Durante
el pasado Zinemaldia, me vi en la disyuntiva de tener que escoger entre Una
cuestión de tiempo (About time), la última película de Richard Curtis
(guionista de Cuatro bodas y un funeral y Notting Hill y director
de Love
actually) y Quai d’Orsay, la ácida comedia política de Bertrand Tavernier,
decantándome por esta última. Ahora que por fin se me ha estrenado en cines y
me he quitado la espinita, debo admitir, con un poco de tristeza, que hice una
buena elección.
Soy
de la opinión de que una comedia romántica digna, incluso aunque ligeramente
almibarada, de vez en cuando no sólo no es censurable, sino que puede resultar
de lo más saludable para todo tipo de paladares. Mi bajada actual de azúcar
sumada a ciertas expectativas levantadas a raíz del festival, me hacían
presagiar que me iba a encontrar con un film por encima de la media y, aunque,
efectivamente, la película de Curtis tiene más calidad y encanto que las
últimas comedias románticas que han aterrizado por estos lares, lo cierto es
que acaba traicionándose y traicionando y manipulando vil y descaradamente al
espectador.
Una
cuestión de tiempo
empieza de forma prometedora. Es tan simpática y encantadora como sus
interpretes, así que abandonamos los prejuicios, las inevitables preguntas
científicas y las comparaciones con Atrapado en el tiempo y nos dejamos
llevar con complicidad de la mano del pelirrojo protagonista y sus excéntricos
secundarios (tan marca de la casa). El problema es que una vez que la love
story queda resuelta, cambia bruscamente el tono del film y se tiene la
sensación de estar viendo una película radicalmente distinta. Como
consecuencia, perdemos súbitamente el interés, llega el aburrimiento y nos
preguntamos, indignados, hacia donde pretende llevarnos Richard Curtis (y si realmente nos interesa).
Que
ese elemento fantástico tan trillado como efectivo que son los viajes en el
tiempo sea un McGuffin que sirva de mero hilo conductor a la love story, es
algo que se intuye antes incluso de ver la película, pero lo que el espectador
no sabe, es que, en realidad, lo que está viendo tampoco es una rom-com, sino
una comedia familiar buenrollista con moralina y un trasfondo insultantemente
convencional y conservador (además, el “Carpe diem” o el “párate a mirar la
belleza que te rodea”, nos lo han contado antes y nos lo han contado mejor). Doble
McGuffin.
Para
colmo de males, en ese olvidable (y estirado) tramo final, Curtis se guarda un
nada sutil as en la manga que pretende ser emotivo, pero que acaba resultando tan
tramposo que cae en la pornografía sentimental más descarada (es como si te
estuvieran exprimiendo los lacrimales sin consentimiento y a traición). Y así
no vale. Tampoco vale que los que viajen
en el tiempo y/o tengan carisma y verdadero peso sean ellos (casi todos los actores
masculinos, desde el estupendo protagonista, pasando por el robaescenas nato
que es Bill Nighy o el cínico Tom Hollander, tienen varias escenas para su
exclusivo lucimiento). Las chicas, una vez más, sirven como meras comparsas de los personajes masculinos y se
limitan a ser: encantadoras y guapísimas pero planas (McAdams), absolutamente
desaprovechadas (Lindsay Duncan, soberbia en Le Week-end, invisible
aquí), tías buenas/meros objetos de deseo (Margot Robbie, Vanessa Kirby) o la
hermana freaky supuestamente excepcional (Lydia Wilson), a la que calificamos como
tal sólo porque nos lo dice la voz en off (a años luz de la típica hermana del
protagonista curtisiano; recuérdense, si no, las más memorables sisters de Notting
Hill o Cuatro bodas y un funeral).
Aunque sería injusto calificar de mala película a una Cuestión de tiempo o no admitir que tiene momentos y situaciones de lo más disfrutables, el "precio" que nos hace pagar Curtis a cambio de su disfrute, en mi opinión, resulta desorbitado (además de aburrido y anticuado). Si
adoras Notting Hill (o la consideras, al menos, un placer culpable)
y/o eres de la opinión de que Love Actually (con la que confieso tener una love/hate relationship; hay historias que me gustan y otras que detesto) es una de las mejores
comedias románticas de los últimos años, posiblemente, no sólo no estés de
acuerdo con esta crítica, sino que sentirás el irrefrenable impulso de cortarme
la cabeza al más puro estilo de la reina de corazones. ¿Qué puedo decir? No me lo tengas en
cuenta. Al fin y al cabo, sólo es una
cuestión de opiniones ;)