19 January 2015

The imitation game: I’m sorry, Mr Turing!





Dear Mr Turing,

Siento mucho que le tocara revolucionar y salvar una sociedad puritana, homófoba y retrógrada que, paradójicamente, no sólo no supo agradecérselo ni apreciar su genialidad visionaria, sino que lo maltrató, despreció y despedazó brutalmente sin ningún miramiento. 




Siento también que el edicto en el que your Most Gracious Majesty le exoneraba de todos los cargos en su contra llegara 50 vergonzosos e injustificables años más tarde.




Y siento profundamente que el biopic que podría haber dado a conocer, finalmente, su fascinante personalidad y su condición de precursor de la informática moderna al gran público; ese que debería haberle recolocado, por méritos propios, en el lugar histórico que merece, tenga todos los dolorosos defectos del muy inconfundible “toque Weinstein”.




No es justo que su biografía apeste a “eau de formula”, Mr Turing, que no haya asomo de autenticidad en ella. No le vemos a usted, a pesar de que el estupendo actor que lo encarna hace lo que puede con un guión que no se atreve a explorar ninguna de las dos principales tramas paralelas. Y es que ni la interesantísima “Descifrando Enigma”, ni la concerniente a su torturada (y aspergeriana) personalidad y su homosexualidad reprimida son desarrolladas satisfactoriamente. El espectador se queda a medias en todos los aspectos. Ni llega a conocer las entrañas del invento que lo hizo célebre ni consigue escrutar, ni de lejos, los entresijos de su corazón herido.  




La recreación de la época que lo vio nacer es rigurosa y exquisita y siempre es una gozada ver interactuar a ese genial grupo de actores que encarnan a su grupo de allegados, pero todo está narrado de una forma tan impersonal, tan dejá vù, tan políticamente correcta, tan paladeada-dulcificada-moralizada y poco arriesgada que resulta difícil disfrutar de los buenos momentos del film (que los tiene).




Sin ser del todo una mala película, siento mucho que su biografía no cayera en otras manos más creativas, más brillantes y más valientes, más interesadas  en contar su historia que en modificarla y hacerla digerible para contentar (y no inquietar demasiado) al gran público. Pero quiero que sepa que, a pesar de su sesgadísimo y desaprovechadísimo retrato, su figura resulta lo suficientemente atractiva como para que muchos y muchas sintamos la necesidad de conocerle por otros medios o de rendirle un pequeño tributo a nuestra manera.

Atentamente,


Alhy


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