoca. Y es que las perillas de chivo pirenaico deberían estar prohibidas.

No se qué tiene el Zinemaldi que parece atraer la desglamourización de sus invitados. Las stars vienen, sí, pero dejás de la mano de Dior, como si fueran a comprar el pan. Los ejemplos son muchos y dolorosos. Hace muchas lunas, Keanu Reeves se nos presentó paseando por las nubes con barriguita y abundantísima barba; Emma Thompson demostró al mundo que era rubia de bote (y que las peluquerías británicas son muy caras); y Jeff Bridges exhibió sin pudor un look a lo "abuelo de Heidi" al recibir su premio Donostia.

Aunque mi apuesta al premio "Anti-Nati Abascal" al famoso menos glamouroso de este año, es para Tarantino. Tito Quentin, ya sabemos que lo importante es el cine y tal, pero, es que llegaste al hotel con camisa de prota de Siete novias para siete hermanos.... ¡y no has sido capaz de cambiarte de ropa desde entonces! Rueda de prensa, cena en Arzak, presentación oficial de la película...y nothing. Pensándolo bien, habría que crear un premio "Oink" en tu honor. El Zinemaldi es el hermano pobre de Berlin, Cannes y Venecia, pero que tristura limonil que no te emperifolles en nuestro honor, jop..


Me quedé sin ver: Inglorious Basterds, ridículamente traducida como Malditos bastardos, cuando en realidad debería ser Cabrones sin gloria, y me niego a verla doblada. Ains...
Y también para Whatever works, el último intento de Allen por demostrarnos que filmar una peli al año no siempre es una buena idea. Aunque a tenor de las críticas, parece no haberlo conseguido...

Deberes cinéfilos: descubrir la diferencia entre cine camp, cine slasher y cine trash.

14 September 2009

Ñoñocinefília



Si la relación amor-odio que mantengo con mi ciudad fuera una goma, ocasionalmente, ambos lados se tensarían tanto, que acabarían por romperse, dándome en plena face.
El momento del año en que más adoro mi ciudad, es en septiembre, durante el Zinemaldi y, al mismo tiempo, el período en el que odio Donosti con la furia de las Siete Plagas, es a lo largo su festivalera semana. "¿Por qué?" sería la question. Por culpa de la ñoñocinefília, of course.

Ayer se pusieron a la venta las entradas de tan esperado evento. Chachi. Como cinéfila aplicada que soy, me dispuse a madrugar para sacar, con suerte, la mayor parte de los preciados tickets que tenía in mind. Doce era mi número de la suerte y cuatro fue el seleccionado por el cajero hasta descuajeringarse sin remedio. No problemo. Me fui al meollo, al epicentro, al big kahuna de la venta anticipada de entradas. Me sorprendió encontrarme únicamente con un grupo de, aproximadamente, 50 personas, pero la heidil sonrisa fue eliminada quirúrgicamente de mi rostro cuando un alma caritativa de mediana edad me señaló: “hay que coger ticket, como en la pescadería”. Dejando de lado el efecto sinestésico de tan repulsiva comparación (si a Neruda le hacía llorar el olor de las peluquerías, mi kriptonita se encuentra en otros lares), cogí un biglietto y comprobé con estupor y espanto que mi numero era el 414... ¡e iban por el 90!.

Afortunadamente, un conocido ángel con el number 103, me rescató. El sol brillaba, los pájaros cantaban, Donosti molaba y toda mi energía se colocó del lado amoroso de la goma again... pero no por mucho tiempo. Las entradas para TODAS las sesiones de Whatever works, la última de Allen, estaban agotadas. Pupita güan. Las entradas para TODAS las sesiones de Inglorious Basterds, el esperado film de Tarantino eran un rotundo sold out. Pupita chu. No quedaba ningún miserable ticket para La cinta blanca, made in Haneke y premio Fipresci a la mejor película del año. Pupita zri. Había un error tipográfico en Five minutes of heaven, de Olivier Hirschbiegel y lo que parecía una sesión normal, era para la prensa. Pupita for. Y de London River, muy bien acogida en el festival de Berlin, no quedaban ni las raspas. Pupita faif. Balance: siete de doce.


A pesar de que la vendedora, muy amablemente, me confirmara que para la última woodyallenada y tarantinada, por ejemplo, las entradas se habían agotado desde el minuto uno, no cuela. La dolorosa experiencia, año tras año, me confirma que el enchufismo horrendo funciona desde el principio de los times, y supe que algún/a repelente suertud@ hijo, amante, amig@ o herman@ de tal, antes de abrir la taquilla y sin siquiera mover un finger, ya tenía en su poder la entrada que, por justicia, nos correspondía a algun@ de l@s que nos lo hemos currado y amamos el cine.

Y es que Donosti nunca dejará de fascinarme. Del palomiterismo descarado exhibido durante 356 días del año, se pasa a una entusiasta y voraz cinéfilia en menos que se dice Piolín. La gente acude en masa a leer subtítulos de films de paises tercermundistas, con el fervor de quien visita a la meca. Why? Porque es muy cool y queda monísimo de cara a la galería (o, a la barandilla de la Concha, en este caso).
Mi ñoñocinefil@ favorito es ese/a tristerrim@ individu@ de mediana/tercera edad, que es fan de Cine de barrio, y acude a ver todas las pelis de la Sección Oficial para criticarlas con saña a la hora del café con sus amigos. Otro ñoñocinéfil@ dign@ de estudio es el/la que nunca (o casi never) va al cine pero, acude emperifolladísim@ a las galas (entregas de premios, ceremonia de inauguración, clausura y demás) con aires de VIP, para lucir palmito y ver al famosete/homenajeado de turno.

Y es que cuando viene una super star la cosa se sale de mother... (and father and Holly Spirit). Me temo que este año, el virus bradpittil nos asolará con bastante más saña y contundencia que la omnipresente Gripe A. Todos y todas querrán tocarle, babosearle, darle jabón Nenuco, sacarle fotos y exhibirlas después en su féisbuk. De hecho, auguro que dentro de 10 años nadie se acordará de qué película ganó la concha de plata, quién fue premio Donosti, o qué nivel medio tuvieron Zabaltegi o la Sección Oficial. No, “brotha”, el 2009 pasará a ser, irremediablemente, “el año que vino Brad Pitt”.




Pd: ayer estaba tan furiosunda, que revisando las últimas ofertas de megavideo, encontré Five minutes of heaven, una de mis "pelis robadas" en esta futura edición, en excelente quality y V.O y como a falta de bread, buenas son pancakes, me la vi. Así que puedo decir que es recomendabilísima, con un duelo actoral que deja K.O. (ese contenido y doliente Liam Neeson, ais) y que, además, tiene uno de esos finales redondos que tantisísimo me gustan.

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