En
una epoca en la que la duración media de las películas es de 120 minutazos y
cuya temática parece abducida, en parte, por desquiciados niños/adolescentes
psicópatas, de repente, llega un pequeño huérfano ojeroso apodado Calabacín y
nos regala un cuento luminoso, tierno y profundamente humanista de 70 minutos
que es todo un prodigio de concisión narrativa y conexión emocional con el
espectador. No es de extrañar que esté arrasando y que se lo haya llevado todo
(mejor película y premio del público en el festival de Annecy, la nominación al
Oscar a mejor película de animación, el premio del público del Zinemaldi como
mejor film europeo, o el recientísimo César a mejor film animado, entre otros),
¡y lo que le queda!
Cada
personaje, desde los niños a los no siempre entrañables adultos, tiene una personalidad
muy clara y definida. En el caso de l@s pequeñ@s, tod@s simbolizan
problemáticas muy conocidas, y resultan desarmantemente tiernos y queribles en
todo momento. Contrapunto sano y necesario a estos cínicos y pesimistas tiempos,
Ma
vie de courgette (una de mis películas favoritas de la pasada edición
del Zinemaldia. ¡No veía la hora de que se estrenase!) es uno de esos films
“prozac” hechos con tanto mimo y talento que confirman y renuevan tu cinefília.
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