12 March 2017

Top 20 del maldito 2016




¡Gracias, cine!

No puede ser casualidad que durante el año más fatídico y surrealista que me (¿nos?) ha tocado vivir la cosecha cinematográfica haya sido tan excelsa, como si alguna ley compensatoria cósmica (o ley de las polaridades) estuviera operando para tratar de compensar tanta desgracia y de reafirmar, de paso, nuestra cinefilia.

Sobre Frantz, su última película, François Ozon confiesa querer hacer “un elogio de la ficción para enfrentarnos a la realidad” y asegura que “para eso está el cine”. Por mi parte, solo puedo decir: gracias, séptimo arte, por rescatarme, una vez más, cuando más te necesitaba, gracias por ayudarme a vivir.


About this top

Cuando tienes la suerte de asistir a festivales de cine llega un momento en el que ves un número considerable de películas que no se han estrenado en salas. Por este motivo, cuando llega la hora de hacer un balance anual, observas con estupor como algun@s cinefil@s incluyen en su top películas que tu viste hace 2 o 3 años (y que ni sabías que se habían estrenado) y, al mismo tiempo, te ves obligad@ o excluir dolorosamente films que han marcado tu año pero que aún siguen pendientes de estrenar. Este año, por coherencia, además de las cintas que he visto es cines, voy a incluir, al mismo tiempo, películas que me quede con ganas de comentar en el 2015 y que se han estrenado este año y las que he visto en la última edición del zinemaldia y que están a punto de asomar a nuestras pantallas.

(El orden es prácticamente aleatorio. Nunca he sido capaz de hacer tops monolíticos o de asegurar con rotundidad a quién quiero más. Solo el número uno es incontestable).





20- The Witch/La Bruja (Robert Eggers, USA)

Lo mismo da que se vea como una crítica al fanatismo religioso, un poderoso retrato psicológico de proyecciones, expectativas y “profecías autocumplidas”, un cuento de terror o una mera reivindicación feminista o relato de empowerment femenino, La Bruja es de una sencillez y contundencia deslumbrantes, además de profundamente perturbadora. Resulta imposible olvidarla.




19- Anomalisa (Charlie Kaufman & Duke Johnson, USA)

Anomalisa no va sobre un hombre gris que es incapaz de conectar con l@s otr@s, va sobre un tipo filofobico incapaz de encontrar en su interior lo que inútilmente busca en su exterior. Ser hiperexigente y super selectivo en sus relaciones sociales es el único método de protegerse del dolor ineludible y evitar una conexión genuina con otro ser humano. Posiblemente, una de las obras de culto de estos deshumanizados y desconectados dosmiles. Dolorosamente lúcida.




18- Virgin Mountain/Corazón gigante (Dagur Kári, Islandia)

Una historia sobre un loser que, en realidad, no lo es tanto. Un retrato inolvidable, tierno y profundamente humano de la inadaptabilidad a la norma con el que casi tod@s, en mayor o menor medida, podemos identificarnos. Un film agridulce aunque esperanzador que duele y sana y un protagonista memorable y achuchable que no es de este mundo. Una delicia que crece, crece y crece en el recuerdo.




17- Mustang (Deniz Gamze Ergüven, Francia)

Sólo se le puede poner una pega: el maniqueísmo que demuestra hacia sus villanos masculinos. Por lo demás, Mustang es un delicioso y rabioso relato de rebeldía, feminismo y empoderamiento femenino, tan hermoso y agridulce como, y tan dolorosa y asperamente realista como esperanzador. El mundo sigue necesitando historias como esta. Su sola existencia es un milagro.




16- Zootopia/Zootrópolis (Byron Howard, Rich Moore y Jared Bush, USA)

Disney, uno de los máximos culpables de perpetuar los introyectos sexistas más tóxicos y de abonar el inconsciente colectivo con expectativas (románticas o no) imposibles, ahora va y se saca de la manga una inspiradísima historia feminista pro-igualdad y anti-ismos (racismo, sexismo, especismo, clasismo, da para todo) protagonizada por una encantadora conejita que, además de combativa, para colmo es la mar de divertida. Y solo queda preguntarse, ¿por qué no la tuvimos de niñ@s, por qué? Y no queda más remedio que casi perdonarle al tito Walt los descalabros que ha causado en tu vida sentimental…




15- Sing Street (John Carney, Irlanda)

Sólo por ser capaz de trasladarte a los muy agridulces 16 años, Sing Street merecería estar en esta lista. Pero es que además de frescura y nostalgia a raudales, tiene buenas canciones, derrocha encanto, ternura y romanticismo y resulta profundamente conmovedora. Mr E en Cosas que los nietos deberían saber nos contó mejor que nadie que la música puede salvarte la vida. John Carney conoce la veracidad esta afirmación y la ha hecho película. Sólo le veo una gran pega: que siempre se nos cuenten estos relatos de iniciación vital/creativa/musical desde el punto de vista masculino. A las chicas los musos nos inspiran bastante más que el clásico (y odioso) radical cambio de look.




14- Right Now, Wrong Then/Ahora sí, antes no (Hong Sang-soo, Corea del Sur)

En el cine se permiten segundas oportunidades. En la vida no. Tal vez por eso resulta tan estimulante este ejercicio que nos propone Hong Sang-soo de narrarnos la misma historia de amor (chic@-comoce-a-chic@), pero con las suficientes variaciones, aparentemente sutiles, como para que el desenlace sea radicalmente diferente. Y este díptico rezuma tanto romanticismo y sabiduría y el resultado resulta tan deslumbrante, que no queda más remedio que rendirse ante él.




13- Kubo and the two strings/Kubo y las dos cuerdas mágicas (Travis Knight, USA)

La odisea en la que se embarca el pequeño Kubo resulta tan emotiva, original y bien narrada, como visualmente prodigiosa. Toda una oda al poder y la magia de la narrativa, emocionalmente compleja, oscura, llena de matices y de personajes inolvidables (esas hermanas gemelas de pesadilla) es una de las cintas más fascinantes y hermosas que este año se han podido ver en una pantalla grande. ¡Viva el origami!




12- Elle (Paul Verhoeven, Francia)

No hay nada de convencional en Elle, desde su protagonista, una ambigua y perversa Isabelle Hupert en (permanente) estado de gracia, hasta una trama compleja y acidísima, que abraza varios tonos y géneros con todo descaro, desafiando, golpeando y retorciendo la moral, los prejuicios e introyectos, hasta incomodar profundamente y noquear al espectador. Elle es un perturbador desafío salpicado de humor negrísimo que, además, supone un sacudida extra si la que se enfrenta a ella es una mujer. Imprescindible.




11- レッドタートル ある島の物語 (La tortue rouge)/La Tortuga roja/ (Michael Dudok de Wit, Francia)

Hay films que, al descubrirlos por vez primera, te plantean ideas e impresiones antitéticas. En el caso, de La tortuga roja, en mi mente surgió un “¿cómo se le habrá ocurrido a alguien semejante maravilla?” y, al mismo tiempo, “¿cómo es que nadie la había creado hasta ahora?”. Y es que esta fábula silente resulta tan universal, tan profundamente humana, tan deslumbrantemente simbólica y lírica que la conocemos desde siempre (o, más bien, la reconocemos).




10- Room/La habitación (Lenny Abrahamson, Irlanda)                                

Hay dos partes muy diferenciadas en Room. La primera es una obra maestra, estremecedora y llena de una intensidad desbordante. Sus dos intérpretes (prodigiosos ambos) consiguen que empatices con ellos hasta tan extremo que su cárcel se convierte provisionalmente en la tuya. Luego llega un desenlace menos deslumbrante, más convencional y mucho menos incisivo, desde un punto de vista psicológico, que la historia requería, pero a pesar de ello, Room narra una de esas historias tan desgarradoramente luminosas y profundamente humanas que el cine nos regala de vez en cuando, que nos araña irremediablemente todas y cada una de las fibras del cuerpo.




9- Saul fia (Son of Saul)/El hijo de Saúl (László Nemes, Hungría)

No es un film sobre el holocausto: es un film que te hace experimentar el holocausto prácticamente en primera persona. Posiblemente, una de las mejores (y más aterradores) experiencias fílmicas que tengamos este año (¡y es una ópera prima!). Dolorosísima y brutal, pero absolutamente imprescindible.




8- Carol (Todd Haynes, UK)

El film más exquisito, elegante y sutil del año. Sus escenas poseen tanta perfección y belleza que, en un primer visionado, pueden enmascarar el drama desgarrador que Haynes nos está contando. Es imposible no prendarse de ambas protagonistas, ambas perfectas, y no conmoverse ante uno de los mejores finales que el cine nos ha obsequiado este año. La belleza abrumadora de Carol crece y adquiere poderosos matices en el recuerdo. Maravillosa.




7- Nocturnal Animals/Animales nocturnos (Tom Ford, USA)

La dictadura de la (auto)imagen, la culpa, la venganza, el vacío social, la cobardía artística y vital, la toxicidad suicida de la zona de confort, los roles sexuales y la masculinidad, el uso del arte como terapia y exorcizador de fantasmas… de todo esto y algo más habla la segunda película de Tom Ford. Como animal nocturno y contadora de historias, no puedo evitar rendirme ante este ejercicio de “arte que habla del arte” de una forma tan perversa como dolorosa. Nocturnal Animals es un film que me araña el alma y me recuerda, entre muchas cosas, aquella famosa cita de Woody Allen en Manhattan “El talento es suerte. Creo que lo importante en la vida es el coraje”.




6- Umimachi Diary/Nuestra hermana pequeña (Hirokazu Koreeda, Japón)

Hay una palabra que define la belleza y magia de esta película (y el cine Koreeda, en general) mejor que ninguna otra: sakura (flor de cerezo japonés). Umimachi diary no tiene vocación de obra maestra (ni falta que le hace). Es pequeñita y modesta, pero nadie negará que resulta imposible no caer embelesad@ bajo sus deslumbrantes túneles de cerezos en flor. Yo de mayor quiero vivir en una película de Kore-eda (y probar su licor de ciruela).




6- Ma vie de Courgette/La vida de Calabacín (Claude Barras, Suiza)

Este cuento luminoso, tierno y profundamente humanista de 70 minutos es todo un prodigio de concisión narrativa y conexión emocional con el espectador. Cada personaje, desde los niños a los no siempre entrañables adultos, tiene una personalidad muy clara y definida y resulta querible hasta el punto de derrochar emotividad. Contrapunto sano y necesario a los dark times que nos han tocado vivir, Ma vie de courgette es uno de esos films “prozac” hechos con tanto mimo y talento que confirman y renuevan tu cinefília.




4- Shan he gu ren (Mountains May Depart)/Más allá de las montañas (Jia Zhang Ke, China)

Jia Zhang Ke no sólo radiografía las transformaciones socioeconómicas, culturales y paisajísticas que vive la gran China, la sumisión a los valores del dinero y del triunfo, así como la pérdida de las raíces, del idioma y de la identidad cultural del nuevo paradigma capitalista, sino que muestra, de forma lucidísima, las consecuencias y las heridas de ser separado de los seres que amas (y lo potencialmente sanador que resultaría ese reencuentro). Maravillosa.




3- Paterson (Jim Jarmusch, USA)

Jarmusch no solo nos muestra la belleza de la (gris) vida cotidiana, nos enseña qué es ser poeta: vivir en la continua sinestesia, alimentarse de las pequeñas y grandes cosas que te rodean y maravillarse ente su magia. Pocas veces hemos podido ver este proceso en una película. Todo es sutil y delicado en Paterson, desde las poesías y la interpretación de Driver hasta su relación, no solo con su chica, sino con los personajes con los que se va relacionando (la escena de la niña y, sobre todo, la del encuentro con el japonés, son pura magia). Paterson “cae sobre nuestros hombros como los cabellos de una adolescente” y nos refresca.




2- Toni Erdmann (Maren Ade, Alemania)

La primera película galardonada con el premio Fipresci dirigida por una mujer (subrayado y suspiro de ¿pero cómo han podido tardar tanto?), es de una osadez y equilibrio funanbulil que cuesta creer que exista. Tan pronto resulta hilarante y absurda como dolorosamente seria, sabia y profunda. Y son tantas las veces que noquea que resulta imposible permanecer indiferente o no plegarse ante su inteligencia. Toni Erdmann no sólo crece en el recuerdo, sino que su protagonista masculino se queda contigo para siempre y a menudo te descubres recordándolo con una carcajada/sonrisa.




 1-Arrival/La Llegada (Denis Villeneuve, USA)      

La experiencia que nos propone Villeneuve supera todas nuestras expectativas como espectadores porque el MacGuffin alienígena es la excusa perfecta para hablarnos, por un lado, de la celebración de comunicación como base moral, social y política de nuestra (y de todas) las sociedades y de la trascendencia del lenguaje como instrumento pacifista y, por otro, nos plantea el estudio del duelo por un ser querido que acaba resultando toda una celebración de la vida. Todo ello desde una perspectiva intimista e insólita hasta la fecha. Estrenada (¡oh bendita causalidad!), en el momento en el que más se la necesita (reforzando así su mensaje), la cinta de Villeneuve contiene casi todas las cosas que amo en una película, y es, en mi modesta opinión, la mejor película de este fatídico y odioso 2016. ¿Obra maestra? Posiblemente.



Guilty pleasure?




Hail, Caesar!/¡Ave, César! (Joel & Ethan Coen, USA)

En un año en el que la risa debería tener la cualidad de prescripción médica, importa poco que esta sea una obra menor de los Coen, que resulte decepcionante en su conjunto o que sus historias estén deslavazadas, porque el buen rato que te hace pasar es incuestionable. ¡Gracias, Coen bros!


La frase



No por inteligente, profunda o incisiva, sino por necesaria:

“Rebellions are built on hope.” (Las rebeliones se basan en la esperanza), Rogue One.


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10 March 2017

Ma vie de Courgette/La vida de Calabacín: Delicia anti-depresiva (#64SSIFF)



En una epoca en la que la duración media de las películas es de 120 minutazos y cuya temática parece abducida, en parte, por desquiciados niños/adolescentes psicópatas, de repente, llega un pequeño huérfano ojeroso apodado Calabacín y nos regala un cuento luminoso, tierno y profundamente humanista de 70 minutos que es todo un prodigio de concisión narrativa y conexión emocional con el espectador. No es de extrañar que esté arrasando y que se lo haya llevado todo (mejor película y premio del público en el festival de Annecy, la nominación al Oscar a mejor película de animación, el premio del público del Zinemaldi como mejor film europeo, o el recientísimo César a mejor film animado, entre otros), ¡y lo que le queda!




Delicia artística y visual de stop-motion, Ma vie de courgette es un cuento sobre niños pero en absoluto infantil, que no pierde en ningún momento su estilo grave, hondo, profundamente agridulce que le confiere un tono adulto. Temas como la orfandad, la falta de figuras de apego/amor, la soledad o el duelo en la época más vulnerable de la vida están presentes, pero sorteando una buena parte de sus tópicos y de forma cuidadosa y delicada en todo momento.




Cada personaje, desde los niños a los no siempre entrañables adultos, tiene una personalidad muy clara y definida. En el caso de l@s pequeñ@s, tod@s simbolizan problemáticas muy conocidas, y resultan desarmantemente tiernos y queribles en todo momento. Contrapunto sano y necesario a estos cínicos y pesimistas tiempos, Ma vie de courgette (una de mis películas favoritas de la pasada edición del Zinemaldia. ¡No veía la hora de que se estrenase!) es uno de esos films “prozac” hechos con tanto mimo y talento que confirman y renuevan tu cinefília.





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05 March 2017

Piloto de Legion: A “beautiful mind”




Aunque descubrí la nueva serie de Noah Hawley (Fargo) hace poco más de una semana, el hype sobre Legion comenzó en la última Comic Con. “Tiene demasiada buena pinta para ser verdad” pensé en aquel momento, pero con el piloto visto y (casi) digerido, puedo afirmar que no sólo está a la altura de las expectativas, sino que, probablemente, incluso, las supera.




Todo gira en torno a David Haller, nada más y nada menos que el hijo de Charles Xavier y, probablemente, uno de los mutantes más poderosos que ha existido jamás. Y ese punto de partida tan estimulante y desconocido para l@s no lectores de los comics X-Meniles, por ahora, parece ser el único vínculo en común con la saga cinematográfica de los famosos mutantes. Legion tampoco tiene nada que ver, ni en el tratamiento ni en el tono, con las series de superhéroes que conocemos (No hay nada de heroico en un mutante esquizofrénico paranoide y algo infantilizado que, psicopatologías a un lado, aún no sabe conscientemente que sus poderes son reales, y cuesta creer que en algún momento se le plantee el marronazo de salvar el mundo).




Legion se aleja de los cómics de Chris Claremont y Bill Sienkiewiczse para centrarse en la compleja y desquiciada psicología de David. Todo lo que vemos ocurre dentro su cabeza y mientras él no sepa qué es realidad y qué producto de alguna de sus, aparentes, muchas patologías, probablemente, el espectador tampoco. Por eso es una serie narrativamente confusa y exigente, que desafía (y desquicia) constantemente al espectador, por lo tanto, no es ni será para todos los paladares. Durante sus primeros minutos, mientras descubrimos a un muy confundido y alucinado David en su entorno habitual (un psiquiátrico en el que l@s enferm@s llevan chandals naranjas chic retro futurista a juego), un@ tiene la sensación de estar viendo un guión de Nolan, filmado por David Lynch, con estética de Wes Anderson e influencias kubrickianas (el hospital se llama Clockworks, guiño descarado al título original de La naranja Mecánica) y Gondryanas  de Eternal Sunshine of the Spotless  mind y un toque de 12 monos. Muy loco, muy surrealista y muy marciano todo.




Cada aspecto de este piloto resulta tan prometedor que abruma. Técnicamente es deslumbrante y todo parece cuidado y mimado al detalle, desde la fotografía, pasando por la banda sonora y acabando en el apartado interpretativo, con un genial Dan Stevens a la cabeza (nunca mejor dicho), poseedor de una penetrante mirada “acero azul” que ya quisiera para si el protagonista de Zoolander (tenía que decirlo); aunque también destaca una desquiciada y eléctrica Aubrey Plaza pulling a Brad Pitt en la mencionada 12 monos.




Aún es demasiado pronto para catalogarla como “seriaza”, pero confieso que no me sentía tan intrigada y enganchada tras un piloto desde cierta mítica serie creada por J.J.Abrams y Damon Lindelof. Si tan jugoso, innovador y fresco arranque se acaba convirtiendo en un “Lost interruptus”, la decepción puede ser sideral. In Noah Hawley we trust.




Os dejo con el tráiler subtitulado, aunque mi recomendación es que os asoméis a ella con la mirada menos spoileada posible ;)



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03 March 2017

I, Daniel Blake/Yo, Daniel Blake: “Yo quijoteo. ¿Tú quijoteas?”


No comienza mal lo último de Ken Loach. Un personaje simpático y entrañable desgrana lúcido humor británico ante la frustración de la insultante red tape de las ayudas sociales, denunciando de forma clara y lúcida la brecha tecnológica que existe entre las jóvenes generaciones que han integrado la tecnología plenamente en sus vidas y la muy desorientada tercera edad. Y con la empatía en mode on, un@ piensa que tal vez la palma de oro en Cannes está total y completamente justificada, pero se equivoca.




El buen cine social debería ser un must, y aunque aplaudo fervientemente la faceta comprometida y de defensor de causas perdidas de Mr Loach (habría que irse a personalidades psicopáticas para no empatizar y no solidarizarse con los más desfavorecidos y los vergonzosos e imperdonables problemas sociales que nos atenazan), l, Daniel Blake, más que una denuncia de una dolorosa realidad, es una exhibición de pornografía emocional que atenta contra la sensibilidad, la sutileza y el buen gusto.




Básicamente, es como si, en manos de Loach, el sufrimiento real de miles de personas (ese que sabemos que existe y que es tan insoportablemente real que, en muchos casos, superará siempre la ficción), fuera instrumentalizado para subrayar de forma insistente el mismo mensaje machacón, todo en letras tan grandes que, junto con la muralla china, podrían verse claramente desde el espacio. Y el efecto es tan reiterativo y excesivo, tan dolorosamente obvio, que en lugar de emocionarnos, consigue exactamente lo opuesto: indiferencia absoluta y aburrimiento mortal.




Ken Loach se limita a poner en imágenes el tosco y torpe guión de Paul Laverty, su colaborador habitual, guionista para el que, al parecer, todo es blanco o negro, y del que se echa en falta la complejidad, la hondura psicológica y los matices que los personajes y las situaciones demandan (sabemos que la maldad, en muchísimas ocasiones, no tiene límites en nuestro podrido mundo, pero no es necesario “insultarnos” con tanto maniqueísmo y demagogia).




I, Daniel Blake, concluye, además, de forma excesivamente forzada y efectista. Su intención es reventar nuestros lacrimales, pero solo consigue la desquiciante última gota que colma el flagelador vaso de desgracias. En lugar de una (necesaria) bofetada de realidad, Mr Loach nos ofrece una muestra de bienintencionalidad caricaturizada. Posiblemente, lo peor que he visto en la pasada edición del Zinemaldia (y en todo el 2016). 


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