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páginas. Ese es el reducido tamaño versión muggle de Animales fantásticos y dónde encontrarlos (también podría haberse
titulado Fantastic beasts and where to
find them for dummies) que Harry,
Hermione, Ron y el resto de los alumnos de Hogwarts tuvieron que estudiar en la
controvertida asignatura ‘Cuidado de criaturas mágicas’. Básicamente, contiene,
si no me falla la memoria, una breve
biografía de su autor y magizoologo, Newt Scamander, un prólogo by Albus
Dumbledore y una guía de criaturas mágicas ordenadas alfabéticamente y por grado
de peligrosidad.
Sin
despreciar su deslumbrante despliegue de imaginación, el mayor atractivo del libro radica en las
explicaciones lógicas a familiares y eternos misterios sin resolver que habrán
hecho las delicias de Iker Jiménez, además de las divertidas notas a pie de
página de Harry y Ron, que suponen un nostálgico guiño continuo a cualquier fan
de la saga. Si obviamos el despreciable hecho de que está escrito desde el
especismo más absoluto (siempre en relación a la utilidad y beneficio que estos
animales suponen para los humanos, magos o muggles, en lugar de centrarse en
los animales mismos, como individuos únicos), resulta una lectura más o menos
entretenida.
Cuando
supe, como otr@s tant@s fans de la saga, de su adaptación cinematográfica dirigida
por David Yates (again?), pero escrita por la propia autora, la pregunta fue obvia:
Por las barbas de Dumbledore, ¿qué habrá hecho la Rowling con este interesante
pero brevísimo material? Y la respuesta, lamentablemente, ha sido una
especie de Frank de la jungla urbanita y
mágico, entretenido y descafeinadamente
correcto (aunque, eso sí, bastante mejor vestido y aseado). Y es que su guión
es una mera excusa para mostrar lo que realmente interesa: un espectacular
despliegue de criaturas a cada cual más curiosa y extraña, mientras un humano
que asegura protegerlas les toca (moderadamente) las narices.
Sin
embargo, aún hay, lamentablemente, algo construido de forma más pobre que su
guión: sus personajes. Asombrosamente planos y con “carisma introvertido”,
caen, en su gran mayoría, en el desgastadísimo y aburrido tópico (el gordito
entrañable y torpón, la chica dulce y pícara, el freak peligroso, la mujer dura
y tierna, al mismo tiempo, y, uff, el “malo” cutre y chapucero de opereta),
aunque el caso más flagrante es el de su (¿aspergeriano?) protagonista Newt
Scamander. Básicamente, al caer los títulos de créditos sabemos del famoso
magizoologo, prácticamente, lo mismo que en los inicios del film. Apenas hay
arco dramático y aunque tampoco nos resulte del todo indiferente (Eddie
Redmayne, también hay que decirlo, resulta algo irritante), no lo seguiríamos
hasta las profundidades de un lago congelado (y, ni mucho menos, a lo largo de
varias secuelas). Teniendo en cuenta que uno de los puntos fuertes de Rowling
siempre ha sido crear personajes carismáticos y queribles, resulta doloroso que
incluso cualquiera de las personalidades más tópicas y menos trabajadas de la
saga potteriana (pongamos una Mrs Norris, por ejemplo) tenga el triple de atractivo
que el personaje más robaescenas de Fantastic beasts (o que su descarada
pareja masculina Lauren y Hardy magical version).
Tal
vez por pura e hipócrita corrección política o por un sano afán de adaptarse a
los nuevos tiempos, el Newt cinematográfico se desmarca del literario en que en
lugar de un científico y coleccionista cazador de animales raros, es un
proteccionista y casi animalista: su intención es cuidarlos y protegerlos,
lograr que sean conocidos y queridos en lugar de temidos, despreciados,
perseguidos y masacrados. Pero este, uno de los puntos más interesantes de la
trama, acaba siendo un leve y superficial apunte. Tampoco se ahonda en los
otros dos temas que a mí, particularmente, más me interesaban del guión: el
miedo al diferente, la xenofobia o las diferencias culturales humanos versus
muggles y UK vs USA (podrían haber dado mucho y divertido juego) y las
consecuencias psicopatológicas y físicas de la represión (y demonización) de
los poderes mágicos o de la propia esencia.
Pero
no todo es negativo, sin embargo. Aunque es cierto que los locos años veinte
son extraordinariamente cinematográficos y fotogénicos de por sí, la dirección
artística y el maquillaje/peluquería son portentosos (and the Oscar goes to…).
También, como no podría ser de otra manera, aprueban con nota sus muy esmerados
efectos especiales. David Yates, fiel a su condición de artesano, a grandes
rasgos, nos ofrece un producto desaprovechado, anodino y sin personalidad, pero
digno, correcto y visualmente espectacular en todo momento. Fan o visitante
ocasional del mundo mágico, lo único que queda plantearse es: ¿resulta
suficiente para ti?
Spoiler Zone
En
una realidad en la que se puede crear un santuario de animales dentro de una
maleta o crear hechizos tan poderosos que oculten castillos a ojos de los
muggles, resulta de un chapucero insoportable que a Newt se le escapen los
animalillos de la maleta de esa forma tan tonta y descuidada en la primera
escena. ¿Acaso no había una excusa mejor? Muy mal Rowling, muy mal.
Y
siguiendo con Scamander y su torpe presentación, el chico resulta incapaz de
atrapar al animalillo ladrón (sin embargo, es de un virtuosismo deslumbrante
con la varita en la escena final del film). Cualquier fan de la saga puede
citar, al menos, un par de hechizos que detengan en seco y con las manos en las
joyas al simpático ladronzuelo (hello? Accio!).
En
un film que a priori parecía haberse esforzado un poco por el tema de la
paridad de sexos, nos encontramos con el personaje de Porpentina (Katherine
Waterstone), una mujer con cierto espíritu feminista cuyas
motivaciones no sólo no entiende en ningún momento el espectador, sino que acaba
resultando uno de los más sosos y con menos encanto que ha dado el cine el
mucho tiempo (y, como no podía ser de otra manera, acaba enamorándose de
Scamander by the face, sin que haya un verdadero momento de intimidad
compartida o algún vínculo claro entre ambos, porque le toca).
Duele
ver, no sólo lo desaprovechadísimo y mal presentado que está el personaje de
freak torturado de Ezra Miller (a ver si the flash le aleja del club de los
raritos encadenados en serie), sino que el malo maloso del film, AKA Grindewald
(Colin Farrell), no sólo ni impone, ni impresiona, ni interesa, sino que el
público no entiende sus motivaciones hasta el atropellado final (y para cuando
lo hace, básicamente, le da igual). ¿Por qué narices Credence se carga a tanta
gente en un acto de furia y sin explicación y sin embargo deja viva a la
persona que más le ha traicionado y herido?
*
Como ya te comenté, a mi me gustó. Aunque tu crítica es mil veces más completa que la mía, muy corta. Mañana la cuelgo y con enlace a la tuya ;)
ReplyDelete¡Muchas thank yous, nene! Supongo que ya habrás visto que yo también he compartido tu review junto con la mia, en plan "la polémica del mes" que hacen en las revistas de cine :)
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