Alice Lantins lo tiene casi
todo de cara a su particular galería: un buen trabajo en la revista Rebelle, una hija a la que adora, inteligencia,
ambición (rayana en el workaholismo), una generosa cuenta corriente, estatus y
belleza. A sus 38 años está a punto de
convertirse en la nueva redactora jefe de Rebelle,
sin embargo, un gran obstáculo se interpone en su camino: no es lo suficientemente
alocada o transgresora para hacer “soñar a las lectoras”. Un encuentro casual
con Balthazar, un encantador joven de 19 años, un malentendido y un tweet, harán
que sus compañeros y, especialmente, su jefe, la vean con otros ojos…
Admitámoslo, no hay un ápice
de originalidad en este exitazo de taquilla del país galo, cuya máxima pretensión
es el entretenimiento y la descarada venta de palomitas. 20 años no importan es
una comedia romántica muy francesa y muy americana al mismo tiempo, digna, pero
previsible y hecha para agradar (que no enamorar) a la mayor cantidad de
paladares posibles.
Aunque su (agradecido) argumento
se centra en las cada vez más habituales, pero aún terriblemente mal vistas
relaciones intergeneracionales entre mujeres con hombres mucho más jóvenes y
los prejuicios que estos generan, el guión se limita a subrayar y rascar en
algunas superficies, pero en ningún momento llega a profundizar o a echar mano
de la acidez o "bad milk" que sería deseable.
Salvo escenas puntuales, también
se desaprovecha la oportunidad de arrojar dardos venenosos sobre el escaparate
(nunca mejor dicho) del frívolo, ególatra y artificial mundo de la moda, el
divismo y la creación en el que se mueve su bellísima protagonista.
Recapitoliamo: si la
propuesta no es original, ni brillante, ni especialmente ingeniosa (podemos
decir que hay momentos en los que parece que el film parece ir guiado por una
especie de piloto automático), cae en algunos tópicos y tampoco aporta nada nuevo al género (o a nuestras
vidas), ¿por qué merece la pena verla?
La respuesta está en sus dos
protagonistas: Virginie Efira y Pierre Niney, dos absolutos desconocidos en
nuestro país (hecho que hace ganar enteros a la historia), que no sólo desprenden
una química desbordante, de esas que aparecen muy de tanto en tanto, sino que
bordan sus respectivos papeles. Simplemente, es una gozada verlos juntos. Sin
ellos, posiblemente, nos costaría un poco más creernos y dejarnos llevar por el
título de la película.
Aunque en la ficción a ambos se lleven 19 años, en el mundo real solo les separan 12. Viéndolos por separado, ambos se arriesgan a
sufrir el efecto Leo-Kate en Titanic: dos buenos actores que
físicamente no pegan ni con cola. Sin embargo, el hecho de que resulte creíble
que una mujer tan escultural y sexy como Efira, encaje y desprenda chispas al
lado del flacucho y del montón (aunque tierno y encantador) Niney, dice
bastante de la solvencia de un film que, de una forma u otra, consigue
camelarnos y dejarnos con una sonrisa bobalicona en la cara.
20 ans d’écart ("20 años de distancia") no será la mejor comedia que
veamos este año, bien sûr, pero si uno se deja llevar por ella sin prejuicios, resultará
un agradable, fresco, efectivo y, a ratos, divertido, escudo anti-rutina de hora y media.
Lo
peor: su previsibilidad y su falta de valentía, originalidad,
garra y espíritu crítico y reivindicativo; el hecho de que se haya estrenado en tan pocas salas;
el desperdicio de algunos secundarios; la falta de desarrollo del nudo de la
historia; algunos subrayados o escenas de relleno.
Lo
mejor: la química brutal entre Virginie Efira y el jovencísimo Pierre
Niney (atención a este chico: está a punto de convertirse en una star gracias
al biopic de Yves Saint Laurent que protagoniza y se intuye un telentazo); la
scooter “hellokittyl” rosa chicle; la divertidísima escena de sexo; el cabello de Niney; la definición del film, made by un crítico de Variety,
como “entretenimiento esponjoso”.
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