29 October 2010

Los tres peores momentos que he pasado en el cine (second and last part)





2 * Take a look on the wild side... of the road

Pocas veces voy al cine sin investigar detalles sobre la película en cuestión, simplemente guiada por el instinto o por alguna buena referencia. Admito que si hubiera conocido más a fondo el argumento de La Carretera, no estarías leyendo estás líneas, porque este film pasaría a engrosar, sin duda, una de las escasas excepciones de mi lista “films para no ver nunca”.

Y no es que la película de John Hillcoat sea mala, más bien al contrario. Es un film excelente (aunque incomprensiblemente ninguneado por la crítica en mi opinión), sin embargo, si tuviera que hacer un ranking con los argumentos más terroríficos, The Road estaría, sin duda, en el honorable top 5. Como diría Chandler Bing “era como si alguien hubiera escrito mi peor pesadilla y me hubiera hecho pagar por verla!”.

En esta realidad distópica, una catástrofe ambiental (o nuclear, nunca se especifica) ha acabado con el 95% de la población, junto con toda la vida animal y vegetal (sólo algunos insectos y árboles resistieron inicialmente, pero han muerto casi todos). Siempre es invierno, siempre hace frío y el cielo siempre está gris. Las cenizas lo cubren todo. La comida se convierte en el bien más codiciado, así que los supervivientes, básicamente, sólo tienen dos opciones: el suicidio o el canibalismo.
Una vez agotada la despensa, un padre y un hijo se ven forzados a abandonar su casa. A lo largo de la carretera, descubrirán si son portadores de luz o todo lo contrario. Y hasta ahí puedo leer.

Esa tarde cometí la imprudencia de ir sola al cine y confieso que nunca en toda mi vida había sentido tanto terror. De hecho, temblaba tan visiblemente, que me daba vergüenza que algún espectador pudiera darse cuenta. Todos los músculos de mi cuerpo me instaban a abandonar la sala, y si no fuera porque un buen amigo me había dicho que el final de la novela era esperanzador, lo habría hecho sin ninguna duda.

Hacia los 30-40 minutos de la proyección ocurre algo tan sumamente espeluznante y sobrecogedor, que te lleva más allá del horror hasta un lugar en el que te blindas emocionalmente. Tu cuerpo automáticamente se relaja, porque sabes que nada de lo que puedas ver a continuación puede superarlo en espanto. Y te da igual la posibilidad de que se coman al padre al alioli o que el hijo se muera de un ataque de anemia galopante. Sólo quieres que el viaje acabe lo antes posible.

Cuando llegaron los anhelados end titles, los despertares o (leves) estados de shock que siguen a la proyección de una película, se multiplicaron por 1000 al acabar La Carretera. Creo no equivocarme al afirmar que no había visto un silencio más abrumador y unas caras más compungidas en mi vida.

Salí del cine como quien escapa de un secuestro y durante los días siguientes tuve casi todos los síntomas del trastorno de estrés postraumático: hipervigilancia, irritabilidad extrema, dificultad para dormir (me daba pánico apagar la luz) y para concentrarse y reviviscencia o la obsesión por revivir escenas y emociones en tu mente una y otra vez.

Y es que, sea cual sea tu nivel de trauma post-roadiano, a pesar de los profundos y emotivos valores humanistas que atesora, La Carretera te ataca de las 3 formas en las que te puede noquear una película: izquierdazo a la emoción, gancho a las tripas y cruzado a la cabeza. De hecho, este último golpe resulta el más peligroso de todos, porque aunque consigas librarte del impacto emocional inicial, no consigues abandonar el asfalto y te sorprendes caminando por ella muchos meses después. Por que The Road es como una maldita espina que se cuela en tu torrente sanguíneo y avanza lenta pero indefectiblemente hacia el sótano en el que conviven tus peores miedos. Y una duda, como una cuchilla, araña tu mente: ¿y si pudiera pasar?





3 * Lo que Andy se llevó

"¿Cómo es posible que sufrieras viendo Toy Story 3?" os estaréis preguntando.
Mientras el público, mayoritariamente infantil, vitoreaba y reía parapetado tras sus gruesas gafas 3D, yo trataba de contener el llanto sin éxito. Y es que frases como “el fin de una era” o “será duro despedirse de Andy para siempre” fueron too much para mi. En el real world, yo también tenía que despedirme de mi propio Andy, un fiel amigo muy enfermito que moriría justo dos días después de aquella proyección.

Cuando la gente se levantó, animada y satisfecha, de sus butacas, yo no pude ni quitarme las gafas. Mi paciente acompañante me abrazó y empapé de lágrimas su camisa hasta que la sala se había vaciado y la cara de la acomodadora nos instó a marcharnos.

Recuerdo que la gente me miraba, entre el asombro y la lástima, pensando para si “pues si que le ha afectado a esta chica separarse de sus juguetes”.
Al devolver las gafas 3D (¿ah, pero es que había que devolverlas?), estuve a punto de pedir disculpas por el indecente estado en el que las entregaba. No me queda claro si las reciclan o las reutilizan sin más, así que si alguien encuentra unas glasses empapadas la próxima vez que vaya a ver un film en 3D, son las mías.


P.D. Pasen por la halloweenera encuesta de esta semana ;)

P.D.2. Aún están a time para apuntarse al concurso de Bandas Sonoras. Si no se anima más gente, lo voy a tener que suspender :(

13 October 2010

Concurso "Adivina la película"




Hace unos meses se me ocurrió una idea loca, descabellada y un poco masoca: retomar el concurso “AdivínaLa” que dejé colgado en el fotolog. La novedad de este reloaded sería que en lugar de poner fragmentos de diálogos de films, las protagonistas absolutas serían las canciones pertenecientes a la B.S.O. de la película a adivinar.

Para participar necesito vuestro correo (el de los blogueros cuyas direcciones no tengo, entiéndaseme). Why? Pues porque se trata de versiones “especiales” que no se encuentran en la red y, lógicamente, no puedo colgarlas en el blog (lo que si colgaré, será la solución cada semana con el video de la escena en cuestión). La mecánica no podría ser más fácil: el/la primer@ que me reenvíe el e-mail con la solución correcta, gana.

Las songs serían de todo tipo, género y condición. A veces serán canciones que me encanten de pelis muy malas, y otras elegiré temas que no me gustan tanto de películas más que notables. Algunas resultarán muy fáciles, otras no tanto. No tengo todo el repertorio pensado (aunque sí sé que será muy ecléctico). Dependerá del mood en el que me encuentre en esa semana.

Ni que decir tiene que este concurso dependerá básicamente de vosotr@s. Si no se apunta mucha gente y/o no os animáis a participar una vez puesto en marcha, lo suspenderé.

Y bien, ¿qué me decís? In or out? ;)

P.S. Por si a alguien quiere participar, pero le da cosilla poner públicamente su correo, puede postearme dos veces: una para decirme que está in y otra para escribir su dirección, la cual borraré nada más leerla ;)

04 October 2010

Six Feet Under: A Dos Metros Bajo El Cielo



Hace un mes conocí a los Fisher, esa familia deliciosamente disfuncional que regenta un negocio de pompas fúnebres. Confieso que, antes de animarme a verla, tenía mis resistencias: ¿llegará a gustarme una serie fundamentada en la muerte? Pero ya desde los cinematográficos y elegantes títulos de crédito (los mejores que he visto en televisión) te das cuenta de que Six Feet Under escapa a todo lo que has visto hasta la fecha. A partir de ahí, momentos, chispas y diálogos, te obligan contínuamente a abrir la boca. Y, sin darte cuenta, poco a poco, la temida grima o prejuicios iniciales, desaparecen.

A diferencia de la mayoría de las series, que empiezan con una primera temporada potente y luego se van desinflando a fuerza de alargar innecesariamente su trama, pronto descubres que las cinco temporadas que componen Six Feet Under son como una película de 100 minutos cortada en 5 partes: los veinte primeros minutos corresponden a la presentación de personajes, los siguientes veinte al inicio del nudo y así hasta la quinta y clímax final. Sin embargo, es demasiado compleja y densa para devorarla en pocos bocados. Por eso hay que valorarla en conjunto y paladearla sin prisas, pero con la maravillosa certeza de que pocas veces has podido bucear con tanta libertad en unas tramas, subtramas y personajes.

Para traspasar conciencias y corazones, la inteligencia, la capacidad crÍtica, la originalidad y el talento narrativo no bastan. Uno llega a pensar que Alan Ball y todo su equipo de guionistas han muerto muchas veces y han vuelto a nacer para alcanzar la sabiduría que destila esta serie.
Y es que no hace falta ser experto en psicología, para darse cuenta de su hondura y trascendencia y de lo milimétricamente modelados que están todos sus personajes. Sus miedos, pasiones, ambigüedades, lado oscuro y evolución desde el primer capítulo hasta el último, son, simplemente magistrales. Todos ellos resultan tan poliédricos, contradictorios, queribles (y al mismo tiempo detestables), tan creíbles, al fin y al cabo, que continuamente tienes la sensación de que podrías tocarlos.

Six Feet Under no hace concesiones ni a sus personajes ni al espectador. Es cruda, transgresora, ácida, dolorosa y políticamente incorrecta. Como la vida misma. Todo aquello que nos da miedo, que es tabú o que permanece en las cloacas de nuestro inconsciente, aparece sutilmente retratado con un humor negro, negrísimo. Homofobia, aborto, racismo, ninfomanía, drogodependencia, incesto, miedo a la muerte, culpa, el dolor del duelo y un largo etc. pondrán a prueba nuestras fobias y prejuicios de tal forma que habrá capítulos que te golpearán en el estomago con tanta fuerza, que tardarás un tiempo en recuperarte.

Pero tal vez su mayor merito sea embarcarte en su viaje sin tu permiso. Al principio, te sientes un seguro polizón en una embarcación en marcha. Sólo observas y en muchos casos lo que ocurre no tiene nada que ver contigo, pero poco a poco te vas dando cuenta de que, a través del microcosmos Fisher, es tu propia vida lo que estás observando: has pasado a formar parte del elenco de personajes y ya no puedes abandonar el barco.

Y es al llegar a la emotiva quinta y última temporada, cuando la serie descubre sus cartas y todo lo visto anteriormente alcanza un nuevo e insuperable nivel. Entonces te das cuenta de que la serie de Alan Ball ha llegado más lejos que ninguna otra. Sus tres capítulos finales (pero especialmente sus últimos minutos), son "de otro mundo" y resultan tan perfectos y sobrecogedores, que te dejan en estado de shock durante varios días. Es imposible verbalizar la amalgama de emociones que te provoca ese gran final (a años luz de todos los otros endings que has visto hasta la fecha). Como igualmente imposible resulta predecir a largo plazo el impacto que todas sus semillas han ido prendiendo en tu interior.

Dicen que las auténticas obras maestras, deben tener un impacto emocional tal que escapan a nuestra comprensión, como 2001: Una odisea en el espacio. No sé si Six Feet Under es, como dicen algunos, la mejor serie de la historia. Me quedan muchas series por ver y el tiempo pondrá las cosas en su sitio. Sin embargo, en estos momentos, sobrecogida aún por su enorme final, puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que ninguna otra me había hablado tanto y tan bien de mi misma, ni me había transmitido más alto y más claro el mensaje: Todas las cosas, todas las personas, todos los lugares tienen su final, pero, aquí y ahora, estás viva. Carpe diem!



P.S. Aunque me identifico más con el personaje de la desorientada, idealista y creativa Claire (una 4 muy 4), mi debilidad es David, el frío-tierno, rígido-maleable, miedoso-valiente, segundo hijo del clan Fisher, interpretado por ese actorazo como la copa de un pinus llamado Michael C. Hall (Dexter, para los amigos ;))

26 September 2010

Miedos y prejuicios


Nuestras convicciones más arriesgadas, más indubitables, son las más sospechosas. Ellas constituyen nuestro límite, nuestros confines, nuestra prisión” decía Ortega y Gasset. Cavando un poco más hondo y trasladándolo al terreno cinéfilo, podríamos deducir que nuestras ideas, introyectos, prejuicios y fobias, no sólo limitan nuestras elecciones cinematográficas, si no también nuestra percepción y apreciación de la historia que se nos muestra. Qué le vamos a hacer.

Esto es lo que me perdí por prejuicios, miedos, o, simplemente, asquerosa mala suerte.

Exit through the gift shop era un film que ya sobre el papel apuntaba maneras. Pero al hacer mi selección de pelis del festival, siempre tengo la (¿mala?) costumbre de buscar las críticas (cuando las haya). La bad fortune hizo que me topara con un crítico que la calificó como “tomadura de pelo”, así que la deseché. Cuál sería my surprise al comprobar que no sólo era la favorita para alzarse con el premio del público de esta edición, si no que los críticos, por su parte, también la adoran.





Cuando leí el argumento de Buried, decidí que nunca querría verla. La espeluznante y agónica historia de un hombre enterrado vivo en algún punto de Irak, que cuenta con la única ayuda de un móvil (sin casi batería) y una linterna (I think) para intentar escapar antes de quedarse sin oxígeno, me parecía una de mis peores pesadillas hecha película. Pero a pesar de la evidente claustrofobia y la angustia que debe dar pasarse 93 minutos contemplando a un tío asfixiándose en un ataud, Buried ha arrasado allá por donde ha ido, Donostia included, y todo apunta a que será una de las películas del año.


Joyitas que disfruté a pesar de mis prejuicios (y los prejuicios de otros)


Fue el oso de plata al mejor guión en Berlín lo que me animó a ver la china Apart Together. Nunca olvidaré la presentación de su protagonista. Aquella anciana de 85 años con el pelo blanco cortado a lo garçon era la viva imagen de la elegancia, la dignidad y la sabiduría. Parecía un oráculo andante, una Yoda que hablaba un inglés pausado pero gramaticalmente correcto. Nos dijo que el 23 de septiembre era el día perfecto para ver el film porque durante esa fecha en China se celebra el Moon Festival. Las familias (o los amantes) que permanecen separados por alguna circunstancia, esa noche miran a la luna y se sienten juntos.

La película tiene momentos brillantes. Resulta emotiva y está bien narrada. Sin embargo, tiene un pero gigante contra el que me cierro en banda como un molusco al sentirse amenazado. Y es que como todo el mundo sabe, una producción oriental que se precie siempre debe incluir comida, preparación de ídem, o una mesa familiar repleta de platos “comunitarios”. Como animalista y vegana, puedo soportar los animales cocinados, pero ver a los protagonistas comprar cangrejos vivos (y echarlos en una olla hirviendo), tortugas o, aún más horripilante, sufrir esos planos de mercadillos llenos de animales de todo tipo y condición, vivos, amarrados, o mantenidos con vida en pequeños barreños, me supera.

Con ese mismo miedo me fui a ver ayer Addicted to love, también china, pero de la sección oficial. Sin embargo, afortunadamente, en esta curiosa y tierna película, lo único que se cocinó en un wok fueron verduras.




Aunque se llevó el oso de oro en Berlin, Bal (Miel), había suscitado alguna furibunda crítica (“acabas del bosque hasta los... ").Mientras hacía cola y escuchaba los comentarios de las marujas de atrás, pensaba “madre de Dios, como realmente sea otro truño a lo Abbas Kiarostami, estamos apañados”. Pero para mi sorpresa, aunque bien es cierto que le habría dado algún que otro tijeretazo, me encantó. Es uno de esos “viajes emocionales” con los que empatizas o no empatizas. Aparentemente, pasa poco, cuando, en realidad, ocurre muchísimo. Psicología y poesía. Era como observar dos paisajes contrapuestos pero complementarios: el externo, con su naturaleza viva, hostil y cambiante y el interno, a través de los enormes ojos de un atormentado chavalín de 6 años. Luego, este niño que observa jugar a sus compañeros a través de la ventana del recreo (un cuatro eneagramático como la copa del mayor pino del film, por cierto), se hace poeta, pero eso se ve en la segunda parte de esta trilogía que, curiosamente está contada al revés.


Un músico guatemalteco, cuya única posesión es una marimba (una especie de xilófono de madera), al descubrir que su instrumento se ha pasado de moda, tiene la curiosa ocurrencia de unirse a una banda de heavy metal que acaba llamándose Las marimbas del infierno.
“Tiene pinta de bodrio”
me dijo un amigo cuando leyó el argumento. Pues bien: ha sido la película con la que más me he reído en este festival. Y no me refiero a una carcajada, sino a casi llorar de la risa. Y es que tengo debilidad por las historias dramáticas o de denuncia social que están contadas con un humor negro, absurdo o ambas cosas. Además, hay films que se engrandecen mucho más en del contexto del festival. Si ves una película de este tipo acompañado de gran parte del desinhibido jurado de la juventud, que aplaude y se ríe con esa entrega tan asquerosamente envidiable, la sala entera se contagia de frescura. Y durante 90 minutos, te sacudes los prejuicios y el cansancio y tu mirada, bien sea experta, aficionada o principiante, se vuelve un poco más blanca. Esa es la magia del Zinemaldi...

24 September 2010

I can see cloned people...


Cuando pasas más tiempo dentro de un universo de ficción que en el mundo real, las fronteras entre ambos se difuminan. Tal vez la falta de sueño y el cansancio tengan mucho que ver en este curioso “trastorno de la realidad”. Confieso que todas las setas que he consumido durante estos días eran estándar, pero hacia la mitad del Zinemaldi, por algún oscuro e inexplicable motivo, empecé a ver clones por todas partes.

He aquí mi inquietante lista de avistamientos de menor a mayor grado de "paranoia":


Danielle no era francesa, ¡era bosnia!

Supongo que la mayoría habréis visto No man’s land (y si no, os aconsejaría que os replantearais seriamente vuestra cinefilia). Su director, Danis Tanovic, se trajo bajo el brazo Cirkus Columbia, un film que, aunque no resulta tan brillante como su opera prima, es de lo mejorcito que se ha podido ver en Zabaltegi. Retrata el “antes de” de la guerra de Bosnia, y lo hace a través de una historia familiar, con sus odios, rencores, pasiones y sueños. Desde el principio de la proyección, uno de sus personajes sacó mi lado más freak. “Me parece que he visto a la Rousseau de Lost. No, no puede ser. Serán imaginaciones mías”, me dije. Segundos después, un primer plano de la actriz (y su inconfundible voz) me lo confirmaron: ¡era Rousseau!. Admito que me costó un rato olvidar a su personaje más famoso y concentrarme en su sufrida madre en la película. Ahora entiendo de donde venía ese acento francés tan especial ...





El culebrón en 6 capítulos que nunca debió ser película

Este año ha habido un film que constituía una prueba a la resistencia y a la voluntad tan peliaguda, que me río yo de la vía del samurai, del desapego material budista o de la tentación al lado oscuro de los jedis. 256 minutos, nada más y nada menos, se gasta la película Mistèrios de Lisboa de Raúl Ruiz. Más de 4 horazas. Yo entré de buena fe, confiada en que pasaría orgullosa al otro lado, pero a los 20 minutos de metraje ya estaba mirando el reloj. ¿Qué hacer cuando una película te parece un insoportable culebrón deluxe sobreactuado? Pues imaginar cuántos personajes más podría interpretar el incombustible “cura-mortadelo”; descubrir cuántas palabras en portugués eres capaz de recordar; calcular cuánto podrían haberse gastado en el vestuario (lo mejor de la peli, sin ninguna duda); pensar en lo buenorro que podría estar su adolescente protagonista dentro de 15 años; inventar maneras de escapar del Victoria Eugenia sin tropezar con las escaleras y romperte los piños o flipar con lo mucho que la maltratada protagonista se parece a Parker Posey.
Afortunadamente, los 15 minutos de descanso que nos dieron (por prescripción médica, seguramente) a mitad de la proyección, nos rescataron del infienno de venganzas y amores imposibles. Incomprensiblemente para mi (y para muchos de los que disertamos de las salas) los críticos la adoraron. Un sietaco tiene de media. La nota más alta de la sección oficial.


La forma peor vista de perder el tiempo

Me encantó la frase de su directora durante el coloquio “los puzzles son el símbolo universal de la perdida de tiempo”. Yo veía a la madura protagonista de Rompecabezas, esa mujer que descubre (y se autodescubre) a través de su inusitado (y ridículo a ojos de todos los que la rodean) talento para hacer puzzles; observaba su expresivo rostro, comprendía por qué su historia había gustado en otros festivales y qué la había hecho ser calificada como "íntimamente femenina. Habla de las postergaciones y los roles que se juegan en la vida cuando las cartas ya están repartidas; aunque nunca es tarde para barajar de nuevo". Pero mi cabeza no dejaba de repetirse: ¡madre de dios lo que se parece su marido a John Locke con bigote! ¿Cómo es posible que nadie se haya dado cuenta?


Copia (recetas), abraza (Bardemes), luce (piennas)

Ese podría haber sido el titular del paso de la Roberts por Donosti, o , al menos, el que me vendrá a la cabeza dentro de algunos años cuando recuerde al premio Donosti del 2010. Todo se reduce a 3 cosas: la receta de torrijas que pidió entusiasmada en el restaurante en el que cenó, los abraceos (y sobeteos continuos) que le prodigó a Bardem y su espectacular minifalda XXS (de esas que quitan el hambre, como diría Joey Tribbiani) en su photocall mañanero. Y es que una de las candidatas a las piernas más largas y bonitas del mundo, puede. Pero vamos a lo que vamos.




Me miraron mal cuando dije que iba a ver Come, reza, ama. Parece que en el festi sólo se pueden ver co-producciones turco-alemanas. Muy de vez en cuando me dan venadas impulsivo-comerciales y sabía que si no la veía en el Zinemaldi no la vería, así me animé. En realidad, tenía la remota esperanza de que apareciera James Franco. Bueno no. Bueno, sí. Bueno, tal vez.
Antes de que empezara la peli (que se merece una actualización ella solita y no por estupenda, precisamente), a las imperdonables 9 de la morning de un soleado lunes, me pareció ver a un antiguo fotologuero adicto al Zinemaldi sentado dos filas delante. ¿Será él?¿no será él? ¿se me estará yendo de las manos esto del clon effect? Señor Marlango, si lee estas palabras, sáqueme de dudas, mi salud mental depende de usted. ¿Era el chico de la tercera (o cuarta) fila con camisa de cuadros rojos y negros sentado al lado de un jersey verde fosforito... o es que el Zinemaldi perjudica seriamente mi salud?


19 September 2010

Día 2: rumore, rumore...



Para algunos ha sido difícil, incluso traumático de asimilar, pero no, George Clooney no se dará un garbeo-sorpresa por la playa de la concha. Ha sido sólo un rumore. ¿Como va a venir a Donosti cuando puede quedarse elisabeteando en el lago Como?

En fin, tontás aparte, mi menú de hoy originalmente constaba de las creaciones de dos chefs noveles, pero la mala suerte y los fallos informáticos, me condenaron a la dieta sabadil hace una semana. Y es que en el Zinemaldi, o consigues entradas el día D o no las consigues.

El único plato que me comí lo preparó Diego Luna con la ayuda de sus productores Gael García Bernal y John Malkovich. El primero no le acompañó (¡cachis!), pero el segundo, felizmente abonado a nuestro Zinemaldi, sí.
Su película sorprende por la temática escogida y por la solidez de la propuesta. La gente se partía la caja con la historia de una familia disfuncional cuyo hijo mediano (atención diagnostico rápido), aquejado de síndrome de asperger, queda tan sumamente traumatizado por el abandono de su padre, que acaba asumiendo su papel (oséase, se transforma en adulto). A mi, desgraciadamente, se me disparó el chip de psicóloga y carcajadas, las justas.

Quizá lo más interesante de Abel, sea comprobar como el niño expresa en su comportamiento los introyectos de lo que él ha aprendido que “debe ser un hombre”. La elección de cierta famosa canción de los Village People en la B.S.O. no es casualidad. Las únicas bien paradas en esta película son las mujeres. Son ellas las que llevan verdaderamente el control, aunque mantengan la ilusión en los varones de que sucede lo contrario. Así que el film, aunque irregular, es una buena crítica al machomanismo y a la mala educación.




Curiosidad, mucha, tenía por el debut de Ted Mosby, I mean, Josh Radnor en la dirección... y, desgraciadamente, la sigo teniendo. El chico ha abandonado momentáneamente a sus compis de How I met your mother para venir a defenderla. Y es que en este caso no hay excusa para mandar al actor principal, al guionista o al productor en su nombre, porque en la comedia Happythankyoumoreplease hace de todo: dirige, escribe y actúa. Venía precedida de éxito, y parece que aquí también ha dejado a los paladares satisfechos. Merde!

En la sección oficial ni el western mexicano Chicogrande, ni la española El gran Vázquez (biopic del creador de Anacleto con Santiago Segura a la cabeza), han entusiasmado demasiado.

Un inquietante sms en mitad de la tarde anuncia “chivatazo: se dice que la ganadora de esta edición será Pa negre. Habrá que verla”. Pues norl. Pan negro me da aún más pereza que los dos títulos anteriores. Y es que por muy brillante que sea la cinta de Agustí Villaronga, si tengo que tragarme otra peli más de “infancia y adolescencia en la postguerra”, me hago el harakiri. En fin, ¿serán rumores?




La pregunta del día: ¿por qué la visita a Donosti suele coincidir con el punto más alto de antierotismo y de relajadísima dejadez física de la mayoría de los actores? Algo tiene que tener nuestra ciudad, porque dos meses después, los mismos "Notas" aparecen en otro evento sospechosamente guapeados, hasta el punto de no parecer los mismos. Este año ha sido Diego Luna y esas barbas decimonónicas que le echan 10 años más encima; pero en mi memoria cinéfila, resuenan dolorosamente: la barriga de 5 meses de Keanu Reeves, la barba de chivo siberiano de Brad Pitt y las raíces negras como El cuervo de Poe de Emma Thompson...

18 September 2010

Día 1: Todo cartel pasado fue mejor



Miramos y remiramos el cartel de la 58 edición del Zinemaldi y nos resulta tan gris e inoportuno como el día. “¿Quién narices es esta petarda?” parecen corear con sus ojos desde el resto de las mesas. “Echo de menos los carteles de los 90” pronuncio entre sorbo y sorbo de mi té verde. Me miras intentando recordar, pero eras demasiado joven.
De aquellos años de post-adolescencia, en las que sólo observaba el festival a través de la verja de seguridad, recuerdo los carteles y las estrellas, no las películas. Las películas llegaron después, en los dosmiles, con los carteles horrendos. ¿Tan difícil es tener las dos cosas?

La crisis parece haberse cebado mucho más con el Zinemaldi que con sus ilustres hermanos Berlín, Cannes y Venecia. Pero es que el año pasado inauguraron la edición Brad Pitt y Tarantino con sus Inglorious Bastards y ese listón será muy difícil de superar. No, no habrá apenas figuras consagradas ni grandes estrellas, de esas que dan peso, vidilla y glamour a un festival. El presidente del jurado de Cannes fue Tim Burton, el de Venecia Tarantino. El nuestro es Goran Paskaljević. La alfombra no es roja, ni rosa chicle, sino negra. “Uy, pues el negro es más difícil de limpiar” sentenció mi tía al conocer la noticia.

Voy a por más azúcar para mi té. Normalmente, el premio Donostia es un refuerzo, un "pues ya que vienes..." a la estrella que estrena una película en Europa. Come, reza, ama es la excusa de Julia Roberts “porque está de capa caída” añades. Sonrío.
Migajas. Este año resulta más evidente que nunca que las películas de la sección oficial son como los niños que acaban siendo escogidos los últimos en los equipos de gimnasia. De entrada, únicamente John Sayles (gran amigo del Zinemaldi) sobresale de entre el resto.

Acaba el break entre mi película y tu corto. “Sólo a ti se te ocurre inaugurar el festi con una peli ya estrenada” me dices con la mirada. Es cierto. ¡Que le den a Polanski, mi Zinemaldi aún no ha empezado!. En esta edición, todo puede pasar todavía. Las buenas pelis pueden llegar, los buenos carteles, ya no. Esta noche, para compensar el mal sabor de boca, tiraremos de nostalgia y de odiosas comparaciones, hasta que llegue mañana...

Carteles que me marcaron:












02 September 2010

My favourite chocolates

Teniendo en cuenta las pasiones y encendidos debates que dentro y fuera del blog ha levantado la actualización de los mejores eye candy del cine, y ante la presión de cierto blogero resentido, he decidido, con todo el dolor de mi corazón (¡juas!), dedicar una entrada a algunos de mis chocolate eyes favoritos. La elección ha sido facilísima. Y es que entre mi top de bellezones, salvo alguna excepción, siempre han abundado más los ojos oscuros que los claros, qué le vamos a hacer....

No hay orden de preferencia. No quiero ni puedo elegir a mi favorito.





Rodrigo Santoro: o el cuerpazo tristemente desaprovechado de ojos tristes que siempre será una de las grandes incógnitas de cierta famosa y recién acabada serie. Si yo hubiera sido Laura Linney en Love actually, no le habría dejado escapar...





Adam Brody:
el chico mono con el que, en versión patria, deseas cruzarte todos los días al doblar cualquier esquina, y prestarle un libro, llevártelo al cine, compartir con el tus últimos descubrimientos musicales...





Matthew Fox: ejemplo perfecto de cuarenteño de muy buen ver. Nadie sabe con certeza el color de sus ojos. A veces son marrones y otras verdes. Puede que el misterio se resuelva en los extras del pack de las 6 temporadas de Lost. Hasta entonces, seguiremos sintiendo una envidia nada sana por Kate...





Josh Hartnett: puede gustarte o no como actor, pero sus 1’90 cm de hot stuff dejan sin aliento. Sólo él podía padecer el peinado paje de Las vírgenes suicidas y seguir estando guapo.
Quien le ha visto llevando únicamente una toalla violeta durante la mitad del metraje de El caso Slevin, nunca lo olvida...





Daniel Brüll: o el chico guapo que actúa como si no lo fuera. Sencillo y encantador dentro y fuera de la big screen, tiene un no-sé-qué-qué-se-yo que me hipnotiza. ¿Será su poliglotismo? ¿Será su boca?





James Franco: ha sido el enamoradísimo Tristan, James Dean, el enemigo de Spiderman y el gran amor de Harvey Milk, pero siempre deja con la sensación de que lo mejor de él está por llegar. Las chicas que frecuentaban la hamburguesería donde trabajaba opinaban lo mismo. Por eso siempre volvían con la excusa de que se habían olvidado algo...





Christian Bale: lo conocí en El imperio del sol cuando tenía la misma edad del chavalín que interpretaba y me chifle por él. Luego fue creciendo en todos los sentidos de la palabra y acabó convirtiéndose en uno de mis actores favoritos. Últimamente parece que ha perdido un poco el norte, pero no pierdo la fe de que vuelva a casa como el prota de su primera película...





Johnny Depp: el actor fetiche de Tim Burton lo tiene todo para estar en cualquier top de actores (y no sólo de los más guapos). Lo quise cuando tenía tijeras en lugar de manos, cuando fue el peor director del mundo, cuando lucía rimel piratil como nadie y cuando enamoraba a Bardem en Antes que anochezca como travesti y a lo loco... y algo me dice que lo seguiré queriendo...






Keanu Reeves: o mi amor platónico en la adolescencia. Antes de la era botox este guapísimo y exótico señor nos hizo muchos regalos y no sólo para la vista. El Neo de Matrix, el policía de Speed, el maloso resentido de Mucho ruido y pocas nueces, y el mejor de todos: el chapero de Mi Idaho privado. Aitana Sánchez Gijón le llamaba "soso de cojones" en el rodaje de Un paseo por las nubes y él repetía “sousou de coujounes”. Aisss...





Jim Sturgess: tal vez, mi chico favorito. Y es que de él me gusta todo: sus corbatas, su look, su pelo, su mirada picara, sus andares... aunque puede que lo que realmente me enamorara fuera su versión de I’ve just seen a face en Across the universe.
Se va haciendo un hueco en Hollywood sin prisas, a base de buenas críticas y mucha simpatía y sencillez. ¡Jim, por el amor del Dios, ven al Zinemaldi!


***





P.S. Mr McAvoy, prometo compensar su imperdonable ausencia en mi ranking de ojos bonitos viendo 74 veces seguidas la escena de la playa de Expiación. ¿Cómo he podido olvidar sus ojazos azul eléctrico? ¿Cómorr? Please, don’t hate me!

P.S.2. ¡Pasen por la encuesta de la mejor peli del verano! ;)

23 August 2010

My favourite "Eye Candy"

Por una vez, y sin que sirva de precedente, no vamos a hablar de los actores más talentosos, ni de los más excéntricos, solidarios, guapos o interesantes al otro lado de la pantalla. Hoy toca recrearse, simplemente, en los mejores ojos actoriles masculinos.
Abran sus globos oculares y dispónganse a realizar su propia lista ;)





10. Gaspard Ulliel.
Este último puesto del top, se lo disputaban seriamente Robert Redford, Daniel Day-Lewis y Viggo Mortensen, y aunque la balanza se inclinaba a favor de este último, finalmente su actitud pro-taurina lo ha desbancado. Sin embargo, mientras volvía a la duda hamletiana, me he topado con esta foto de Gaspard Ulliel y .... ¿de qué estábamos hablando?





9. Gael García Bernal.
Si el verde más penetrarte (a este y al otro lado del río) de los magnéticos ojos del señor Bernal no se hubiera incluido en este top... la autora de este blog habría pecado de muy mala educación.





8. Jonathan Rhys Meyers.
El morbo personificado en una mirada ambigua que sabe ser inquietante pero también irresistiblemente tierna cuando le da la gana. A pesar de los pesares, habría sucumbido a ella cuando jugaba a tenis con Woody Allen, pero en Los Tudor da tanto miedo que lo quiero lejos, muy lejos. A siglos de distancia...





7. Elijah Wood.
Érase unos ojos a un hombre pegados, érase una mirada marina superlativa... Los que le conocen aseguran que, a pesar de tenerlos increíblemente grandes y expresivos, sus ojos no le funcionan muy bien. Desde el otro lado de la big screen, quienes lo hemos visto crecer, no nos hemos dado cuenta...





6. George Peppard.
Su personaje de Paul Varjak en Breakfast at Tiffany’s (especialmente la mirada con la que observa a Audrey Hepburn cantando Moon River), ha conseguido lo imposible: que me olvidara de sus comentarios sexistas, machistas y racistas, y de lo mucho que en los 80 le encantaba que los planes salieran bien...





5. Ralph Fiennes.
Toque la tecla que toque (y sabe tocar muchas), su melodía suena intensa, turbia o, incluso, amenazadora. Con Mr Fiennes siempre tenemos garantizado un viaje en primera clase al lado oscuro, aunque nunca sabemos con certeza si podremos volver de una pieza. ¿Será eso lo que hace su mirada tan sexy?





4. Ian Sommerhalder.
Hay miradas tan profundas que transmiten la sensación de que podrías arrojar una piedrecita dentro de ellas, y que esta seguiría hundiéndose irremediablemente sin llegar a tocar fondo. La del ex lostie reconvertido en vampiro es una de ellas. No me extraña que Locke insistiera en revivirlo en sus sueños...





3. Montgomery Clift.
Quienes dicen que la voz es lo único que no miente, nunca han conocido a Monty. Ni el método, ni el mejor especialista en maquillaje, habrían podido disimular en su mirada ese alma rasgada, doliente y atormentada que exhibía en cada fotograma. Observándolo, casi se siente uno voyeur o, peor aún: un policía mirando a través de la traicionera ventana oscura de los interrogatorios...






2. Jared Leto. Actor, músico, cantante, vegetariano, solidario, guapo, pelo revolvible... ¿No le bastaba con eso para resultar arrebatador?. Al parecer, no. ¿Recuerdan la escena de Memorias de una geisha en la que se le enseña a la protagonista a parar a un hombre en seco con una sola mirada? Yo creo que con esos ojazos out-of-this-world que el hada buena le ha dado, Jared podría parar incendios, sequías, huracanes, terremotos o lo que le diera la gana...




1. Paul Newman. Un buen día, una estatua griega se reencarnó en un mortal, dotándolo, no sólo de toda su anatómica y cincelada perfección, si no que, además, le regaló unos ojazos tan desarmantes, que, en su presencia, no había criatura que pudiera evitar que le temblaran las piernas. Mr Blue Eyes, era (y es) de esos hombres tan, tan, taaan guapos, que harían dudar de su sexualidad hasta al mismísimo Testosteróneo Man.


*

02 August 2010

Los 3 peores momentos que he pasado en el cine



Todo cinéfilo tiene su colección particular de “Holocaustos caníbales” vividos dentro, detrás y alrededor de la pantalla grande. Hagámos memoria: Castañas pedantes infumables, patochadas sólo aptas para concursantes de Hombres, mujeres y viceversa, niños (y no tan niños) con incontinencia verbal, roncators-tenores, chuche-escandalosos, acompañantes-comentaristas, climatizaciones sádicas, subtítulos inseguros (o directamente fantasma), parejas que han olvidado que no están en la sala de su casa, síndrome de la palomita rancia, copias de films que parecen haber pasado previamente por las manos de Freddy Krueger, paudoneses en el asiento de enfrente, pateadores profesionales, codo-acaparators, boicoteadores de desodorantes, ubicuators o esos que van compulsivamente al baño o se mueven en su asiento como si tuvieran síndrome de Tourette...

Sin embargo, cuando pienso en mis peores momentos como espectadora, casi siempre quedan excluidos actores secundarios, figurantes, dirección artística, fotografía y demás. Todo se reduce al guión, al director y al protagonista principal.

Este es mi Top 3 de momentos horrendos vividos en la sala de cine ordenados biográficamente.


1 * ¡Quiero ir a mi caaaaaaaaaaaaaasa!

Con 7 años era la única niña del colegio que aún no había visto E.T. Ese esperado sábado llegó cuando todos sus protas ya eran adictos a todas las sustancias habidas y por haber, pero me daba igual. Me sentía tan contenta, que ni siquiera el hecho de que mi madre no pudiera acompañarme menguó mi entusiasmo. No podía esperar ni un día más. Si quería ver al extraterrestre, vería al extraterrestre. Recuerdo que la mamma me llevó de la manita hasta una de las primeras filas, me sentó a un asiento del pasillo y me dijo “no te muevas de aquí. Cuando acabe la película, estaré esperándote fuera”. Y así lo hice. De hecho, fui tan asquerosamente obediente, que ni siquiera el jirafo que se sentó delante me animó a cambiarme de asiento. Pero la tortícolis no fue lo más aterrador de todo. En mi primera incursión como espectadora, todo se magnificaba y dejaba huella en mi tierno cerebro esponjil. Sentía una extraña mezcla de emociones y sensaciones varias que no había sentido hasta entonces. Supongo que argumentalmente no entendí nada y que lo poco que pude entender me produjo un inquietante terror paralizante, desde la disección de las ranas, pasando por la operación a vida o muerte de E.T. y acabando con su humillante borrachera zíngara. Y mientras el prota gritaba “¡mi caaaasa!” yo miraba al vacío asiento de al lado, esperando que mi madre brotara de él cual Cat Woman, me llevara a mi ídem y me explicara porque aquel extraño ser cuellilargo era tan plasta.

Cuando acabó el mítico film y los niños salieron en estampida de la sala, todos mis síntomas eran los típicos del estrés post-traumático. Y aunque durante un tiempo la idea de volver al cine me aterrorizaba, recuerdo que un regusto de fascinación fue poco a poco tiñendo aquel amargo recuerdo. ¿Qué era eso que tenía el cine que tenía tanto poder sobre mi? ¿por qué, a pesar de la mala experiencia, me despertaba tanta curiosidad? ¿Y si volvía a intentarlo?

[To be continued... ]





P.S. ¡Que cosas! Con lo tienna y entrañable que me resulta la spielberiana película ahora...



*

26 May 2010

Risoterapia contra la PLD (Post-Lost Depression)

¿La depresión post-lostil pasará a formar parte del DSM-IV (o manual de clasificación de los trastornos mentales)?
Time will say. Por ahora, la bomba de la finale ha creado una nueva "realidad alternativa" para muchos de sus fans. Frustrados, dolidos y enrabietados con el horrendo desenlace, e intentando mitigar al mismo tiempo, los inevitables efectos de la tan temida ansiedad post-separación, se han visto obligados a recurrir a un viejo recurso para salir adelante: la creatividad + el sentido del humor. ¡Que Yoda los bendiga a todos!

El protagonista del primer video aún no sabía como iba a acabar la serie. Su novia le deja horas antes del ya antológico mega FAIL de Cuatroº. Yo creo que, tras su visionado, el único recurso que le ha quedado a la criatura, ha sido el suicidio...





Este no es un video fan-made, pero no he podido resistirme. ¿Qué habría pasado si Jacob y Némesis (ahora han confirmado que se llama Samuel) tuvieran una sesión de terapia al más puro estilo In Treatment? ¿Quién de los dos estaría más traumatizado por su mater terribilis? Siendo el tal Samuel el therapist, se confirma la teoría popular según la cual todos los terapeutas están aún más cucú que sus pacientes...





He reservado lo mejor para el final. Me quito el hat ante quien haya hecho esta maravilla. Este video es tan, tan, taaaan bueno, que se me saltan las tears cada vez que lo veo. Nunca pensé que lo diría, pero qué razón tiene Hitler...





Pasen por la encuesta lostil. No insisto con la long y excesivamente autobiográfica crítica de la finale que hay debajo, porque sé que no la va a leer ni Jacob...

25 May 2010

Do you believe in Jac(k)ob? (Crítica de la Lost Finale)



Cuando estaba en el instituto, un gripazo me obligó a postergar un examen de arte. El día que lo hice, recuerdo que me sentía más o menos confiada, porque, salvo una pregunta, las otras dos me habían salido decentemente. Cinco minutos después de terminarlo, el profesor me llamó a su despacho, y con una franqueza desarmante me dijo “cuando corregí la primera parte de tu examen, pensé: si esto sigue así sobresaliente; cuando llegue a la segunda, sin embargo, tuve que replanteármelo: si esto sigue así, notable; pero cuando corregí la última, definitivamente lo tuve claro: si esto sigue así, bien”. Y aunque muchos años después aún sigo sin entender como la media de un sobre, un notable y un bien, puede ser un seis miserable, esta dolorosa valoración “in discesa”, podría trasladarse a mi opinión sobre la serie Lost.

Alguien dijo “sólo hay dos tipos de películas: las que me gustan y las que no me gustan” y creo que esta clasificación podría ser la base de cualquier criterio artístico. Por mucho que racionalicemos nuestras elecciones y las adornemos con argumentos más o menos sesudos y/o convincentes, son sólo excusas, lo que cimenta nuestros porqués son nuestros gustos.
Con una serie tan especial como Lost, en general, los términos medios son escasos: o la amas o la odias. Y había muchos argumentos para rendirse a sus encantos en esa antológica primera temporada, desde el carisma y la empatía que despertaban sus personajes, pasando por la equilibrada mezcla de géneros, la original estructura narrativa, la maravillosa B.S.O., sus inquietantes dosis de misterio y, sobre todo, su capacidad para crear impactantes cliffhangers, shockerar al espectador y convertirlo en un teorizator nato. Sin embargo, desmenuzarla para intentar explicar su éxito (o mi pasión por ella), no tiene mucho sentido, porque el todo es más que la suma de sus partes, y cuando te enamoras, te enamoras.

Y es por tu condición de enamorado (o yonki, que viene a ser lo mismo) que una vez finalizado el brillante planteamiento, pasas por alto sus incoherencias varias y sus descaradísimas (y constantes) trampas argumentales, y para cuando llegas a la decepcionante quinta temporada (o principio del desenlace), quedan aún tantos enigmas por resolver y te sientes tan encariñado (o incluso colado) por sus personajes, que, simplemente, ya no puedes abandonarlos y te aferras con optimismo ciego al “mientras haya serie, hay esperanza”.

Porque ser seguidor de Lost es un salto de fe. No podría ser de otra manera, siendo dos de sus personajes clave algunos de los máximos representantes del empirismo (Locke y Hume). De alguna manera, el camino que siguen sus seis temporadas (con Jack como abanderado), es el que se le pide al espectador: pasar de hombre de ciencia a hombre de fe. La sexta y última season viene a plantearle a cada espectador algo así como: no tenemos las respuestas que estás buscando, ¿pero hasta que punto estás dispuesto a creer?. Y es en ese decisivo punto, en el que los losties se dividen.

En mi caso, no estoy dispuesta a aceptar un Los Otros meets El sexto sentido meets Autopista hacia el cielo como animal acuático. No puedo conformarme con un argumento tan trillado, cursi y poco arriesgado en una serie que ha hecho de la originalidad y la capacidad de innovar su marca de fábrica. ¿Dónde están los creadores que nos mostraron un oso polar en medio de una isla tropical o que volaron por los aires lo que a primera vista parecía un refugio nuclear (o un ovni) y resultó ser una estación científica?¿Dónde se esconden quienes reunieron a Desmond y Penny en una mágica llamada telefónica a través del tiempo y el espacio para, poco después, inexplicablemente, mover la isla, nuestra isla, de sitio? Me niego a tragarme el incoherente “lo único que cuenta son las historias humanas” en una serie poliédrica en la que siempre se han pulido afanosamente todas sus caras. Como fan, me siento traicionada, frustrada y dolida, como si un buen amigo, de repente, me hubiera asestado una puñalada trapera.




Sabiendo lo que sabemos (oséase, que ninguno de los misterios serían resueltos) la gran mayoría de las temporadas y líneas argumentales no tienen sentido y habría sido más lógico y congruente finalizar la serie en la cuarta temporada. Continuar una historia chapuceramente y sin gracia, no tiene perdón de Yoda. No necesitábamos conocer al madrero y papanatas de Jacob, ni que el personaje de Richard perdiera de un plumazo todo su carisma y su halo de misterio en un capitulo sonrojante y culebronil como Ab Aeterno, ni tampoco saber que en la isla (que es un corcho que se quita y se pone y que guarda “la luz”), nadie sabe qué carajo está pasando y por qué, desde Linus, hasta Richard, pasando por el Man in Black o el propio Jacob.

Al final, podría reducirse el argumento de Lost a: pringadillo y solitario guardián de una isla misteriosa, busca sustituto, ya que su equipo regular de fieles inconscientes (o secta) no le satisface. Tras una larga entrevista de trabajo que incluye: un accidente, semanas de tortura psicológica, “dieta isleña”, contínuas exposiciones a la muerte, una sorpresita de humo e intensa convivencia con el resto de los candidatos al puesto, se instará al más apto a autoerigirse ciegamente como nuevo guardián, a pesar de no conocer los requisitos de su nuevo empleo, su sueldo o el tiempo que tendrá que desempeñarlo. Aunque, eso sí, antes de morir, se dará un garbeo por una suerte de limbo que es una versión ligeramente mejorada de su vida real, y cuando esté preparado, se reunirá con sus seres más queridos, y morirán todos ellos entonando himnos, cogiditos de la mano.

Lo único que me ha gustado del final, ha sido la reaparición de Vincent y el último plano de un Jack moribundo, tumbado junto al chuchin sobre el bamboo field, cerrando el ojo (cerrando el circulo), mientras el avión de Ajira cruza el cielo. Era predecible, pero bonito. Es una pena que todo lo que vino con anterioridad no estuviera a la altura.
Creo que habría sido menos decepcionante que lo que creíamos una realidad alternativa sí lo fuera, que Desmond el viajero interdimensional, se sacara de la manga la amenaza de una especie de disrupción espacio-temporal causada por la explosión de la bomba (o séase que en esa nueva dimensión ellos nunca debieron estar). Y que, para reparar el error, el caos, un nuevo humo, whatever, todos los candidatos que la originaron organizaran una suerte de suicidio colectivo (¿estrellándose en un avión perhaps?). Obviously, al estar juntos, no se reconocerían, pero surgirían las mismas complicidades y cuelgues que hemos visto en la isla y... también morirían juntos.

He leído algunas explicaciones decentes a qué es la isla (una de ellas en el primer post de esta entrada, os la recomiendo porque no tiene desperdicio), pero un argumento serieil no tiene consistencia si esa serie no puede explicar sus misterios ella solita, sin necesidad de que para rellenar mares y lagunas se tenga que recurrir a enciclopedias, extras y sacacuartos varios (o a que sus adeptos hagan los deberes).

Hoy he tenido que devolver las cuatro primeras temporadas de Lost (oséase, las únicas) a la persona que amablemente me las prestó hace algunos meses. Siento una ambivalencia de emociones al observar la estantería vacía. Lost me ha aportado muchas cosas y, a pesar de todo, siempre he sido una chica agradecida. ¿Volveremos los no creyentes a reconciliarnos con ella? ¿Acabará Lost adjudicándose el premio al final serieil más decepcionante de la historia?


Pasen por la encuesta lostil, please ;)

29 April 2010

Kiss me, stupid!





Clasificación de besos de cine

A pesar de que pocas cosas resultan más cinematográficas que un beso, a menudo, la combinación de las incomodas circunstancias en las que fueron rodados + las ortopédicas posturas a las que deben someterse los actores que los protagonizan, restan un mucho de magia al truco final que vemos en la gran pantalla. Pero, afortunadamente para l@s romántic@s, el “Así se hizo” de la mayoría de esos míticos besos nunca verá la luz.

Esta es una selección de algunos de mis besos favoritos, y como cualquier clasificación, es totalmente subjetiva e injusta. Animo a todo el mundo a que realice la suya. Apaguen las luces y activen sus hipocampos. Silencio, se recuerda...


El “ni contigo ni sin ti”: después de odiarse y amarse con la misma furia durante todo el metraje de Duelo al sol, Gregory Peck y Jennifer Jones, acaban rindiéndose el uno al otro en un antológico kiss que resume y define su love story... justo antes de morir...

El sandwich: el que lleva una carga emotiva extra y suma o multiplica al dos. La combinación Audrey Hepburn + George Peppard + pobre gato sin nombre en Desayuno con diamantes es, sin lugar a dudas, mi favorito, pero el de Hierro 3 cada día va sumando más puntos en my memory...

El invertido: bocas besadoras upside-down las encontramos por partida doble en el famoso (y mojado) kiss de Spiderman y en My blueberry Nights. En este último caso, con sabor a tarta de arándanos included.

El sincopado: nadie puede olvidar el baiser espejo que tan delicadamente se dedican por turnos Amelie y su enamorado Nino Quincampoix.

El tierno-gastronónico:
un plato de plasta, un ristorante italiano, un momento de distracción al ritmo de Bella notte y la dama y el vagabundo funden sus hociquitos alla fine di un spaguetti.

El censurado:
tiene su mejor representación en la colección de besos recortados de la emotiva escena final de Cinema Paradiso.





El empapator: es sumamente apasionado y erótico y no hay forma de contenerlo sin importar donde, cuando o con quien se esté. El más escandaloso de la época, lo protagonizaron Burt Lancaster y en Deborah Kerr en bañador, “al rumor del oleaje”, en De aquí a la eternidad.

El He-Man: o el también llamado “¡ven-pa’cá-moza!”. Charlton Heston, Stewart Granger o Kirk Douglas, por ejemplo, eran típicos besadores he-man, aunque los dos mejores e ilustrérrimos kisses de esta categoría, en mi opinión, los encontramos en Lo q el viento se llevó y El hombre tranquilo.

El vendetta: sin un asomo de romanticismo, pero sí con mucho de apasionamiento, es el beso que se da a quien se quiere poco o nada y se le desea lo peor. Nadie querría recibir jamás, por ejemplo, el que le dedica Michael Corleone a Fredo en El Padrino II...

El Santa Teresa de Jesús: el beso erótico-místico que diluye la frontera entre fe y razón al final de la magnética Ordet.

El out-of-the-closet: Tony Curtis se descubre ante una asombradísima Marilyn Monroe. ¡No es la dulce y recatada Josephine, sino un saxofonista tenor sinverguencil más en Con faldas y a lo loco!

El incontenible: o también llamado “no-si-yo-no-quiero-pero-oh-my-God-como-me-pones” tiene un Brokeback Mountain muchos buenos ejemplos.

El quita-lipstick: es tan tan, tan, tan apasionado, que no solo deja sin aliento, sino que despelleja los labios y/o arranca violentamente el lipstick. Mi favorito, el que Tony Leung le regala a Gong Li antes de desaparecer (forever?) en 2046.

El ñoñi-toritocolil: el kiss de Titanic lo tiene todo para ser recordado (y que sea inolvidable no lo hace memorable) amor juvenil, caras bonitas, puesta de sol, escenario romántico, lugar insólito... y postura artificial y cursiloide a más no poder.

El yo-mataré-monstruos-por-ti: es el beso que lleva implícita una promesa o un compromiso inquebrantable de lealtad hacia la otra persona. Se suele dar en las despedidas, en un intento de fusión con el ser amado. Un buen ejemplo de este romántico ósculo aparece en El señor de los anillos. La comunidad del anillo. ¿Sus protagonistas?. Viggo Mortensen y Liv Tyler, of course.

El acorralator: está en el aire, es inminente e irrefrenable. Puede no gustarte, pero hay nada que puedas hacer para evitarlo... o eso mismo debieron pensar Han Solo y la princesa Leia, cuando resolvieron con un kiss la tensión sexual (galáctica) no resuelta entre ambos en El imperio contraataca.cuando resolvieron con un kiss la tensión sexual (galáctica) no resuelta entre ambos en El imperio contraataca.




El poséeme-aquí-y-ahora: the hotest and the sexiest of them all. Ese que parece que roba segundos, minutos, incluso días de vida y que todo el mundo “debería” experimentar al menos once antes de morir. ¿Cuantos kisses de este tipo somos capaces de recordar? El cartero siempre llama dos veces, El paciente inglés, Match Point...

El kiss-kill: es el apasionado-desesperado-incondicional de los grandes amores imposibles que sólo creen necesitarse el uno al otro y que venderían su alma al devil para estar juntos. Algunos, incluso, cruzan mares de tiempo para darlos, como el Drácula de Bram Stoker.

El rendido: el besador rendido, viene a decir algo así como “hace mucho que te quiero, pero me he resistido a llegar al nosotros”. Un beso rendido rendidísimo, es el que le da Joanne Whalley al aguerrido-chulesco Val kilmer en Willow.

El V-Day: o mítico beso que imita al no menos mítico kiss de la foto del día de la victoria yankee, en la que el chico inclina hacia atrás a la chica y la besa apasionadamente mientras la sujeta por la espalda. Es un beso de felicidad incontenible, de rendición al momento, de triunfo. En Moulin Rouge, en lugar de un marinero, tenemos a un escritor incipiente y sustituyendo a una enfermera, encontramos una cortesana enferma... very enferma...

El rabioso-acalorado: o el que llega después de una discusión apasionada en la que se lucha inútilmente contra la atracción mutua. Afortunadamente para el espectador, los enamorados casi siempre pierden/ganan, como Ben Affleck y Joey Lauren en Persiguiendo a Amy.

El despertador: es el que te rescata y te transporta al lugar donde perteneces. La bella durmiente y Blancanieves lo han vivido y lo recomiendan...

El mariposa: no se da con los labios, pero tampoco únicamente con los ojos. Todo el cuerpo lo insinúa y lo sugiere. Algunos, como John Travolta en Pulp Fiction, se lo soplan a las guapísimas esposas de sus jefes, cuando no les miran...

El frustrado: el que se interrumpe justo un instante antes de que llegue a suceder. El cuerpo se inclina, el corazón duele y los ojos se comen la cara del objeto de tu deseo, pero... ya ha pasado la magia. Lizzie y Mr Darcy protagonizaron uno bajo la lluvia en Orgullo y prejuicio.





El juguetón: ¿cómo besarte de una vez pero sin que se note cuanto me importas?. Con un beso fugaz, tierno, eléctrico, quasi-infantil al que poder quitar hierro si sale mal. En las películas de Chaplin vimos muchos kisses juguetones, pero uno al que tengo especial cariño es el que se dan (con cuenta hacia atrás included) Vada and Thomas J en My girl.

El hace-mucho-que-te-quiero: variante aún más intensa del rendido. Es el beso que lleva gestándose durante mucho mucho tiempo y está impaciente por salir a la luz. ¿El mejor ejemplo? Casablanca, aunque el de Expiación contra una estantería, no estaba nada mal...

El erótico-contenido: también llamado “beso deflectado”, es el que por dolorosas circunstancias externas no se puede dar en los labios y acaba siendo expresado en otra parte menos dangerous de la anatomía. Daniel Day-Lewis nunca llega a desnudar a Michelle Pfeiffer en La edad de la inocencia, pero la forma en la que le quita el guante y besa su muñeca... ummmmmmm...

El que se da con los ojos: Cary Grant le da el primer beso a Ingrid Bergman en Encadenados en un avión, justo cuando ella le insta a mirar por la ventanilla... pero ella no se da cuenta. Solo lo sabemos Mr Grant y el cómplice espectador. Y no hay ser vivo, bien sea hetero, gay o bisexual, que no sienta un estremecimiento y una punzada de envidia.

El único: se quieren, se adoran, se desean, pero no puede ser. Su historia está condenada desde antes de empezar. Tal vez tengan una oportunidad en un universo paralelo, pero no en este. En Eduardo Manostijeras y en Lost in translation lo sabían, por eso la carga de emotividad e intensidad de ese único y último beso, permanecerá con ese puntito de pain que tanto nos gusta, en el corazón de los nostálgicos.


Como despedida, os dejo un link youtubil pretty pasteloide en el que aparecen bastantes de los kisses mencionados anteriormente. Recomiendo bajar el volumen del mismo y cambiar la song para los que, como yo, no sean fans de Shania Twain...


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