Aunque
Nicolas Winding Refn, probablemente, ni lo conozca, ni haya oído hablar de su
autor, una de las asociaciones pavlovianas que acudieron a mi cabeza mientras
asimilaba y rumiaba su polémica (¿y cuando no?) The Neon Demon, fue el famoso
grabado de Goya ‘El sueño de la razón
produce monstruos’. Y es que la fantasía abandonada de la razón, como la de
la belleza, produce monstruos imposibles y eso es precisamente lo que Winding
Refn, que es muy hijo de su tiempo (tarde o temprano alguien tenía que dirigir
un film tan contradictorio y visualmente subyugante como este), pretendía
plasmar en su último film con su personalísimo estilo.
Y
en este psicodélico y epidérmico diablo de neón siento que, una vez más, hay
dos películas que de alguna manera muestran las dos facetas más características
del director danés. Por una parte tenemos un arranque prometedor, perturbador y
fascinante (su casi primera hora), que nos propone una corrosiva reflexión
sobre el vacuo y frívolo mundo de la moda y la idolatría de la eterna juventud
y la belleza imposibles, y por otra tenemos una segunda mitad que parece más
empeñada en noquear emocionalmente al espectador y convertirse en un ejercicio
de estilo que en desarrollar su prometedora historia o dotarla de profundidad.
Nadie
puede negarle a Refn su deslumbrante capacidad de crear atmósferas hipnóticas y
llenas de una gran carga simbólica y onírica (en The Neon Demon su
magnetismo visual es de 10) pero, al mismo tiempo, también está presente su
torpe habilidad como storyteller sin caer en lo grueso y lo gratuito. Tanto es
así que, al llegar el desenlace, parece que todo es una mera excusa para que
Refn vuelva a regodearse en magnéticas y, al mismo tiempo, repulsivas imágenes que
explotan la violencia sin sentido, el morbo y las parafilias.
Afortunadamente,
contamos con Elle Fanning, cuyo talento, junto con su serena y luminosa belleza
casi renacentista (si Botticelli hubiera vivido en el siglo XXI, sus Venus,
posiblemente, se parecerían a ella), dotan de convicción y fuerza a su difícil
Jesse. La acompañan 3 vampiresas de la belleza y eterna juventud que
representan, según mi punto de vista, las 3 bestias o proyecciones negativas de
la belleza: la envidia, el deseo enfermizo y la crueldad (A Jena Malone, una
vez más, le ha tocado “bailar con el más feo”). SPOILER ALERT: Refn nos muestra
la deslumbrante belleza física como una fiera salvaje, pero no indómita, cuyo
destino sólo puede limitarse a ser “despellejada”, “canibalizada” y fácilmente
olvidada y reemplazada (durante una escena un gran felino se cuela en la
habitación de Jesse, mientras que en su tramo final, cuando la vida de su
protagonista se ve amenazada, se nos muestra otro gran felino disecado. La
escena de la piscina que la sucede y que confirma todo lo anterior, es
demasiado terrorífica y horripilante para ser analizada). END OF SPOILER.
Nicolas
Winding Refn resulta cool haga lo que haga y confieso que siento una extraña
ambivalencia hacia The Neon Demon. Por una parte, no puedo calificar de fallida o
de castaña pretenciosa una cinta tan poderosa, subyugante y absorbente a nivel
visual y sonoro que es capaz de abarcar todo una paleta emocional en el
espectador (aunque algunos “colores” resulten extremadamente desagradables,
cuando no directamente traumáticos), pero por otra, con el paso de los días, descubro
que no me ha quedado ningún poso del supuesto espíritu crítico que debería
sostener al film. Resulta un oxímoron muy discutible el estilo narrativo que
Refn utiliza para criticar la obsesión por la belleza imposible y la futilidad
del mundo de la moda, donde solo cuenta la juventud inmaculada y la cara a la
galería, cuando solo es capaz de quedarse en la epidermis de ambas. La belleza
produce monstruos, sí, pero podrían ser más sutiles y contundentes que los de
esta “casquería de neón”.
Punto en contra: Atención a la firma en mayúsculas
final de Refn junto al título del film. La megalomanía, mal que nos pese,
parece una condición indispensable para ser un gran contador de historias,
pero, ¿es necesario alardear de ella?
Punto a favor: ¿Quién iba a decirnos a l@s “hij@s de
Matrix” que Keanu Reeves podría dar tanto miedo?
Punto en contra: El (inútil) sello de la American Humane Association al final de
los títulos de crédito confirma que el gran felino que aparece en el film,
desgraciadamente, no ha sido creado por ordenador. No quiero ni imaginarme la
vida y el “entrenamiento” al que se ha visto y se ve sometido un gran gato
salvaje. Imperdonable, Refn.
*
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