He
retrasado esta carta durante semanas, de la misma forma que se retrasa una
conversación delicada con un ser querido, cuando tienes la certeza de que, tras
ella, siempre habrá un irrevocable punto y aparte.
Soy
consciente de que a nadie le gustaría cargar con semejante responsabilidad, pero
confieso que durante 18 años habéis sido un modelo romántico y una inspiración
creativa. Siendo siempre más mayores, experimentados y sabios, mi educación
sentimental, altamente influenciable, os había escogido como la pareja modelo
de la que, consciente o inconscientemente, siempre ha querido tanto escribir
como formar parte.
Existe
siempre una complicidad y apego especial cuando se asiste al inicio y
consolidación de una pareja, especialmente cuando sus miembros son
radiografiados de una forma tan mágica, inteligente e íntima. Aunque os resulte
difícil de creer, después de casi dos décadas, existíais, erais para mi mucho más reales
que la mayoría de las parejas que me rodeaban.
Sin
embargo, en esta ocasión tenía muchas resistencias a reencontrarme con vosotros.
Mi intuición me decía que Antes del anochecer estaría más
cerca de Secretos de un matrimonio y Dos en la carretera que
de Antes
del atardecer y no estaba segura de querer enfrentarme al deterioro,
desgaste y posible final de mi historia de amor favorita.
Tal
vez calificar las secuelas del primer visionado como “síndrome de estrés
post-traumático” resultaría un poco excesivo, pero me llevó un tiempo descubrir
si el mal sabor de boca se debía al izquierdazo emocional o a si realmente no me
había gustado la película. Tras mucho meditar, he decidido con tristeza que se trata de lo
segundo.
Aunque
es cierto que la complicidad y la enorme implicación, cariño y esfuerzo puesto
por todo el equipo traspasan la pantalla, dejándonos, una vez más, con complejo de
“voyeuristas emocionales”, y que hay un par de
momentos cinematográficos de muchos quilates, confieso, no sólo que no os he
reconocido, sino que os he echado de menos. No por el hecho de que, por primera
vez, mostréis abiertamente vuestros defectos, contradicciones e hipocresías,
sino porque en vosotros ya no encuentro la brillantez y chispa resultantes de
la mezcla de dos personas admirables. No
hay ningún dialogo memorable, por mucho que algunos críticos califiquen el
guión de aguda y amarga radiografía de la pareja (o, directamente, de obra
maestra).
Y es que, Jesse, Celine, me duele decirlo, pero habéis envejecido muy mal, y no sólo físicamente. En lugar de 9 años juntos, y a tenor del enorme deterioro y rencor acumulados, parece que han transcurrido 20. El amor, como bien recalcáis, no es un cuento de hadas, y todas las parejas han de llegar, en algún momento, a asimilar esa amarga píldora, pero, ¿era necesario llegar a tales cotas de pesimismo, amargura y desencanto para explicarlo? ¿es que el amor, irremediablemente, es una sucesión de pocas sumas y muchas restas a lo largo de los años?
Parece
como si hubieseis estado tan preocupados por mostrar una honestidad tan
sumamente descarnada, y en convertir vuestros dolores, renuncias y
reproches en las disputas perfectamente reconocibles de cualquier vecino que
inoportunamente se cuelan a través de las paredes, que os habéis olvidado del
hecho de que no queremos que seáis una pareja normal y corriente. No nos
habríamos enamorado de vosotros, ni os hubiésemos seguido desde Viena a Paris y
Grecia, si lo que tuvierais que mostrar o decir, ya lo conociésemos o lo
pudiésemos trasladar a cualquier terrícola medio.
Aparentemente,
había dos caminos fáciles para afrontar esta tercera entrega. O bien erais
felices y comíais regalices o vuestra relación se encontraba peligrosamente al
borde del abismo. A mí, francamente, me habría resultado mucho más interesante
que hubieseis tomado el camino del medio, que hubiereis mostrado la apatía y el
desgaste, pero también esa paz y confianza que se alcanza cuando caminas por la vida junto
a la persona adecuada. Creo que os lo merecíais.
Tal vez lo mío no sea más que la dolida pataleta de una romántica impenitente, pero os
perdono el viaje al lado oscuro con su gran dosis de amargura, erosión y desencanto, la peor calidad del guión, los tópicos y los chistes
soeces que jamás habrían aparecido en las dos entregas anteriores (películas muy queridas para mi y que ya no
voy a poder ver en una larga temporada), e incluso el hecho de que os hayáis mostrado,
más que nunca, dolorosamente humanos, pero lo que no os perdono, queridos amigos, es el hecho de que hayáis dejado de ser dos seres extraordinarios.
Atentamente,
Alhy
P.S.
Me ha sorprendido, además, que una pareja que habéis hecho de la buena
comunicación vuestra marca de fábrica, de repente, os hayáis convertido en dos
extraños que, prácticamente no han “llevado a su relación a la itv” desde la
película anterior.
También choca el uso de la paternidad como elemento descaradamente dañino (o directamente contradictorio) de la felicidad en pareja. Primero Jesse se casa sin amor por culpa de un hijo inesperado, mientras que, años más tarde, os embarazaran tontamente con gemelas (WTF?) al poquísimo tiempo de estar juntos, condicionando de esta forma toda vuestra relación. ¿Es un mensaje anti-baby o un claro desprecio por la educación sexual básica? ¿cómo es posible que dos personas tan inteligentes, responsables y cultas cometáis el mismo evitable error dos veces?
También choca el uso de la paternidad como elemento descaradamente dañino (o directamente contradictorio) de la felicidad en pareja. Primero Jesse se casa sin amor por culpa de un hijo inesperado, mientras que, años más tarde, os embarazaran tontamente con gemelas (WTF?) al poquísimo tiempo de estar juntos, condicionando de esta forma toda vuestra relación. ¿Es un mensaje anti-baby o un claro desprecio por la educación sexual básica? ¿cómo es posible que dos personas tan inteligentes, responsables y cultas cometáis el mismo evitable error dos veces?
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