Soy de la opinión de que, en mayor o menor medida y a distintos niveles de intensidad, todo el mundo se droga (llámese alcohol, llámese shopping, llámese cotilleo, etc.) ya que la necesidad de escapar de un@ mism@, en ocasiones, resulta incontenible e inevitable. El problema surge cuando esa más o menos sana escapada ocasional se convierte en una adicción. Shame radiografía una de las más comunes y casi tabú en nuestra sociedad (a pesar de que, al mismo tiempo, hipócritamente, nos empuje cada vez más hacia ella): la adicción al sexo.
Brandon es un triunfador de cara a la galería (la única) en la que se valora lo que se tiene y no lo que se es. Tiene un buen trabajo, dinero, estilo, un piso en Manhattan, un magnético atractivo físico y éxito con las mujeres. Pero lo que nadie sabe, es que, bajo su brillante envoltura, este envidiable winner vive encerrado en una armadura de soledad, dolor, tristeza y, sobre todo, vergüenza, la base de todas las adicciones.
Y es que para escapar de si mismo y realimentar su autodesprecio, Brandon es adicto al sexo, y, posiblemente, lo ha sido durante toda su vida. Hasta ahora ha conseguido mantener un precario equilibrio, pero cuando su hermana, la otra cara de su misma moneda (ella exterioriza su fragilidad, él la esconde) y sus pesadas cargas emocionales comunes entran en escena, Brandon se desestabiliza (recordar la premonitoria escena en la que Carey Mulligan se asoma peligrosamente al andén y Fassbender la sujeta) y cae al abismo. Es entonces cuando uno no puede evitar preguntarse qué terrible pasado común comparten estos dos hermanos para que resulten tan tóxicos el uno para el otro y ambos recurran a métodos tan terribles y drásticos para combatir su vergüenza.
Shame no es apta para todos los paladares. Resulta incómoda, áspera, cruda, perturbadora, indigesta, y lo más inquietante de todo: aunque, como espectador, tus adicciones nunca hayan llegado hasta ese dramático extremo, resulta imposible sacudírsela de encima tras su visionado (de tal forma que ciertas escenas clave continúan acudiendo a tu mente, una y otra vez, como si se fuera una víctima indirecta del síndrome de estrés post-traumático).
Sin caer en el morbo fácil (como la horrenda Autofocus) ni abusar del estomagante abuso del subrayado (tiemblo al imaginar que habría hecho Aronofsky si esta cinta hubiera caído en sus manos), el segundo trabajo de Steve McQueen, a pesar de su sórdido argumento principal (o McGuffin, según se mire), resulta, al mismo tiempo, elegante, hipnótica e incluso lírica, en muchos momentos.
Más brillante y sutil en su planteamiento que en su resolución (un poco acelerada y torpe en mi opinión), Shame es una película más que recomendable, que cuenta, además, con una inspiradísima Carey Mulligan y un superlativo Michael Fassbender, que no vacila en tirarse en todas las piscinas y rasgarse las vestiduras y entrañas (¿qué infiernos personales habrá explorado para mimetizarse hasta tal extremo con Brandon y qué secuelas le dejaría el rodaje?). Resulta imperdonable que la academia haya ninguneado semejante derroche de talento. Debe ser que:
A) Shame no se ha sabido vender y/o no ha recaudado lo suficiente en las américas.
B) El tema principal era demasiado incomodo y morboso para los puritanos académicos y premiarlo estaría mal visto (¿un adicto al sexo ganando un oscar? Oh, my God, traigánnos antes a un asesino en serie!)
C) La (pacata) academia tenía miedo de que Billy Crystal se pasase toda la ceremonia de los oscars haciendo chistes sobre los generosos (y cacareados) atributos físicos de Michael Fassbender (¡que mala es la homofobia... y la envidia!).
Momentazos:
• Carey Mulligan cantando New York, New York con una fragilidad y dolor que desarman al cuadrado porque nos cuentan toda su historia sin contarla y resultan, al mismo tiempo, un espejo de los de su hermano.
• Michael Fassbender, incapaz de mezclar sexo con sentimientos, apoyado desconsoladamente contra la inmensa (y obscena) ventana de una habitación con demasiadas vistas.
• La primera escena del metro. Miradas insinuantes+mujer casada+huida+persecución.
• “Brandon Fassbender”, completamente abatido y desesperado, llorando en el suelo, en plena calle, bajo la inclemente lluvia.
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¡Que exitazo de actualización!
ReplyDeleteDon't worry, Fassy. I love you anyway...
Mañana mismo la voy a ver, así que te contaré. He leído todo menos los momentazos. Muchas ganas de verla. Se te quiere.
ReplyDelete¡Que bien! Jop, cuando la veas, come back y la comentamos, nene, OK?
ReplyDeleteShameless kisses ***
Para mi ha sido una de esas películas que van ganando en las horas posteriores a su visionado, conforme la vas digiriendo. Como tu dices, no es para todos lo públicos: escenas como la del baño (al final) me pusieron la carne de gallina.
ReplyDeleteCreo que lo que más me gusta de ella es que nada se muestra, todo se intuye en los gestos de los personajes (la escena de la cita con la mujer de su trabajo, llena de palabras no dichas, de miradas llenas de significado). Me encantaron sus dos protagonistas, me parece que hacen unas interpretaciones increíbles y deberían estar nominados para los Oscar sin duda alguna.
Un abrazo!
Mis adicciones sin se han acercado a estos extremos y la peli me ha llegado, no sabes cuanto. Me encantó, me tocó. Los actores geniales, la trama comedida y nada gratuita ni pasa de rosca en su exposición del horror (sólo naturalidad pura) y el drama oculto pone los pelos de punta (y a mi el final no me parece precipitado: creo que está en su punto). Maravillosa en todos los aspectos.
ReplyDeleteY si no le dan premios, peor para las academias.
¡Gracias a los dos por los comments!
ReplyDeleteLa verdad es que algo muy potente tiene que tener Shame, ya que no solo es imposible olvidarla tras su visionado, sino que va ganando enteros a medida que la recuerdas.
Ahora me arrepiento de haber hecho la "crítica" a las pocas horas de verla en lugar de haberla dejado reposar in my head, pero qué se le va a hacer.
Estoy de acuerdo en que lo que no se cuenta (el drama oculto) es uno de los elementos más atractivos de la película. El espectador intenta asi rellenar los huecos. Me gusta que las historias tengan precuelas y secuelas que no puedas evitar imaginar.
Creo que nunca he visto retratar el sexo de forma más horrible y antierotica (el sexo buscado, no forzado, entiéndaseme). No comprendo que la gente se escandalice con las escenas explícitas porque transmiten todo menos erotismo. Esa cara de horror y desgarro de Brandon en el que, posiblemente, sea el orgasmo más doloroso de la historia (no creo que se me olvide en la vida) es el "he tocado fondo" del personaje, el punto de no retorno.
Nene, sin entrar en detalles, tú no te has acercado a esos extremos, por favor. Todas las adicciones tienen sus punto de tocar fondo, como he dicho por ahí arriba, pero tu nunca has estado ni tan hundido, ni tan perdido como el prota, y, ni que decir tiene, las consecuencias no han sido tan dramáticas. ¡Nunca has llegado a odiarte hasta tal extremo!.
Jop, no me canso de hablar de Shame...
Kisses al cuadrado ***