28 October 2012

Ruby Sparks: Little Miss Artist




Calvin Weir-Fields (Paul Dano) es un escritor precoz al que, con apenas 19 añitos, le colgaron el sambenito de “nuevo Salinger”. Una década más tarde, incapaz de escribir nada trascendente y escudado en su neurosis, se ha aislado del mundo, no tiene amigos, viste como un cincuentón y es el único veinteañero del mundo que sigue utilizando una máquina de escribir. Cuando su sequía creativa alcanza su cota máxima, Calvin comienza a soñar con una misteriosa chica a la que llama Ruby Sparks (Zoe Kazan), encontrando, de golpe la inspiración que le falta. Todo parece ir sobre ruedas hasta que un día, de repente, Ruby se traslada de su inconsciente a su cocina. ¿Será una alucinación o una mujer de carne y hueso?
 
 

 
Con esta premisa argumental, confieso que esperaba encontrarme con La rosa púrpura de El Cairo meets Pigmalion meets 500 days of Summer. Una romántica dramedy indie con manic pixie dream girl incluida, bien escrita e interpretada, llena de frases ingeniosas, ácidas e inteligentes, gags divertidos, y un final con cierto regusto amargo. Sin embargo, me topé con un film inclasificable, mucho más descarnado, doloroso e incisivo y bastante menos amable.
 
 
Se nos presenta como la última película de Jonathan Dayton y Valerie Faris, los directores de la maravillosa Little Miss Sunshine, sin embargo, tras su visionado y sin quitarle mérito a esta pareja artística y sentimental, no cabe duda de que la criatura pertenece casi por completo a Zoe Kazan (nieta de Elia Kazan y novia de Paul Dano en la vida real), todo un talento multidisciplinar que no sólo la protagoniza, sino que firma ella solita el guión y es una de sus productoras ejecutivas (¡y todo sin cumplir los 30!).
 
 
Y tal vez porque la guionista es una mujer que escribe sobre un hombre que escribe sobre una mujer, el film se centra bastante menos en el falocéntrico “chico conoce chica que le desquicia, enamora y cambia la vida” y bastante más en la idealización del amor, en la finísima línea que separa el mundo real de la imaginación y en la incapacidad de ver, aceptar y amar al otro por lo que es, en lugar de por lo que necesitamos/queremos que sea.
 
 
 
Exhibiendo una insólita y envidiable madurez, Kazan no sólo se burla del concepto de manic dream pixie dream y de algún que otro tópico romántico más a través de su estupendo personaje, sino que nos habla del machismo implícito en el mito de Pigmalión (una mujer del siglo XXI no desearía, por ejemplo, que su hombre ideal no tuviera vida propia y estuviera únicamente pendiente de ella), de la ridícula necesidad de crontrol (del otro, del nuestra propia vida), y del egoísmo, intransigencia y egocentrismo infantil de muchos artistas y creadores, tan ensimismados en su felicidad y crecimiento, que siempre establecen, incluso inconscientemente, vínculos asimétricos en los que exigen mucho más de lo que dan.
 
 
Comenzamos simpatizando con un neurótico Paul Dano (¡ya era hora de que tuviera un protagonista este chico!), como hicimos con Joseph Gordon-Levitt en 500 days of Summer, e incluso lo comparamos con un joven Allen, pero a medida que transcurre el metraje ya no nos cae tan bien. Y es que (especialmente si tenemos inquietudes creativas) vemos en él demasiados rasgos y actitudes que detestamos en nosotr@s mism@s.
 

 
Aunque esta Ruby no sea del todo original, pierda fuerza hacia la mitad del metraje y sus secundarios no nos convenzan del todo, bien por falta de minutos en pantalla (ese comprensivo psicólogo), por demasiado estereotipados (el testosteróneo hermano), o por prescindibles y cansinamente excéntricos (los padres de Dano parecen sacados directamente de Los padres de él), además de un estupendo guión y dos protagonistas en estado de gracia, hay en Ruby Sparks una escena atroz, desgarradora, cruelísima (de las más intensas e impactantes que he visto en mucho tiempo), que no sólo nunca habríamos previsto al comenzar la película, sino que nos deja emocionalmente K.O. y eleva en muchos enteros una película lúcida, profunda, honesta y dolorosa, pero, al mismo tiempo, fresca, mágica y esperanzadora. Imprescindible.
 
 
Las frases:
“Enamorarse es un acto de magia. Escribir también lo es”
“Todo escritor puede atestiguar, en su estado más afortunado y feliz, que las palabras no provienen de uno, sino que pasan a través de uno”.
 
 
 
Canción de su B.S.O que no me quito de la cabeza
 

 
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19 October 2012

Carta a Woody desde Roma

 
 
 
Querido Woody,

Ha pasado sólo un año desde que nos encontramos en Paris. Recuerdo que aquella visita agridulce, pero esperanzadora, me animó a aguardar nuestro próximo encuentro con una renovada ilusión. Desgraciadamente, tu tour romano no ha colmado mis expectativas.
 
 

Mucho se ha hablado de tu hiperactividad fílmica. No quiero poner el dedo en la llaga, pero tengo la impresión de que, como tu personaje en A Roma con amor, un miedo irracional a la muerte, junto con una intuida (y confirmada a lo largo de muchos films) neurosis insoportablemente rumiadora, hacen que te embarques en un proyecto tras otro para mantener la mente ocupada, como un ejercicio de autoterapia que muy pocas veces da buenos resultados, creativamente hablando.
 
 

Me duele decírtelo, pero Roma no te va, Woody. No conectas con el carácter mediterráneo, o, simplemente, no le pones ganas, como ya demostraste en Vicky Cristina Barcelona. Aunque la película no se hace tediosa en ningún momento e, incluso, arranque alguna que otra sonrisa, la sensación final es la de haber asistido a un concierto con los instrumentos descuidadamente desafinados.
 
 

De tus cuatro episodios, tal vez el protagonizado por Jesse Eisenberg resulte el mejor escrito, pero carece de tu ingenio y garra (además de ser profundamente misógino) y no nos muestra nada nuevo que no nos hayas mostrado antes.
 
 

Tu historia, por otra parte, es la más divertida y Alleniana. Nos dejamos llevar porque la idea es ingeniosa y porque tus películas siempre ganan muchos enteros cuando apareces tú, sin embargo, a base de escenas repetidas y alargadas en exceso y un desenlace un poco torpe, esa idea brillante que tanto nos gustaba, se acaba desinflando.
 
 

Roberto Benigni, a priori, parece el actor ideal para encarnar a ese hombre gris y anodino al que la fama sacude de repente. De nuevo, la idea nos seduce, pero no su repetición ni la débil moraleja que la sostiene.
 
 

Sin embargo, es en ese cuarto episodio (u homenaje felliniano, como seguro quieres llamarlo), cuando la película más flaquea. Trasladar ciertas situaciones de confusiones y enredos sexuales aderezadas con un sentido del humor muy made in sixties a los dos miles es un ejercicio arriesgado. En este caso, querido Woody, y en mi modesta opinión, resulta de lo más fallido. Los únicos que puedan encontrarle cierta gracia son los fans de la inefable Escenas de matrimonio, el resto, sentimos cierta vergüenza ajena. Además, algunos elementos sobran, desde la horrible música machacona (que, aún días después no me puedo quitar de la cabeza) hasta el personaje de Penélope Cruz, metido con calzador (¿por qué solo le das papeles de mediterránea desquiciada o de prostituta?).
 
 

En fin, Woody, espero no molestarte con el contenido de esta carta. La familiaridad construida a lo largo de muchos años y títulos hace que eche mano de cierta honestidad que no emplearía con cualquiera. Quiero que sepas, que, a pesar de todo lo expresado en las líneas precedentes, sigo esperando rencontrarme contigo en un entorno mucho más satisfactorio para ambos. Sigues siendo uno de mis directores favoritos y mi fe en ti permanecerá incólume hasta el (lejano, espero) día que decidas colgar la claqueta.
 
 

Atenta y esperanzadoramente,

Alhy.


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08 October 2012

Zinemalding el cine que vendrá VII: Foxfire




Título: Foxfire

Dirigida por Laurent Cantet

Extraída de Sección oficial

Sinopsis: 1953, New York. Un grupo de adolescentes, hartas del ambiente represivo en el que viven y de la constante discriminación que sufren por ser mujeres y de clase baja, deciden canalizar toda su pasión y rabia en la formación de una sociedad secreta, en la que no sólo vivirán de acuerdo a sus propias normas y reglas, sino que no vacilarán en tomarse la justicia por su mano, cuando la situación lo requiera.
 
 

Crítica: Pocos argumentos resultan, a priori, más interesantes que el del tercer trabajo de Cantet. A tenor de sus dos reivindicativas películas anteriores (Recursos humanos y La clase), pocos directores parecían más dotados para sacarle todo el jugo a la segunda  adaptación cinematográfica de la novela de Joyce Carol Oates (por ahí pulula otra versión noventera protagonizada por una Angelina Jolie macarra version). Sin embargo, por muchas ganas que le pongamos, esta interesante historia no termina de cuajar.
Desde el primer momento, hay algo artificioso y desdibujado en Foxfire que hace que no nos creamos del todo a este grupo de adolescentes justamente enrabietadas. Será porque no se profundiza lo suficiente ni en el pasado de sus protagonistas, ni en sus problemas e inquietudes actuales, ni en su carácter. Hay, en todo momento, una especie de muro de contención que nos obliga a mirarlas desde mucha más distancia de la que nos gustaría y que no nos permite empatizar con ellas, ni siquiera en los momentos más emotivos y dramáticos de la película.
 
 
 

Da la sensación de que el film quiere abordar muchos temas (el machismo, la opresión femenina, el racismo, el anticapitalismo, el lesbianismo, la evolución de un grupo + el comportamiento grupal, el anticomunismo), pero termina sin ahondar satisfactoriamente en ninguno. Los personajes masculinos parecen estereotipos en lugar de hombres y las jovencísimas protagonistas (todas correctas, pero sin un ápice de carisma, en mi opinión) crecen y evolucionan porque no los dictan sus looks y sus cortes de pelo, pero en ningún momento (incluso tras los acontecimientos más traumáticos), vemos un cambio progresivo y sustancial en sus personajes.
Foxfire puede resultar una película fallida debido al potencial de la historia, las buenas y demostradas artes de su directo y las enormes expectativas que despiertan sus primeros minutos. Y es que dura demasiado para contarnos tan poco y de forma tan torpe y esquemática. Al acabar su visionado, la califiqué con un decepcionante 5.0. Días después de haberla rumiado, mi nota ha bajado a un 4.0. Una pena.



 
 
Anécdotas festivaleras: Katie Coseni, una de sus rebeldes chicas, fue galardonada, ex aequo, junto a Macarena García, con la concha de plata a la mejor actriz por esta película. Siendo un poco mala y sin menospreciar el trabajo de Coseni, admitiré que todo pinta a que el jurado quería meter a Foxfire en el palmarés a toda costa.




 
Lo que dará: En un año con muchos y muy buenos trabajos de nuestro país vecino, en el futuro, probablemente, Foxfire, ni se recordará, y, ni mucho menos, representará lo mejor de la cosecha.

 
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03 October 2012

Zinemalding el cine que vendrá VI: El último Elvis




Título: El último Elvis

Dirigida por Armando Bo

Extraída de Horizontes Latinos

Sinopsis: Carlos Gutiérrez ha olvidado su nombre, sólo quiere que lo llamen Elvis. Tiene un trabajo anodido como obrero metalúrico que le permite malvivir, una ex (a la que llama Priscilla) y una hija llamada Lisa Marie (of course) con las que no puede conectar ni comunicarse. Pero Carlos tiene un don excepcional: cantar como Elvis Presley. Su vida sólo cobra sentido cuando se sube a un escenario para “imitar” al gran rey del rock.
 

 
 
 
Crítica: A través de la genial metáfora de los imitadores musicales, Armando Bo construye una parábola sobre la insatisfacción vital y la falta de identidad tan comunes en nuestros días. Cuando no sabes quien eres y/o no te sientes cómodo en tu propia piel, resulta irresistible escapar por la salida más fácil. En este caso concreto, abandonar tu piel para habitar en la personalidad y la vida de otra persona y confiar en que ambas te fagociten.
 
Para su protagonista, un hombre de mediana edad deprimido, solitario, frustrado, obeso, prematuramente envejecido y alejado de la realidad, ser Elvis, haber heredado su voz, no sólo es una forma de rellenar sus huecos vitales, sino lo único que da sentido al hecho de haber llegado a este mundo. Uno de los grandes aciertos de El último Elvis, es que Armando Bo nos muestra la transformación psicológica del personaje sutilmente, sin recrearse ni enumerar sus síntomas clínicos, únicamente a través de reacciones y gestos, pero sin juzgarlo ni caer en el ridículo o la parodia.
 

 



Sumergiéndote en un Buenos Aires atemporal que podría estar en cualquier parte, con una dirección artística muy acertada y una maravillosa banda sonora en crescendo dramático, llena de temas genialmente interpretados (y capaces de ponerle la piel de gallina a cualquier espectador, melómano o no), el elemento más brillante de esta opera prima, sin embargo, es su protagonista, un John McInermy inmenso, totalmente entregado a un personaje inquietantemente real, capaz de reflejar, al mismo tiempo, patetismo y brillantez, y provocar en el espectador, de forma ambivalente, empatía y rechazo.
Como espectadora, son joyitas semidesconocidas como esta opera prima de Armando Bo las que dan sentido a un festival. Películas intimistas, aparentemente pequeñas y nada ambiciosas, pero que nos descubren historias complejas, universales y enormes, muy bien contadas e interpretadas, y que difícilmente habrías conocido de no ser por el Zinemaldia.
 
 
 
Anécdota festivalera: En una entrevista el director confesó que John McInermy, arquitecto de profesión que tiene como hobby/carrera paralela un show de tributo a Presley, era, en principio, el coach del actor que iba a interpretar a Elvis. Ante el abandono del proyecto de este último, justo dos semanas antes de comenzar el rodaje, una fortuita prueba de cámara cedió el papel a McInermy.
Esta película ganó, muy merecidamente, el premio Horizontes Latinos de la última edición del festival de San Sebastián.
 
 
 
Lo que dará: tras su paso por Sundance, su impulso en Donostia y sus buenas criticas en Argentina, espero y deseo que esta estupenda película llegue a estrenarse y disfrutarse en todos los cines posibles.
 
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02 October 2012

Zinemalding el cine que vendrá V: The Imposter




Título: The Imposter/ El Impostor

Dirigida por Bart Layton

Extraída de Zabaltegi perlas

Sinopsis: En 1993, Nicholas Barclay, un adolescente texano de 13 años, desaparece sin dejar rastro. Tres años más tarde, la policía española comunica a su familia que un joven encontrado en estado de shock en Linares (Jaén), asegura ser Nicholas. Cuando se produce el reencuentro, en lugar del adolescente rubio de ojos azules que recordaban, hallan a un joven de pelo y ojos castaños, unos años mayor de lo que, teóricamente, debería ser Nicholas. Sin embargo, lo reconocen y lo aceptan sin vacilar.
 
 

Crítica: Mirar el reloj de forma compulsiva durante una proyección suele ser un síntoma de impaciencia y/o aburrimiento. En mi caso, se convirtió en una forma de calcular los potenciales minutos de incomodidad y horror que quedaban hasta acabar la película.
Sería un alivio pensar que The Imposter es un inteligente y surrealista mockumentary y que todo parecido con la realidad es mera coincidencia, pero inconscientemente sabes que estas ante el que, probablemente, es uno de los mejores retratos sobre el autoengaño (y las carencias afectivas) vistos en la gran pantalla. Todos son impostores, desde su inquietante protagonista con rasgos psicopáticos hasta la desesperada familia, pasando por el hábil director, capaz de manipularte con astucia, para llevarte, exactamente, adonde a él le de la gana.
 
 

Navegando entre perturbadoras imágenes de archivo, entrevistas a familiares y testimonios de su protagonista, lo que finalmente duele de The Imposter no es la terrible historia que se cuenta, ni la posible empatía que puedas sentir hacía algunos de sus protagonistas, o las manipuladoras artes de su director, sino la certeza de que, en determinadas y muy extremas circunstancias, todos estaríamos dispuestos a llenar, desesperada y ciegamente, nuestro hambre de familia.  
 
Anécdota festivalera: lo más impactante de la presentación de The Imposter, no fue el español advanced y sin apenas acento británico de su joven director, sino el hecho de que el presentador spoileara, con premeditación y alevosía, el final del documental. Hubo quien el gritó, grosera pero merecidamente “¡Tio, menos mal que no nos estás presentando el Sexto Sentido!”.

 

Lo que dará: The Imposter es demasiado incomoda, perturbadora y angustiosa para llegar a ser un exitazo, incluso a base del boca-oreja, pero es uno de los films más valientes del año y resulta imposible olvidar el viaje que recorriste con ella.

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01 October 2012

Zinemalding el cine que vendrá IV: Argo




Título: Argo

Dirigida por Ben Affleck

Extraída de Sección oficial (fuera de concurso)

Sinopsis: En 1979 la embajada de USA en Teherán es ocupada por un grupo de iraníes, pero 6 de sus trabajadores consiguen escapar. Tras encontrar refugio provisional en la casa del embajador canadiense, el gran reto de la CIA es rescatarlos y sacarlos del país antes de que sean capturados. Para ello, recurren a un agente experto en secuestros al que se le ocurre un curioso e insólito plan: inventarse una película de ciencia ficción y hacer pasar a sus compatriotas por el equipo que pretende rodarla.
 




Crítica: Mezclando inteligentemente thriller político made in seventies, comedia ácida y drama, poco hay que reprocharle al tercer trabajo de Affleck tras la cámara.
Tras un trepidante y didáctico prólogo, el resto de la cinta, genialmente ambientada, transcurre en un crescendo de suspense y agradecidas gotas de humor autocritico y mordaz (a cargo de unos geniales Alan Arkin y John Goodman) que más que quitarle fuerza a la parte dramática, la fortalecen.

Affleck demuestra tener muchos amigos y/o muchos compañeros deseosos de ponerse en sus manos, que, al contrario de lo que pueda parecer, añaden veracidad a la trama. Argo está tan plagada de rostros conocidos, tanto de la pequeña como de la gran pantalla, que resulta curioso tratar de adivinar de dónde conoces a tal o cual actor/actriz.
 
 

Si bien es cierto que alguna subtrama no tiene la fuerza de la principal y que Affleck fuerza un poco el clímax final al más puro estilo made in Hollywood para darle aún más emoción a la historia, el resultado es, cuanto menos, interesante para los paladares más exigentes. En mi opinión, sin embargo, sin llegar a resultar redonda, Argo es una de las películas del año.

Anécdotas festivaleras: en el pase de prensa del Zinemaldia, el público no pudo reprimir su emoción y arrancó a aplaudir en una de las escenas clave del film.
Durante la rueda de prensa, Affleck confesó que el argumento de su tercera película como director es tan disparatado, que si no estuviera basada en hechos reales, nadie se la creería.
 

Lo que dará: Además de una sustanciosa taquilla y la confirmación de Affleck como director, la carrera de Argo podría llegar, incluso, hasta los oscars.

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