Dear
Mr Turing,
Siento
mucho que le tocara revolucionar y salvar una sociedad puritana, homófoba y retrógrada
que, paradójicamente, no sólo no supo agradecérselo ni apreciar su genialidad
visionaria, sino que lo maltrató, despreció y despedazó brutalmente sin ningún
miramiento.
Siento
también que el edicto en el que your Most
Gracious Majesty le exoneraba de todos los cargos en su contra llegara 50
vergonzosos e injustificables años más tarde.
Y
siento profundamente que el biopic que podría haber dado a conocer, finalmente,
su fascinante personalidad y su condición de precursor de la informática
moderna al gran público; ese que debería haberle recolocado, por méritos
propios, en el lugar histórico que merece, tenga todos los dolorosos defectos del
muy inconfundible “toque Weinstein”.
No
es justo que su biografía apeste a “eau
de formula”, Mr Turing, que no haya asomo de autenticidad en ella. No le
vemos a usted, a pesar de que el estupendo actor que lo encarna hace lo que
puede con un guión que no se atreve a explorar ninguna de las dos principales
tramas paralelas. Y es que ni la interesantísima “Descifrando Enigma”, ni la
concerniente a su torturada (y aspergeriana) personalidad y su homosexualidad reprimida
son desarrolladas satisfactoriamente. El espectador se queda a medias en todos
los aspectos. Ni llega a conocer las entrañas del invento que lo hizo célebre
ni consigue escrutar, ni de lejos, los entresijos de su corazón herido.
La
recreación de la época que lo vio nacer es rigurosa y exquisita y siempre es
una gozada ver interactuar a ese genial grupo de actores que encarnan a su
grupo de allegados, pero todo está narrado de una forma tan impersonal, tan dejá
vù, tan políticamente correcta, tan paladeada-dulcificada-moralizada y poco
arriesgada que resulta difícil disfrutar de los buenos momentos del film (que
los tiene).
Sin
ser del todo una mala película, siento mucho que su biografía no cayera en
otras manos más creativas, más brillantes y más valientes, más interesadas en contar su historia que en modificarla y
hacerla digerible para contentar (y no inquietar demasiado) al gran público.
Pero quiero que sepa que, a pesar de su sesgadísimo y desaprovechadísimo retrato,
su figura resulta lo suficientemente atractiva como para que muchos y muchas
sintamos la necesidad de conocerle por otros medios o de rendirle un pequeño
tributo a nuestra manera.
Atentamente,
Alhy
*
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