30 September 2015

Zinemaldia 63, day 2: De turbios sicarios y experimentos siniestros




Con todo el dolor de mi corazón (pero, especialmente de mis castigados e irritados ojos,) me veo obligada a hacerle un salto con pértiga a la primera película del día. Terence Davies presentaba Sunset Song rodada (posiblemente) con su sensible academicismo tan marca de fábrica. Ha despertado opiniones encontradas, y su nota media no parece ser demasiado alta, pero, a pesar de todo, lamento mucho habérmela perdido.

El ya más que habitual Denis Villeneuve, tras su doblete de hace dos años con Enemy y Prisoners, nos ofrece esta vez un intenso thriller de acción bastante más cerca en tono (y espíritu) de la segunda que de la primera. Sicario (sección perlas de otros festivales) va de menos a más. Parece cogerte levemente de la mano al comienzo para acabar echándote un desasosegante pulso. Como thriller da exactamente lo que promete. Sin embargo, a pesar de la sobriedad, la tensión, la oscuridad y el repartazo (todos estupendos, desde una contenida Blunt a un carismático Del Toro), un@ no puede sentir la sensación de que Sicario no es más que una nueva reformulación “jolibudiana” de qualitè de otro films que han tratado anteriormente el mismo tema. Argumentalmente le falta garra y algo de profundidad sobre el mundo que retrata para poder alcanzar el notable.

Con la mente aún puesta el film de Villeneuve, al abrir mi taquilla (la número 333, justo la mitad de la mítica cifra satánica. ¿Qué me querrá decir el universo?), me encuentro con un pasaporte que no es otra cosa que la brillante publicidad del documental Muros que narra historias reales de personas que viven a ambos lados de un muro. Junto con la libretita de Truman, es la promo más agradecida y currada del recién estrenado festival. A quien corresponda: gracias por mimarnos.




Evolution, la segunda película presentada en la sección oficial del día, da respeto desde su sinopsis: “Nicolas es un pre-adolescente que vive en una isla remota habitada solamente por mujeres y chicos, y en donde estos últimos son objeto de misteriosos y siniestros tratamientos médicos”. Escribir una crónica diaria tiene ciertas desventajas, y una de ellas es no tener tiempo de digerir rápida y satisfactoriamente cada una de las obras que componen el atracón festivalero. Confieso que horas después de su visionado, aún no sé si Evolution es un peliculón, una obra fallida o something in between. Lo que sí puedo asegurar es que se desarrolla a dos niveles: el atmosférico-estético-emocional, en el que resulta brillante, atrapa, angustia y hace sufrir (por momentos resulta insoportablemente perturbadora y por otros directamente desagradable), y el narrativo, cuyos hilos resultan tan invisibles por momentos, que no sabes si te encuentras ante una genialidad o una soberana tomadura de pelo. Casi nada se explica en esta siniestra distopia, cado uno debe insuflarle aliento continuamente para que pueda respirar por sí misma, y es aquí cuando el film peca de cierta pretensión al confiar en que el espectador vaya a encontrar satisfactoria tanta evocación y tan pocas respuestas. Su final, precedido por algún ridículo traspiés, eso sí, resulta redondo (como también lo es el del film de Cesc Gay). Sin spoilear nada (no worries!), un@ no puede evitar pensar que no podría acabar de otra manera. Para algunos Evolution encajaba mejor en Sitges que en el Zinemaldia, pero yo agradezco la selección más ecléctica (y menos clásica) posible.




Sin ningún dolor de mi corazón, decido perderme Mi gran noche para poder disfrutar de unas pocas horas de la mía (Alex de la iglesia no es precisamente my cup of tea) y con sólo dos películas el balance del día me resulta un tanto pobre. Saliendo de la “Press zone”, me topo con un pequeño coloquio en los pasillos compuesto, entre otros, por Fernando Trueba, su hermano David y Antonio Resines. Este último se me queda mirando con cara de “te has quedado con ganas de pedirme un autógrafo, y lo sabes”. Alguien comentó en un tweet que quizá el Zinemaldi es un sueño de Resines. Pues eso.

Anécdota festivalera: Darte un bajón monumental al descubrir que el adorable can coprotagonista de Truman ha fallecido y que su sustituta promocional durante estos días es su hija. Saber que Ricardo Darín se emocionó en la rueda de prensa al recordar a su compañero canino de reparto y no poder evitar pensar que “el pibe es tan buena onda que da rabia”.

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