"Si quieres olvidar
a una mujer, conviértela en literatura” escribía Henry Miller. Cualquier artista sabe hasta qué
punto es cierta (y necesaria) tan rotunda afirmación aplicada a cualquier forma
de arte, por eso no es extraño que el envidiablemente versátil Tom Ford se
identificara con la novela Tres Noches de
Austin Wright y decidiera llevarla al
cine.
En
Nocturnal
Animals encontramos a Susan Morrow, una sofisticada y exitosa galerista que parece serlo y
tenerlo todo “de cara a la galería” (nunca mejor dicho), pero que vive inmersa
en una continua insatisfacción/depresión cuyo síntoma más grave y preocupante es
un insomnio crónico provocado por su sentimiento de culpa (y es que la culpa,
como dicen los psicólogos, siempre busca castigo). Un día recibe el manuscrito
de la novela de su ex marido Edward, escritor inédito, dedicado a ella junto a
una nota. Una vez que se sumerge en su turbia y magnética trama, se verá
obligada a replantearse su vida.
A
lo largo de varias noches de lectura, realidad y ficción se entrelazan para la
protagonista con especial intensidad en esa No
Man’s land mental que surge del insomnio (y que algun@s, entre los que
tristemente me encuentro, conocemos tan bien), en la que los fantasmas campan
dolorosamente a sus anchas. Y en ese obligado ejercicio de introspección, en el
que Ford acierta al presentarnos ambos planos, el de la realidad y el de la
ficción, a pesar de su distancia, como casi paralelos, descubre algunas
verdades sobre sí misma.
Aparentemente,
Susan, que en el libro es una muy poco glamourosa ama de casa, es el alter ego
de Ford, pero eso sería quedarse en la superficie de tan jugoso material. El
famoso diseñador, como bien comentaban los propios protagonistas, es Susan,
pero también su ex, al mismo tiempo, y Nocturnal Animals fascina y engancha
en la medida en que el/la espectador/a se identifica con ambos personajes
(cualquiera al que hayan partido el corazón, se sienta perdid@ y tenga
inquietudes artísticas, puede hacerlo con mayor o menor intensidad). Al
director texano podemos achacarle cierta asepsia emocional en los momentos más
dramáticos de la película por culpa de un marcado esteticismo visual marca de
la casa que tiñen de cierta impostura el conjunto (ese hallazgo clave sobre un
impecable sofá rojo, al más puro estilo anuncio de perfumes), pero que, por
otra parte (también hay que recalcarlo), no le arrebatan del todo su contundencia.
El
film no funcionaría sin sus impecablemente escogidos actores a l@s que nos
creemos, incluso, con 20 años de diferencia. Amy Adams, una vez más, está
fantástica y Laura Linney tiene un pequeño pero decisivo papel, sin embargo,
los roles “más agradecidos” en esa ocasión, son los masculinos. Gyllenhaal
convence en su doble personaje y Michael Shannon y Aaron Taylor-Johnson están
sencillamente soberbios (Taylor-Johnson resulta sexy incluso haciendo de
redneck psicópata con un sentido de la higiene cuestionable. Tiene mérito).
La
dictadura de la (auto)imagen, la culpa, la venganza, el vacío social, la
cobardía artística y vital, la toxicidad suicida de la zona de confort, los
roles sexuales y la masculinidad, el uso del arte como terapia y exorcizador de
fantasmas… de todo esto y algo más habla la segunda película de Tom Ford. Como
animal nocturno y contadora de historias, no puedo evitar rendirme ante este
ejercicio de “arte que habla del arte” de una forma tan perversa como dolorosa.
Nocturnal
Animals es un film que me araña el alma y me recuerda, entre muchas
cosas, aquella famosa cita de Woody Allen en Manhattan “El talento es suerte. Creo que lo
importante en la vida es el coraje”. ¿Tú quién decides ser: Susan o Edward?
Spoiler Zone
Susan
abandona a Edward, en parte porque no se corresponde con el macho alfa exitoso
y proveedor que le garantizará el tipo de vida cómoda y lujosa a la que está
acostumbrada, y en parte por cobardía filofóbica y artística (el amor y el arte
requieren coraje). Estar con un hombre creativo y poco convencional la obliga a
ser creativa y no convencional o a sentirse culpable y desleal por no serlo.
Y
a esa masculinidad no hegemónica que encarna Edward, plena de dudas e
inseguridades, pero valiente y tenaz en cuanto a ser consecuente y fiel consigo
mismo, le falta esa inyección de egolatría y egoísmo que todo creador necesita
para llevar a cabo su obra. Aunque él cree haberlo perdido todo, irónicamente,
el abandono de Susan le dota del material y la motivación necesarias (plus la crueldad) para convertirse en
aquello que siempre había querido ser (y que Susan le insinuaba que no era). El
precio de su vocación, la llave a su talento, ha sido su corazón roto.
¿Podrá
surgir la creatividad, en su mejor y más deslumbrante forma, únicamente de la
felicidad y la satisfacción personal? ¿se puede crear de forma brillante sin
fantasmas?
El comentario
"Creo que muchas
cosas de mi vida, de alguna manera, se abrieron espacio en el guión de la
película. Uno de los temas que particularmente me tocó fue esa exploración de
la masculinidad en nuestra cultura. Nuestro héroe aquí no posee los rasgos
característicos que definen nuestra idea de masculinidad. Yo fui un chico que
creció en Texas y no era considerado masculino, de la forma clásica, y sufrí
mucho por eso".
Tom Ford
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