06 April 2018

Ready Player One: Novela vs Película




The best Spielberg is back!

Pocas frases ilusionan más a un/a niñ@ ochenter@ que “¡el mejor Spielberg ha vuelto!”. Confieso que en un repaso a mi educación cinéfilo-sentimental, el rey Midas ocuparía un puesto de honor, seguido por George Lucas y, más que posiblemente, Robert Zemeckis. Las raíces de mi cinefilia, lo quiera o no, han sido plantadas y abonadas por estos 3 señores y, como todo el mundo sabe, la infancia es la patria de la mujer (y del hombre) y donde están tus raíces, está tu corazón.

No habría llegado a la novela de Ernest Cline de no haber sido por su recién adaptación cinematográfica. Ready Player One no es uno de los libros de mi vida, sin embargo, tuve que contenerme, por problemas oculares, para no merendar sus casi 600 páginas en 4 días, ya que hacía muy mucho que no disfrutaba de semejante nivel de adicción, disfrute y sano escapismo. Y es que, de vez en cuando, ocurre: vuelvo a sentirme como la niña que, a finales de los 80, leyendo La historia interminable, descubrió que la realidad era solo una de las posibilidades y que había otros mundos, casi siempre mejores e infinitamente más apetecibles, en los que poder habitar. Tod@ amante de las historias conoce esta sensación. Tod@ amante de las historias sabe lo que es vivir en OASIS”.





“This is not a film that we’ve made. This is, I promise you, a movie”. Spielberg sobre Ready Player One

La duda, entonces, era inevitable: ¿estaría la (¿autodenominada?) biblia geek en buenas manos en su salto a la gran pantalla? ¿qué Spielberg íbamos a encontrarnos: el serio para el que el palomiterismo no está reñido con la calidad o el “moviemaker” con el piloto automático? Desgraciada y dolorosamente, el segundo. Para horror e indignación de (casi) cualquiera que haya disfrutado con la novela, Spielberg toma la historia de Ernest Cline, la desprende de su oscuridad ciberpunk y de su condición de distopía, y la reduce a un producto mucho más ligero, cool, soso, comercial, intrascendente y crowd-pleasing, más apto, en definitiva, para satisfacer a un público infantil-juvenil. 

A pesar de que la novela original está concebida como un ejercicio de nostalgia ochentera para l@s nacidos en los 70-80, esta adaptación echa mano de la mucho más moderna y visual cultura internetil y del videojuego online para conquistar a l@s millennials más jóvenes, mientras guiña el ojo a l@s fans que crecieron viendo sus películas. Spielberg, una vez más, pretende contentar, nada más y nada menos, que a todas las generaciones, y por algunas críticas muy favorables, parece que lo ha conseguido. ¿O no del todo?




Novela vs Película

Los cambios y mutilaciones eran inevitables: por cantidad (600 pages, ladies & gentlemen), por falta medios técnicos (recrear escenas de películas al detalle y cambiar al prota por el original dispararía el presupuesto desorbitadamente), por incompatibilidad de lenguajes, por economía narrativa, por falta de derechos de autor, etc, pero, en esta ocasión, más que “basada en…”, habría que decir que Ready Player One está “ligeramente inspirada en la esencia de su novela homónima”. No todos los cambios son negativos, pero en esa tierra de nadie en la que han acabado asentando la película, han sacrificado todo lo interesante que dotaba de personalidad, cierta profundidad y alma a la novela.


[A partir de aquí spoilers del film y la novela à gogo, Siga leyendo bajo su renponsabilidad]





Esto era una distopía, ¿verdad?

En el libro:
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Ernest Cline no es George Orwell, ni Ray Bradbury, ni Aldous Huxley, pero Ready Player One hunde sus raíces en un futuro lo suficientemente terrorífico e inquietante como para que el llamado “holy grail of pop culture” se asiente en una base sólida. Las primeras 100 páginas de la novela describen la vida de Wade y el mundo que le rodea, pero una vez inmersos en la acción adrenalínica del concurso, las pinceladas de cruda realidad nunca dejan se sucederse. Sentimos que estamos ante un futuro escalofriantemente posible en el que la brecha entre ricos y pobres se ha disparado sideralmente y en el que la mitad de la población pasa hambre. Sufrimos con el grado de pobreza con el que convive Wade y la devastación del cambio climático nos sacude en pasajes en los que “hasta la nieve cae sucia”. Art3mis desea ganar desesperadamente el concurso, no tanto para preservar la integridad de OASIS, sino para hacer un uso responsable y solidario de la desorbitante fortuna que ofrece. Su intención es salvar el mundo combatiendo tanto el hambre como el cambio climático y luchará con fiereza para conseguir su objetivo hasta el final (contagiando al propio Wade).




En lo que respecta a IOI, the bad guys, la encarnizada lucha para conquistar OASIS (o la jugosa destrucción y privatización del único remanso de diversión, libertad y cultura que le queda a la humanidad) conlleva muchos daños colaterales. El nivel de amoralidad y psicopatía tanto de IOI como del propio Sorrento quedan patentes desde el principio (y posteriormente se nos subraya mediante los esclavos por deudas en “cadena perpetua” que mantienen hacinados en la propia empresa). La bomba escondida en la “casa” de la tia de Wade asesina a cientos de personas porque al detonar causa un efecto dominó imparable y devastador en las torres colindantes (Nadie hace caso a la noticia porque asumen que se trata de algún laboratorio de drogas casero y porque “unas cucarachas humanas menos no tienen importancia”).

Los high five no tienen más remedio que proteger fieramente sus identidades en el mundo real (Wade cruza medio país para cambiarse de casa) y de exponer sus avatares en lugares públicos lo menos posible para evitar morir en ambas realidades. Sin embargo, Daito no tiene tanta suerte y es asesinado en su propia casa cuando los secuaces de Sorrento lo sorprenden y lo arrojan por la ventana. Se negaba a conocer a su mejor amigo en el mundo real, estaba completamente solo y era hikikomori (en mayor o menor grado, todos los personajes lo son).

No hay protagonistas guap@s y felices. Wade, Art3mis y Aech tienen lógicos problemas de peso, todos padecen las consecuencias físicas y psicológicas de vivir aislad@s y en completa soledad.




En la película

Se nos dice que el mundo está muy mal, pero, salvo unas cuantas casas de cartón en un plano brevísimo y las insultantemente animadas y festivas torres rodeadas de escombros, no llegamos a sentir esa amenaza. Ni la pobreza, ni la hambruna, ni el cambio climático tienen el más mínimo protagonismo y son desechados por oscuros e incómodos (¡a ver si l@s niñ@s preguntan, alguien se asusta o les rebajan la calificación por edad!). Vemos a gente bien vestida y conectada a OASIS por las calles, cuando eso sería impensable (todo el mundo preferiría la seguridad de su casa). L@s esclav@s por deudas de IOI se nos muestran en una pequeña y muy descafeinada parte en la que Art3mis se autoinmola para proteger a Wade (la Art3mis del libro nunca haría eso). Los malos malosos son más patéticos que malos, ningún protagonista es asesinado, nadie sufre verdadero peligro (Sorrento no es capaz de disparar a Wade porque, en el fondo, el pobrín, no es más que un buen chico incomprendido) y tod@s consiguen su happy ending; la bomba destructora no lo es tanto (cae una triste torrecita, muere la tia de Wade y su novio abusón y poco mas), IOI no solo no es nada amenazadora, sino que está llena de geeks simpáticos que colaboran en the hunt y parece que no han vendido su alma al diablo (¡incluso se alegran cuando Wade encuentra el egg!).

Todos los personajes principales están delgados y saludables en el mundo real. Nadie está deprimido, ni tiene verdaderos problemas de socialización y tod@s son más o menos fotogénic@s o directamente guapos (¡y ninguno tiene acné!). ¿No es maravilloso?




¿Cómo carajo funciona OASIS?

Comienza la cruenta carrera, la primera prueba de the hunt y descubrimos que el avatar de Wade y su pelo perfecto conducen nada más y nada menos que ¡el deLorean de Back to the future! Jesus, mother and Joseph, ¿pero de donde ha sacado dinero la paupérrima criatura para comprar semejante joya? No se nos explica y, por lo tanto, deducimos que OASIS vendría a ser una réplica virtual de internet: pagas una cuota fija o eres un/a hacker habilidos@ y… ¡viva el ciberespacio libre! ¡Error! El acceso a OASIS es gratuito, pero viajar por él y disfrutar de gadgets potentes y/o mágicos, cambios de look vistosos o de transportes como el coche de Marty McFly, no lo son (con excepciones como que te inviten a un chat privado o te transporten solidariamente a alguna parte). No se puede trackear al friend de turno en cualquier planeta y presentarte allí en tres segundos free of charge. No way!

El único lugar al que puede desplazarse Wade al comienzo de la historia, antes de forrarse a base de sponsors (no, las pruebas no regalan dinero, solo puntos), además del aburrido starter planet Incipio, es Ludus, que vendría a ser algo así como el planeta escolar y única oportunidad de chic@s que, como Wade, no pueden costear su educación. Es allí donde encuentra the tomb of horrors y la primera llave mientras Art3mis, que más tarde encabezaría la clasificación, le pisa los talones.





La obsesión ochentil de Halliday

Como Halliday vivió su época esponjil en los 80, es lógico que OASIS esté diseñado a imagen y semejanza de las películas, series, libros, videojuegos, anuncios de televisión, canciones y comics que le marcaron. Pero por si esto no fuera suficiente para disparar la cultura ochentera de la muchachada en pleno siglo XXI, prepararse para the hunt y ser capaz de descifrar sus complejos acertijos entre llaves y puertas y triunfar en las pruebas, implica estudiar machaconamente hasta licenciarse magna cum laude en Hallidaysmo. Art3mis y Wade tardan 5 años de estudio concienzudo y 12 horas de investigación diarias en descifrar la pista que les lleva a la primera llave. Ahí es na’.

En la película no se explica porque the hunt es tan descaradamente ochentera. Se deduce por lo poco que sabemos de Halliday, y se asume que los 80 son cool, entusiasman a todo el mundo y son más apetecibles que ese mundo al borde del apocalipsis. Nada más.





La complejidad de las pruebas

Era imposible que la película pudiera recrear todas las pruebas en 2 horas largas, asi que han mutilado, no solo la complejidad de las pistas, sino la mecánica del concurso en sí. Una llave no conduce directamente a una puerta en la novela, sino que supone otra pista que lleva a la puerta en cuestión. Una vez encontrada la puerta, el gunter puede pasar hasta por 3 fases/pruebas distintas hasta conseguir la próxima pista. Aunque dolorosa, resulta comprensible semejante escabechina. Lo que cuesta más entender es por qué, a excepción de El Resplandor (lo mejor de todo el film), todas resultan tan descafeinadas. 

Una vez más, se ha sacrificado el ingenio y la habilidad por la vacua espectacularidad visual.

Lo que más pupa me ha hecho:

No ver el flicksync de Juegos de guerra.

No ver el flicksync de Los caballeros de la mesa cuadrada.

Wade no gana la vida extra monedil por ganar una apuesta con el curator/Ogden Morrow, sino que se la gana limpiamente jugando una partida perfecta de pacman.

La llave de jade está envuelta en una especie de papel de aluminio y aunque la inscripción advierte “Continue your quest by taking the test”  Wade sospecha que la pista se encuentra más en el envoltorio que en la propia llave. De repente, tiene un insight sobre una de las mejores películas de todos los tiempos,  y pronuncia “the unicorn!”. Como por arte de magia, el papel se convierte en un perfecto unicornio clavadito al del film de Ridley Scott. Y te descubres a ti mism@, pronunciando al mismo tiempo que Wade: “the Voight-Kampff test!”. Ains, ¡que momentazo nos han robado!




Cambios absurdos en los personajes

Hay una ley estética inquebrantable que una película palomitera no puede saltarse: los protagonistas tienen que ser jóvenes, delgados y guapos. Por lo tanto, era lógico que se pasaran por su hollywoodiense forro que Wade se tirara toda la novela luchando contra la báscula y que Art3mis y Aech padecieran sobrepeso en el mundo real (la primera es incluso definida como “rubenesca”).

También sus avatares están excesivamente tuneados con peinados ultracool, tattoos, cutis alienígenas, trajes “étnicos” y una esbeltez envidiable. Solo a Aech, por algún motivo incomprensible, le cambian al chico ario por una mole de raza negra. Cuando Wade y ella se conocen en el mundo real, tras el emocionante shock, Aech le confiesa que, según su madre, OASIS era lo mejor que les había pasado a las mujeres negras porque escondidas tras un avatar masculino y hetero conseguían un trato y unas ventajas que en el real world serían impensables. También admite que su madre la echó de casa por ser lesbiana. Parece ser que en el futuro se ha sufrido un triste retroceso en materia de derechos humanos que, obviamente, en un producto familiar no iban a incluir.

Y si bien Wade era un prodigio informático y una mente privilegiada para la tecnología y en el film no podemos apreciarlo, Art3mis era una biblioteca cósmica de conocimientos, una especie de Hermione Granger del futuro que lidera la clasificación desbancando a Wade en varias ocasiones. Además, era la más idealista y altruista del grupo: quería ganar para salvar la humanidad. En el film no nos dejan apreciar su inteligencia o nivel de ingenio e intentan compensarlo: 1) Haciendo que sea ella y no Wade quien se carga el escudo de protección del castillo desde las entrañas de IOI (se deja atrapar por estos para proteger a Wade sin que se nos explique por qué le cede semejante protagonismo y él le devuelve el favor rescatándola de una celda que se abre… ¡por dentro! WTF?), y 2) convirtiéndola en la cabecilla de una típica y tópica resistencia de la que no se explica nada y que en la novela no existe.




Spielberg quería un niño en la película. Eso es así. Le dio igual que una criatura de 11 años no pudiera estar preparada (no habría podido disponer de tiempo para alcanzar el nivel de entrenamiento y  de investigación que requería la búsqueda del famoso egg, a menos que viviera exclusivamente para eso). ¿Acaso la coherencia no está sobrevalorada? Por lo tanto, han aprovechado el hecho de que Shoto era el más joven del grupo (aunque no un niño) en la novela y le han rebajado la edad (y el nombre). También aprovecharon el hecho de que Daito y Shoto fingieran ser hermanos en el libro para convertir el vínculo en algo real en la película. Muy cuqui.

Aunque tal vez el cambio más doloroso sea comprobar como un tópico pero competente capullo psicópata en la novela (Nolan Sorrento), queda reducido al típico adulto pelele e incompetente sacado de una peli de John Hughes, al que incluso abofetean las personas que trabajan para él (también era un experto en pop culture a pesar de tener un grupo de cabezas pensantes vía pinganillo).

Ogden Morrow, por otra parte, está mucho más presente en la novela. Invita a los high five a su fiesta de cumpleaños (que en el film han reciclado en cita discotequera entre Wade y Art3mis), se cuela en el chatroom de Aech como espia y les ofrece su casa como refugio anti-sixers en la prueba final.

Sobre los personajes nuevos del film, poco que añadir. La empleada de Sorrento no aporta nada y básicamente aparece para lucir palmito y flequillo cleopatril, y en el caso de i-R0k, pasa de ser un gunter rico y mediocre amante del postureo que envidia y chantajea a los protas, a una especie de matón/mago de elite en OASIS que fundamentalmente sirve como comic relief en la película.





Relaciones entre personajes

The high Five                                                                  

¿No es mucha casualidad que, de entre tod@s l@s gunters del mundo, 4 buenos amigos pasen a liderar la clasificación de las pruebas junto con Art3mis? Aech y Wade son muy buenos amigos desde hace años, pero Shoto y Daito, que fingen ser hermanos en OASIS, conocen a los otros 3 miembros ya convertidos en high five y su reacción es de distancia y desconfianza hacia el resto. A excepción de este duo, Art3mis, Wade y Aech son lobos solitarios y nunca hay regalos de pistas entre ellos. Solo la prueba final, que exige tres llaves de jade y les obliga a formar un trio, logra que unan fuerzas para derrotar a IOI. Nadie conoce a nadie hasta el final. Daito muere asesinado tras negarse a conocer a su mejor amigo Shoto antes de que los otros cuatro se conozcan finalmente en la casa de Morrow para la prueba final. En el film, sin embargo, tras unos encuentros muy forzados, la emoción del ansiado reencuentro resulta muy anticlimática y acaban formando una especie de goonies descafeinado.

Wade y Art3mis

Se ha criticado la love story entre Wade y Art3mis, tanto en el libro como en la película. En el primero, se acusa a Cline de machista y en el film, se critica su simpleza y falta de profundidad. En ambos formatos Wade siente un cybercrush previo antes de conocerla, pero mientras que en el film se hacen colegas de forma instantánea, sus equivalentes literarios comienzan un intercambio tímido de e-mails hasta acabar quedando juntos en OASIS tras mucha insistencia por parte de él. Es un proceso que dura meses y Wade confiesa que nunca ha sentido una conexión tan inmediata y profunda con nadie. Tan satisfecho y feliz se siente con esta relación (recordemos que no tiene nada y a nadie), que the hunt pasa a un segundo plano y deja de poner el corazón en ella.




A la peli se le agradece habernos evitado la faceta testosterónea de Wade (“me gustas desde hace tiempo. No te resistas: acabarás siendo mia, muñeca”), pero, al mismo tiempo, no se llega a sentir esa química entre ambos y todo resulta demasiado acelerado y superficial. Cuando Art3mis pone distancia en el baile/fiesta de cumpleaños para que ambos se centren y retomen la búsqueda con el compromiso del comienzo, Wade sufre una depresión profunda y comienza a acosarla y a suplicarle que no lo aparte de su vida (creepy pero comprensible en su desesperada y solitaria situación). En el film Wade no sufre de mal de amores porque nada más poner distancia Art3mis lo secuestra para formar parte de la resistencia.

Wade y su tía Alice

Wade es un huérfano dickensiano clásico: el único familiar que tiene en el mundo lo detesta. Además, su tía vende todos los aparatos que sus expertas manos consiguen arreglar como pago por su manutención. Es por este motivo que Wade se pasa la vida en su refugio secreto. El chico no intenta salvar a nadie al conocer la noticia de la bomba porque sabe que es imposible y la pérdida de su tía, a pesar del lógico shock y sentimiento de culpa, no le supone un trauma. La persona que más le duele perder es la señora Gilmore, una entrañable ancianita que lo alimenta y mima como una abuela sustituta.

En la película nos subrayan que si su sufrida tía no ejerce de tal es por culpa de su abusón y anulador novio (la peor forma de usar la violencia de género) y Wade es tan buen chico que, al conocer la amenaza de la bomba, intenta salvarla por todos los medios. No existe vínculo con Mrs Gilmore en el film y sería imperdonable que Wade quisiera  a esa desconocida más que a su propi tía. Al fin ya al cabo, no es demasiado spielberiano que no se haga una edulcorada apología de la familia biológica por encima de todas las cosas.




Moraleja final

Tras dos horas y cuarto de festín visual, diversión, happy ending y malos de pandereta, Halliday nos suelta que vivamos en el mundo real porque es el único sitio real en el que se puede encontrar la felicidad. Sin embargo, ese discurso no solo resulta endeble tras todo lo vivido, sino que resulta contradictorio. Viene a ser como el pacifico gigante de hierro convertido en uno de los letales Mazinger Z.

¿Cómo no vamos a querer vivir en OASIS si no hemos sentido el peligro que asola el mundo o la amenaza que supone IOI?¿Quién va a preocuparse de los efectos de vivir en el mundo virtual si no hemos visto el estado físico y el psicológico de aislamiento, tristeza y dolor de los hikikomori protagonistas, ningún protagonista muere y todos acaban felices?

Hay un momento en el que Wade se va a vivir lejos de “su casa” para evitar que IOI lo mate y alquila un piso y no sale de el en meses. Pierde a sus amig@s, no se asoma ni a las ventanas, le llevan la comida y artículos básicos a casa, pierde la noción del tiempo… Solo vive en el mundo real para comer, ir al baño y dormir y odia esos breaks. Engorda muchísimos kilos y tiene que imponerse un programa diario de ejercicio y una dieta. Llega a tal extremo, que utiliza unas vitaminas “compensa falta de sol” y un producto para perder todo el pelo de su cuerpo, en parte para que su traje se adhiera bien y en parte para no perder el tiempo en cosas como afeitarse y lavarse la cabeza. Y en esa imagen de un chico calvo de 18 años totalmente aislado del mundo, viviendo voluntariamente en Matrix, estaba el warning call más potente sobre las consecuencias terribles del aislamiento, soledad y toxico escapismo del mundo que se nos viene encima. La novela no es el mejor capítulo de Black Mirror, pero la famosa serie británica tampoco es para todos los públicos. En un producto taquillero habría tenido la fuerza y el calado suficiente como para formar parte del imaginario colectivo.

La solución obvia y naif a lo Disney Channel de “vamos a prohibir OASIS dos días por semana porque hay que vivir en el mundo real con los seres queridos”, no solo es insultante para el público, sino que sería un desastre para OASIS. Considerando que la mayoría de los negocios y la educación pública se gestionan a través del invento de Halliday, esto tendría unas consecuencias catastróficas para la economía y las futuras generaciones.




Conclusión

Y volviendo a la cita del comienzo, Ready Player One es una entretenida movie, pero tenía potencialidad de ser un film. ¿Quién puede contentarse con eso? Además, se echa imperdonablemente de menos que dos de los mayores iconos ochentiles, el propio cine de Spielberg y Star Wars, tengan escasa o nula presencia en el film (la palabra “padawan”, algún juguetito, nada más). Basar una película en la nostalgia ochentera y no recrearse en ambos es como ir por primera vez al Reina Sofía y no visitar el Guernica. No tiene sentido.

Querido Spielberg, sintiéndolo mucho, tal vez no deberías haber dirigido tú esta película.









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16 October 2017

Blade Runner 2049: ¿Juegan los androides con canes eléctricos?



[Todo lo que escriba puede ser utilizado en mi contra dentro de 35 años]

2019 (y muchas lágrimas en la lluvia después)

Cuando se estrenó Blade Runner, hace 35 años, un considerable número de crític@s la masacró sin piedad. A este lado del charco, Diego Galán, crítico de cine y futuro director del Zinemaldia, la calificó como “historieta pretenciosa”, y añadió “me parece en ocasiones un spot televisivo que una película hecha seriamente”. No fue el único en considerarla pretenciosa y vacía. Sin embargo, hoy día, solo algún/a millennial pedante se atrevería a ponerle pegas o a despojarla de la etiqueta de “obra maestra” (yo misma necesité más de un visionado durante mi adolescencia para enamorarme irremediablemente de ella).

Lejos de mi intención equiparar el impacto y la trascendencia de la original con su recién estrenada secuela, pero tras una semana rumiándola (obsesivamente), lo único que tengo claro es que necesito más visionados y un DeLorean para tener la suficiente perspectiva como para hacerle justicia. Es imposible ver el film de Villeneuve sin las expectativas infladas y/o las garras de Wolverine muy afiladas. Al fin y al cabo, (casi) tod@s la queremos mucho y, a estas alturas, ya hemos visto demasiadas naves en llamas más allá de Orión.




2049

En esta reinvención/continuación/evolución de la mitología Blade Runner, nos encontramos con un planeta ya definitivamente devastado tras los efectos del calentamiento global + gran apagón digital, en los que la naturaleza y (¿todos?) sus habitantes no humanos han sido eliminados, mientras que la civilización, por otra parte, ha sufrido un retroceso a casi todos los niveles y se muestra irremediablemente condenada. El terrorífico y postapocalíptico panorama la emparentaría con La Carretera de McCarthy, sino fuera por la aparición de un gurú (nuevo dueño, además, de la Tyrell Corporation), capaz de crear cosechas sintéticas y, de este modo, salvar a la humanidad temporalmente de la extinción (Vemos “granjas de proteínas” o criadores de gusanos, una solución especista e innecesaria, que parece querer subrayar la humillación antropocentrista de un ser humano que tiene que rebajarse a comer al único ser que podría sobrevivirle).




Y en este familiar, opresivo y decadente clima de degradación humana, siguen existiendo nuevas versiones de ell@s, los nexus, esclav@s cuasi perfect@s diseñad@s para convertirse en versiones mejoradas de los humanos en (casi) todos los aspectos  (que en esta versión adquiere interesantes matices darwinistas). Ell@s se encargan de todo lo que nosotr@s no queremos hacer, e  incluso, de “retirar”, paradójicamente, a individuos de su propia especie mediante policías llamad@s blade runners (Y todo, sin fecha de caducidad). Mediante el viaje emocional y vital de uno de estos blade runners, el agente K (soberbio Ryan Gosling), encontramos, casi, la misma ruta filosófico-humanista-existencial del film del 82, pero ampliada, desarrollada y actualizada (si con acierto o de forma superficial, depende del criterio de cada espectador/@). 




Opinión

Blade Runner 2049 es una delicia sensorial, un espectáculo visual, artística y técnicamente exquisito y apabullante, eso es innegable. Por lo tanto, quienes planeen verla en pantalla pequeña, por el motivo que sea, deberían replantearse esa opción, además de su supuesta cinefilia (allá vosotr@s si no queréis quedaros sin aliento).
En el plano interpretativo brillan absolutamente tod@s, especialmente Silvia Hoeks (descubrimiento y el mejor y más definido personaje femenino, en mi opinión), Ford (ojo a la escena interrogatorio) y (suspiro) Gosling, cuya elección como replicante deprimido con crisis de identidad no podría entusiasmarme más.

Los contras no tienen tanto que ver con el ritmo plomizo (básicamente, igual que el de la primera parte), el “excesivo” metraje (cuando acabó me quedé clavada con un “¿ya está?” en la butaca), o con la falta de una soundtrack que haga justicia a su dirección artística y fotografía prodigiosas (Vangelis, I miss you!), sino con algún cuestionable y caprichoso giro de guión que no desvelaré y lo desaprovechado de algún personaje (Hello, Niander Wallace!).




Que este futuro distópico este profundamente hipersexualizado no es una sorpresa. Sin embargo, llama poderosamente la atención que se subrayen en los personajes femeninos, básicamente y de forma insistente, el rol de madre y el de geisha (no, Ana de Armas está estupenda, pero esa Her/Criada/Chica-para-todo complaciente y unidimensional no mola nada y solo existe para definir y exteriorizar los pensamientos/sentimientos de K y ampliar su arco dramático). L.A vende sexo por todos sus rincones, desde las calles hasta los monumentales hologramas, pero todas esas ofertas, TODAS, vienen de la mano de mujeres y solo son ellas las que se desnudan y sexualizan en el film.

Aunque en un primer momento lo interpreté como un imperdonable muestra de sexismo por parte de su guionista y director, ahora quiero pensar (¿autoengaño?) que este subrayado de todas las formas de explotación hacia la mujer tienen una intencionalidad de denuncia coherente con el discurso del film (Al fin y al cabo, la humanidad ha sufrido un retroceso brutal y las libertades y derechos sociales no son una excepción).




También llama una atención la hetero-homogeneidad sexual del film ante la que es difícil no preguntarse: ¿Por qué no hay hologramas de hombres desnudos? ¿Es que los hombres no pueden ser objetos sexuales en las distopías? ¿dónde están los personajes gays? ¿No se supone que el futuro es bisexual? Una crítica aseguraba muy lúcidamente que “aún no hay formas de encajar ciertas narrativas no heterohegemónicas sin que resulte forzado”. Es una “food for thought” que, enlazada con la hipótesis anterior, explicaría por qué la mayoría de las historias de ciencia ficción (o no) que nos llegan parecen dirigidas por Vladimir Putin, pero a mí, personalmente, me habría encantado conocer, por poner un ejemplo, a un agente K bisexual.




Conclusión

Blade Runner 2049 es un magnético, sugerente, elegante e imperfecto cuento visual, que prefiere susurrar/introyectar ideas a través de unas poderosísimas imágenes que ofrecer respuestas claras (imágenes que, posiblemente, acaben formando parte del inconsciente colectivo). Narrativamente más sutil y menos lírica que su predecesora (no por ello fría, como he leído en varias críticas),  contiene, a pesar de todo, suficientes elementos como para poseer entidad y personalidad propias y justificar su existencia. ¿Se perderá en el tiempo como copos de nieve sobre los rostros? Yo apuesto que no, pero solo nuestros yo del futuro tienen la respuesta.
   



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12 March 2017

Top 20 del maldito 2016




¡Gracias, cine!

No puede ser casualidad que durante el año más fatídico y surrealista que me (¿nos?) ha tocado vivir la cosecha cinematográfica haya sido tan excelsa, como si alguna ley compensatoria cósmica (o ley de las polaridades) estuviera operando para tratar de compensar tanta desgracia y de reafirmar, de paso, nuestra cinefilia.

Sobre Frantz, su última película, François Ozon confiesa querer hacer “un elogio de la ficción para enfrentarnos a la realidad” y asegura que “para eso está el cine”. Por mi parte, solo puedo decir: gracias, séptimo arte, por rescatarme, una vez más, cuando más te necesitaba, gracias por ayudarme a vivir.


About this top

Cuando tienes la suerte de asistir a festivales de cine llega un momento en el que ves un número considerable de películas que no se han estrenado en salas. Por este motivo, cuando llega la hora de hacer un balance anual, observas con estupor como algun@s cinefil@s incluyen en su top películas que tu viste hace 2 o 3 años (y que ni sabías que se habían estrenado) y, al mismo tiempo, te ves obligad@ o excluir dolorosamente films que han marcado tu año pero que aún siguen pendientes de estrenar. Este año, por coherencia, además de las cintas que he visto es cines, voy a incluir, al mismo tiempo, películas que me quede con ganas de comentar en el 2015 y que se han estrenado este año y las que he visto en la última edición del zinemaldia y que están a punto de asomar a nuestras pantallas.

(El orden es prácticamente aleatorio. Nunca he sido capaz de hacer tops monolíticos o de asegurar con rotundidad a quién quiero más. Solo el número uno es incontestable).





20- The Witch/La Bruja (Robert Eggers, USA)

Lo mismo da que se vea como una crítica al fanatismo religioso, un poderoso retrato psicológico de proyecciones, expectativas y “profecías autocumplidas”, un cuento de terror o una mera reivindicación feminista o relato de empowerment femenino, La Bruja es de una sencillez y contundencia deslumbrantes, además de profundamente perturbadora. Resulta imposible olvidarla.




19- Anomalisa (Charlie Kaufman & Duke Johnson, USA)

Anomalisa no va sobre un hombre gris que es incapaz de conectar con l@s otr@s, va sobre un tipo filofobico incapaz de encontrar en su interior lo que inútilmente busca en su exterior. Ser hiperexigente y super selectivo en sus relaciones sociales es el único método de protegerse del dolor ineludible y evitar una conexión genuina con otro ser humano. Posiblemente, una de las obras de culto de estos deshumanizados y desconectados dosmiles. Dolorosamente lúcida.




18- Virgin Mountain/Corazón gigante (Dagur Kári, Islandia)

Una historia sobre un loser que, en realidad, no lo es tanto. Un retrato inolvidable, tierno y profundamente humano de la inadaptabilidad a la norma con el que casi tod@s, en mayor o menor medida, podemos identificarnos. Un film agridulce aunque esperanzador que duele y sana y un protagonista memorable y achuchable que no es de este mundo. Una delicia que crece, crece y crece en el recuerdo.




17- Mustang (Deniz Gamze Ergüven, Francia)

Sólo se le puede poner una pega: el maniqueísmo que demuestra hacia sus villanos masculinos. Por lo demás, Mustang es un delicioso y rabioso relato de rebeldía, feminismo y empoderamiento femenino, tan hermoso y agridulce como, y tan dolorosa y asperamente realista como esperanzador. El mundo sigue necesitando historias como esta. Su sola existencia es un milagro.




16- Zootopia/Zootrópolis (Byron Howard, Rich Moore y Jared Bush, USA)

Disney, uno de los máximos culpables de perpetuar los introyectos sexistas más tóxicos y de abonar el inconsciente colectivo con expectativas (románticas o no) imposibles, ahora va y se saca de la manga una inspiradísima historia feminista pro-igualdad y anti-ismos (racismo, sexismo, especismo, clasismo, da para todo) protagonizada por una encantadora conejita que, además de combativa, para colmo es la mar de divertida. Y solo queda preguntarse, ¿por qué no la tuvimos de niñ@s, por qué? Y no queda más remedio que casi perdonarle al tito Walt los descalabros que ha causado en tu vida sentimental…




15- Sing Street (John Carney, Irlanda)

Sólo por ser capaz de trasladarte a los muy agridulces 16 años, Sing Street merecería estar en esta lista. Pero es que además de frescura y nostalgia a raudales, tiene buenas canciones, derrocha encanto, ternura y romanticismo y resulta profundamente conmovedora. Mr E en Cosas que los nietos deberían saber nos contó mejor que nadie que la música puede salvarte la vida. John Carney conoce la veracidad esta afirmación y la ha hecho película. Sólo le veo una gran pega: que siempre se nos cuenten estos relatos de iniciación vital/creativa/musical desde el punto de vista masculino. A las chicas los musos nos inspiran bastante más que el clásico (y odioso) radical cambio de look.




14- Right Now, Wrong Then/Ahora sí, antes no (Hong Sang-soo, Corea del Sur)

En el cine se permiten segundas oportunidades. En la vida no. Tal vez por eso resulta tan estimulante este ejercicio que nos propone Hong Sang-soo de narrarnos la misma historia de amor (chic@-comoce-a-chic@), pero con las suficientes variaciones, aparentemente sutiles, como para que el desenlace sea radicalmente diferente. Y este díptico rezuma tanto romanticismo y sabiduría y el resultado resulta tan deslumbrante, que no queda más remedio que rendirse ante él.




13- Kubo and the two strings/Kubo y las dos cuerdas mágicas (Travis Knight, USA)

La odisea en la que se embarca el pequeño Kubo resulta tan emotiva, original y bien narrada, como visualmente prodigiosa. Toda una oda al poder y la magia de la narrativa, emocionalmente compleja, oscura, llena de matices y de personajes inolvidables (esas hermanas gemelas de pesadilla) es una de las cintas más fascinantes y hermosas que este año se han podido ver en una pantalla grande. ¡Viva el origami!




12- Elle (Paul Verhoeven, Francia)

No hay nada de convencional en Elle, desde su protagonista, una ambigua y perversa Isabelle Hupert en (permanente) estado de gracia, hasta una trama compleja y acidísima, que abraza varios tonos y géneros con todo descaro, desafiando, golpeando y retorciendo la moral, los prejuicios e introyectos, hasta incomodar profundamente y noquear al espectador. Elle es un perturbador desafío salpicado de humor negrísimo que, además, supone un sacudida extra si la que se enfrenta a ella es una mujer. Imprescindible.




11- レッドタートル ある島の物語 (La tortue rouge)/La Tortuga roja/ (Michael Dudok de Wit, Francia)

Hay films que, al descubrirlos por vez primera, te plantean ideas e impresiones antitéticas. En el caso, de La tortuga roja, en mi mente surgió un “¿cómo se le habrá ocurrido a alguien semejante maravilla?” y, al mismo tiempo, “¿cómo es que nadie la había creado hasta ahora?”. Y es que esta fábula silente resulta tan universal, tan profundamente humana, tan deslumbrantemente simbólica y lírica que la conocemos desde siempre (o, más bien, la reconocemos).




10- Room/La habitación (Lenny Abrahamson, Irlanda)                                

Hay dos partes muy diferenciadas en Room. La primera es una obra maestra, estremecedora y llena de una intensidad desbordante. Sus dos intérpretes (prodigiosos ambos) consiguen que empatices con ellos hasta tan extremo que su cárcel se convierte provisionalmente en la tuya. Luego llega un desenlace menos deslumbrante, más convencional y mucho menos incisivo, desde un punto de vista psicológico, que la historia requería, pero a pesar de ello, Room narra una de esas historias tan desgarradoramente luminosas y profundamente humanas que el cine nos regala de vez en cuando, que nos araña irremediablemente todas y cada una de las fibras del cuerpo.




9- Saul fia (Son of Saul)/El hijo de Saúl (László Nemes, Hungría)

No es un film sobre el holocausto: es un film que te hace experimentar el holocausto prácticamente en primera persona. Posiblemente, una de las mejores (y más aterradores) experiencias fílmicas que tengamos este año (¡y es una ópera prima!). Dolorosísima y brutal, pero absolutamente imprescindible.




8- Carol (Todd Haynes, UK)

El film más exquisito, elegante y sutil del año. Sus escenas poseen tanta perfección y belleza que, en un primer visionado, pueden enmascarar el drama desgarrador que Haynes nos está contando. Es imposible no prendarse de ambas protagonistas, ambas perfectas, y no conmoverse ante uno de los mejores finales que el cine nos ha obsequiado este año. La belleza abrumadora de Carol crece y adquiere poderosos matices en el recuerdo. Maravillosa.




7- Nocturnal Animals/Animales nocturnos (Tom Ford, USA)

La dictadura de la (auto)imagen, la culpa, la venganza, el vacío social, la cobardía artística y vital, la toxicidad suicida de la zona de confort, los roles sexuales y la masculinidad, el uso del arte como terapia y exorcizador de fantasmas… de todo esto y algo más habla la segunda película de Tom Ford. Como animal nocturno y contadora de historias, no puedo evitar rendirme ante este ejercicio de “arte que habla del arte” de una forma tan perversa como dolorosa. Nocturnal Animals es un film que me araña el alma y me recuerda, entre muchas cosas, aquella famosa cita de Woody Allen en Manhattan “El talento es suerte. Creo que lo importante en la vida es el coraje”.




6- Umimachi Diary/Nuestra hermana pequeña (Hirokazu Koreeda, Japón)

Hay una palabra que define la belleza y magia de esta película (y el cine Koreeda, en general) mejor que ninguna otra: sakura (flor de cerezo japonés). Umimachi diary no tiene vocación de obra maestra (ni falta que le hace). Es pequeñita y modesta, pero nadie negará que resulta imposible no caer embelesad@ bajo sus deslumbrantes túneles de cerezos en flor. Yo de mayor quiero vivir en una película de Kore-eda (y probar su licor de ciruela).




6- Ma vie de Courgette/La vida de Calabacín (Claude Barras, Suiza)

Este cuento luminoso, tierno y profundamente humanista de 70 minutos es todo un prodigio de concisión narrativa y conexión emocional con el espectador. Cada personaje, desde los niños a los no siempre entrañables adultos, tiene una personalidad muy clara y definida y resulta querible hasta el punto de derrochar emotividad. Contrapunto sano y necesario a los dark times que nos han tocado vivir, Ma vie de courgette es uno de esos films “prozac” hechos con tanto mimo y talento que confirman y renuevan tu cinefília.




4- Shan he gu ren (Mountains May Depart)/Más allá de las montañas (Jia Zhang Ke, China)

Jia Zhang Ke no sólo radiografía las transformaciones socioeconómicas, culturales y paisajísticas que vive la gran China, la sumisión a los valores del dinero y del triunfo, así como la pérdida de las raíces, del idioma y de la identidad cultural del nuevo paradigma capitalista, sino que muestra, de forma lucidísima, las consecuencias y las heridas de ser separado de los seres que amas (y lo potencialmente sanador que resultaría ese reencuentro). Maravillosa.




3- Paterson (Jim Jarmusch, USA)

Jarmusch no solo nos muestra la belleza de la (gris) vida cotidiana, nos enseña qué es ser poeta: vivir en la continua sinestesia, alimentarse de las pequeñas y grandes cosas que te rodean y maravillarse ente su magia. Pocas veces hemos podido ver este proceso en una película. Todo es sutil y delicado en Paterson, desde las poesías y la interpretación de Driver hasta su relación, no solo con su chica, sino con los personajes con los que se va relacionando (la escena de la niña y, sobre todo, la del encuentro con el japonés, son pura magia). Paterson “cae sobre nuestros hombros como los cabellos de una adolescente” y nos refresca.




2- Toni Erdmann (Maren Ade, Alemania)

La primera película galardonada con el premio Fipresci dirigida por una mujer (subrayado y suspiro de ¿pero cómo han podido tardar tanto?), es de una osadez y equilibrio funanbulil que cuesta creer que exista. Tan pronto resulta hilarante y absurda como dolorosamente seria, sabia y profunda. Y son tantas las veces que noquea que resulta imposible permanecer indiferente o no plegarse ante su inteligencia. Toni Erdmann no sólo crece en el recuerdo, sino que su protagonista masculino se queda contigo para siempre y a menudo te descubres recordándolo con una carcajada/sonrisa.




 1-Arrival/La Llegada (Denis Villeneuve, USA)      

La experiencia que nos propone Villeneuve supera todas nuestras expectativas como espectadores porque el MacGuffin alienígena es la excusa perfecta para hablarnos, por un lado, de la celebración de comunicación como base moral, social y política de nuestra (y de todas) las sociedades y de la trascendencia del lenguaje como instrumento pacifista y, por otro, nos plantea el estudio del duelo por un ser querido que acaba resultando toda una celebración de la vida. Todo ello desde una perspectiva intimista e insólita hasta la fecha. Estrenada (¡oh bendita causalidad!), en el momento en el que más se la necesita (reforzando así su mensaje), la cinta de Villeneuve contiene casi todas las cosas que amo en una película, y es, en mi modesta opinión, la mejor película de este fatídico y odioso 2016. ¿Obra maestra? Posiblemente.



Guilty pleasure?




Hail, Caesar!/¡Ave, César! (Joel & Ethan Coen, USA)

En un año en el que la risa debería tener la cualidad de prescripción médica, importa poco que esta sea una obra menor de los Coen, que resulte decepcionante en su conjunto o que sus historias estén deslavazadas, porque el buen rato que te hace pasar es incuestionable. ¡Gracias, Coen bros!


La frase



No por inteligente, profunda o incisiva, sino por necesaria:

“Rebellions are built on hope.” (Las rebeliones se basan en la esperanza), Rogue One.


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