Eva no duerme
Comenzamos
el intenso día con Eva no duerme. Pregunta sin resolver: ¿cómo es posible que esta
historia no se haya contado antes? El embalsamadísimo cadáver de Evita, esa
heroína/villana introyectada (y enquistada) en el inconsciente colectivo
argentino como el mayor ídolo y la mayor
agitadora de masas de la historia, fue sacado de Argentina tras un golpe de
estado y se mantuvo 20 años oculto para regresar finalmente a su patria a mitad
de los años 70 (oséase, 25 años después).
Valiéndose
de imágenes de archivo y vertebrado en torno a 3 episodios protagonizados por 3
personajes distintos (“el embalsamador”, “el transportador” y “el verdugo”),
esta algo deslavazada mezcla de documental y ficción resulta un interesante y
arriesgado experimento socio-político-emocional a medio camino entre la crítica
y la fascinación que, en ocasiones, se ve lastrado por sus teatrales formas
(atención a la muy realista escena de lucha del segundo episodio). ¿Dormirá Eva
ahora?
Vida
sexual de las plantas
Y
del aún muy presente icono argentino a una pequeña e íntima historia chilena de
la sección “Nuev@s director@s” (¡gracias, zinemaldi, por los subtítulos en inglés!)
que tiene el ingenioso título de Vida sexual de las plantas. Una pareja
enamorada con un pie en el altar y el siguiente en la paternidad, ve
bruscamente truncada su felicidad por culpa de un tontuno accidente que deja
secuelas psíquicas y psicológicas en el personaje masculino. Ella, botánica de
profesión e incapaz de sobrellevar el hecho de que su gran amor se haya
convertido en una versión apática e infantilizada de sí mismo, decide cortar la
relación. Tiempo después comienza una relación estable pero desapasionada con
otro hombre, pero en ningún momento consigue olvidar al hombre que abandonó.
Aunque
Sebastián Brahm peque de ambicioso y nos maree y confunda ligeramente con sus
elipsis, desaprovechando, en parte, el potencial enorme de esta interesante
historia, hay una indudable chispa en este difuminado relato de amores
frustrados que sorprende y engancha, gracias a las contenidas interpretaciones
de sus protagonistas y la estimulante originalidad de su propuesta. Brahm, no
sólo nos muestra a sus personajes sin juzgarlos, sino que resuelve el conflicto
de la protagonista de forma más que satisfactoria. Recomendable.
Trois
souvenirs de ma jeunesse
La
detención y posterior interrogatorio a causa de ciertas irregularidades
halladas en su pasaporte resulta el MacGuffin perfecto para retrotraerse a 3
momentos clave de la infancia, adolescencia y primera juventud del
protagonista. Sin embargo uno de ellos constituye la verdadera esencia de la
película y hace figura sobre el resto: Esther, el gran amor de su vida.
Intensamente
romántica, nostálgica y verborreica
(incluso extenuante, en algunos momentos), esta iniciática Trois
souvenirs de ma jeunesse (sección Perlas) nos zambulle en una muy bien
narrada love story en la que sus
protagonistas se encuentran, al mismo tiempo, distanciados a la fuerza y
condenados a estar eternamente enamorados. Y aunque puedan resonar ecos de
otras historias similares en nuestra mente o el personaje de Esther nos
resulte, al comienzo, absolutamente insufrible y prepotente, contiene momentos
de una belleza y un romanticismo deslumbrantes (y ese sorprendente epílogo).
Nadie parece darse cuenta, pero Quentin Dolmaire, su talentoso actor
protagonista, es clavadito a Taron “Kingsman” Egerton.
High-Rise
Dicen
que High-Rise
aún no ha encontrado distribuidora en España. El motivo no es que su
presupuesto sea desorbitado, sino que el film es una locura absoluta y tan
radical y perturbador que es imposible que deje indiferente a un solo
espectador. No descubrimos nada nuevo al comentar que el escritor J. G. Ballard
se adelantó a su tiempo en plenos años setenta. Tras muchos tumbos e
indecisiones, finalmente, Ben Wheatley ha sido el valiente en llevar ésta, una
de sus más controvertidas novelas, a la gran pantalla.
Los
angloparlates califican como una “dog eat dog situation” aquella en la que una
persona haría cualquier cosa para triunfar y llevar a cabo su cometido,
independientemente del daño o de las consecuencias que pueda suponer para
otros. High-Rise sitúa esta premisa, tanto de forma metafórica como
real, en una Babel inmobiliaria o un edificio retro-futurista dividido en
estratos sociales que es como un microcosmos en el que todas las necesidades
humanas, tanto naturales como inducidas y artificiales, puedan satisfacerse
(posee supermercado, gimnasio, piscina y prostíbulo, entre otras. La
dependencia hacia la tecnología es absoluta y solo se sale de el para
trabajar).
¿Cómo
es High-Rise?
Noqueante, caótica, brutal, excesiva, psicótica, perturbadora y asfixiante.
Funciona, además, a muchos niveles “Dog eat dog” que muestran lo peor de la
naturaleza humana. No sólo es una clara crítica al capitalismo neoliberal, sino
también al consumismo voraz y a la deshumanización humanista y tecnológica que
ya padecemos. Exigente con el espectador, además de no ofrecerle un momento de
tregua frente a su degradado espejo, le pide que continuamente rellene los gaps
que presentan sus múltiples elipsis. Es una lástima que pierda gas, y se
disperse y abuse de la reiteración y el subrayado en su segunda mitad (y
también que los personajes no estén tan definidos o presentes como nos gustaría
a lo largo del metraje), pero High-Rise es una potencial obra de
culto que, sin cansancio plomizo y saturación festivalera mediante, quiero y
voy a revisar (atención, además, a la genial versión de S.O.S. hecha por
Portishead). Si no figura en el palmarés de esta edición, el jurado demostrará
una preocupante ceguera y un nulo sentido del riesgo. Fingers crossed!
Momento
fan:
*
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