El
profesor Keating, A.K.A. Robin Williams, parece recordar, hoy con más
ahínco, aquello de “Carpe diem!”, desde el calendario de la fotogramas. Donosti le da
la razón eligiendo un día luminoso, y el público de la city, también. Y es que
la cola para ver Regression es la más larga que esta humilde reportera recuerda
en todos sus años como festivalera. ¿De verdad vamos a entrar todos en el
Kursaal? Los bomberos, en un rancio alarde piropil, gritan “¡guapaaaaa!” desde
la carretera con la esperanza de que alguna fémina se dé por aludida. Hay cosas
que tardarán en cambiar. Y hablando de cambios, ¿habrá cambiado en algo
Amenabar tras estos 6 años de silencio post-agoriano? ¿Acertarán las malas
lenguas que aseguraban que los Weinstein habían retrasado el estreno yankee del
film hasta diciembre debido a las tibias respuestas de los pases previos?
Cuando
dos horas más tarde volvemos a salir del edificio de los casi 10.000 cristales,
la energía eléctrica pre-proyección parece haberse desvanecido. Los murmullos del público confirman mi
opinión. Regression no es una mala película, Ethan Hawke convence (no
puedo decir lo mismo de Emma Watson, a pesar de que me cae fenomenal), resulta
sobria y elegante por momentos, y la atmosfera, subrayados aparte, logra
transmitir cierta inquietud por momentos, pero se ve con el fastidioso tedio
del déjà vu, algunos giros de la trama se intuyen a la legua, el argumento no
resulta todo lo potente y original como para engancharnos a la butaca (ritos
satánicos again, Alejandro, really?) y, lo más triste de todo, se olvida a los
cinco minutos de su proyección.
Si
un escocés escoge “Spain is different” para ambientar un film con el tema de la
crisis de base y, para más inri, elige el euskera para contarlo, a esa película
hay que darle, al menos, una oportunidad.
En Pikadero una joven pareja, sin trabajo ni casa propia, y a
pesar de sus intentos, no consigue consumar físicamente su relación. En el film
encontramos cosas buenas y menos buenas. Estatismo teatral, letargia, ramalazos
de humor populista, descaradísimas y excesivas influencias (desde Wes Anderson a
Aki Kaurismaki) y una lenta conclusión subrayada con trazo grueso, pero también
frescura, la universalidad emocional desde lo local y la simpatía y ternura que
nos provoca la metáfora que plantea: los jóvenes cada vez lo tienen más difícil
para consumar la vida.
Los
libritos tipo “stop-motion” que aparecen en el “kit del acreditado” con la
estrella premio Donosti de turno, representan, mejor que nada, lo que es la
película china The Assassin. Intuyes que dentro hay una historia (interesante
incluso) bellamente fotografiada, con personajes potentes y puede que una bella
love story, pero te exige que seas tú mismo el que haga todo el trabajo y se
niega a explicarte elementos clave de la trama. Sin empatía ni complicidad por
parte del espectador y media historia mutilada, The Assassin queda
reducida a hermoso y deslumbrante humo.
Como
última película de la tarde (y del día para mi), Cesc Gay nos presenta Truman,
primera película de la sección oficial a concurso. Ya desde la sala se intuye
que se trata de una de esas películas a las que tienes simpatía antes de verla
y no es justo. Y es que hay tres cosas que hacen que te tenga ganad@ de
antemano: Ricardo Darín, Javier Cámara y, por supuestísimo, el can Truman (y la
química enorme que existe entre los tres). Todo nos resulta reconfortantemente
familiar y aunque bien es cierto que la originalidad, la creatividad y el
riesgo no son sus mejores bazas (y por lo tanto, no parece “conchable”, al
menos como mejor película), su buen equilibrio entre drama y comedia (lo cual es
complicadísimo teniendo en cuenta el sombrío y doloroso tema que trata) y sus
altas dosis de emotividad y ternura la convierten en un film que merece mucho
la pena. Eso sí: contraindicada para días tontunos o especialmente emotivos, si
habéis sufrido una pérdida de un ser querido y/o si adoráis a los canes.
Anécdota festivalera: Al parecer, fue Ethan Hawke fue quien
sugirió a Amenabar su participación en el zinemaldia y de todo el equipo de
ausentes, es quien más siente haberse perdido la estancia en Donosti. ¿Le han
hablado bien de nuestro festi? ¡Norl! Él parece más interesado en esa frase que
cualquier festivalero odia con fiereza leonina: “buen festival, se come muy
bien”.
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