Con
todo el dolor de mi corazón (pero, especialmente de mis castigados e irritados
ojos,) me veo obligada a hacerle un salto con pértiga a la primera película del
día. Terence Davies presentaba Sunset Song rodada (posiblemente)
con su sensible academicismo tan marca de fábrica. Ha despertado opiniones
encontradas, y su nota media no parece ser demasiado alta, pero, a pesar de
todo, lamento mucho habérmela perdido.
El
ya más que habitual Denis Villeneuve, tras su doblete de hace dos años con Enemy
y Prisoners,
nos ofrece esta vez un intenso thriller de acción bastante más cerca en tono (y
espíritu) de la segunda que de la primera. Sicario (sección perlas de otros festivales)
va de menos a más. Parece cogerte levemente de la mano al comienzo para acabar
echándote un desasosegante pulso. Como thriller da exactamente lo que promete.
Sin embargo, a pesar de la sobriedad, la tensión, la oscuridad y el repartazo
(todos estupendos, desde una contenida Blunt a un carismático Del Toro), un@ no
puede sentir la sensación de que Sicario no es más que una nueva reformulación
“jolibudiana” de qualitè de otro films que han tratado anteriormente el mismo
tema. Argumentalmente le falta garra y algo de profundidad sobre el mundo que
retrata para poder alcanzar el notable.
Con
la mente aún puesta el film de Villeneuve, al abrir mi taquilla (la número 333,
justo la mitad de la mítica cifra satánica. ¿Qué me querrá decir el universo?),
me encuentro con un pasaporte que no es otra cosa que la brillante publicidad
del documental Muros que narra historias reales de personas que viven a ambos
lados de un muro. Junto con la libretita de Truman, es la promo más agradecida
y currada del recién estrenado festival. A quien corresponda: gracias por
mimarnos.
Evolution, la segunda película presentada en la
sección oficial del día, da respeto desde su sinopsis: “Nicolas es un pre-adolescente que vive en una isla remota habitada
solamente por mujeres y chicos, y en donde estos últimos son objeto de
misteriosos y siniestros tratamientos médicos”. Escribir una crónica diaria
tiene ciertas desventajas, y una de ellas es no tener tiempo de digerir rápida
y satisfactoriamente cada una de las obras que componen el atracón festivalero.
Confieso que horas después de su visionado, aún no sé si Evolution es un
peliculón, una obra fallida o something in between. Lo que sí puedo asegurar es
que se desarrolla a dos niveles: el atmosférico-estético-emocional, en el que
resulta brillante, atrapa, angustia y hace sufrir (por momentos resulta
insoportablemente perturbadora y por otros directamente desagradable), y el
narrativo, cuyos hilos resultan tan invisibles por momentos, que no sabes si te
encuentras ante una genialidad o una soberana tomadura de pelo. Casi nada se
explica en esta siniestra distopia, cado uno debe insuflarle aliento
continuamente para que pueda respirar por sí misma, y es aquí cuando el film
peca de cierta pretensión al confiar en que el espectador vaya a encontrar
satisfactoria tanta evocación y tan pocas respuestas. Su final, precedido por
algún ridículo traspiés, eso sí, resulta redondo (como también lo es el del
film de Cesc Gay). Sin spoilear nada (no worries!), un@ no puede evitar pensar
que no podría acabar de otra manera. Para algunos Evolution encajaba mejor
en Sitges que en el Zinemaldia, pero yo agradezco la selección más ecléctica (y
menos clásica) posible.
Sin
ningún dolor de mi corazón, decido perderme Mi gran noche para poder
disfrutar de unas pocas horas de la mía (Alex de la iglesia no es precisamente
my cup of tea) y con sólo dos películas el balance del día me resulta un tanto
pobre. Saliendo de la “Press zone”, me topo con un pequeño coloquio en los
pasillos compuesto, entre otros, por Fernando Trueba, su hermano David y
Antonio Resines. Este último se me queda mirando con cara de “te has quedado
con ganas de pedirme un autógrafo, y lo sabes”. Alguien comentó en un tweet que
quizá el Zinemaldi es un sueño de Resines. Pues eso.
Anécdota festivalera: Darte un bajón monumental al
descubrir que el adorable can coprotagonista de Truman ha fallecido y que
su sustituta promocional durante estos días es su hija. Saber que Ricardo Darín
se emocionó en la rueda de prensa al recordar a su compañero canino de reparto
y no poder evitar pensar que “el pibe es tan buena onda que da rabia”.
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