26 September 2010

Miedos y prejuicios


Nuestras convicciones más arriesgadas, más indubitables, son las más sospechosas. Ellas constituyen nuestro límite, nuestros confines, nuestra prisión” decía Ortega y Gasset. Cavando un poco más hondo y trasladándolo al terreno cinéfilo, podríamos deducir que nuestras ideas, introyectos, prejuicios y fobias, no sólo limitan nuestras elecciones cinematográficas, si no también nuestra percepción y apreciación de la historia que se nos muestra. Qué le vamos a hacer.

Esto es lo que me perdí por prejuicios, miedos, o, simplemente, asquerosa mala suerte.

Exit through the gift shop era un film que ya sobre el papel apuntaba maneras. Pero al hacer mi selección de pelis del festival, siempre tengo la (¿mala?) costumbre de buscar las críticas (cuando las haya). La bad fortune hizo que me topara con un crítico que la calificó como “tomadura de pelo”, así que la deseché. Cuál sería my surprise al comprobar que no sólo era la favorita para alzarse con el premio del público de esta edición, si no que los críticos, por su parte, también la adoran.





Cuando leí el argumento de Buried, decidí que nunca querría verla. La espeluznante y agónica historia de un hombre enterrado vivo en algún punto de Irak, que cuenta con la única ayuda de un móvil (sin casi batería) y una linterna (I think) para intentar escapar antes de quedarse sin oxígeno, me parecía una de mis peores pesadillas hecha película. Pero a pesar de la evidente claustrofobia y la angustia que debe dar pasarse 93 minutos contemplando a un tío asfixiándose en un ataud, Buried ha arrasado allá por donde ha ido, Donostia included, y todo apunta a que será una de las películas del año.


Joyitas que disfruté a pesar de mis prejuicios (y los prejuicios de otros)


Fue el oso de plata al mejor guión en Berlín lo que me animó a ver la china Apart Together. Nunca olvidaré la presentación de su protagonista. Aquella anciana de 85 años con el pelo blanco cortado a lo garçon era la viva imagen de la elegancia, la dignidad y la sabiduría. Parecía un oráculo andante, una Yoda que hablaba un inglés pausado pero gramaticalmente correcto. Nos dijo que el 23 de septiembre era el día perfecto para ver el film porque durante esa fecha en China se celebra el Moon Festival. Las familias (o los amantes) que permanecen separados por alguna circunstancia, esa noche miran a la luna y se sienten juntos.

La película tiene momentos brillantes. Resulta emotiva y está bien narrada. Sin embargo, tiene un pero gigante contra el que me cierro en banda como un molusco al sentirse amenazado. Y es que como todo el mundo sabe, una producción oriental que se precie siempre debe incluir comida, preparación de ídem, o una mesa familiar repleta de platos “comunitarios”. Como animalista y vegana, puedo soportar los animales cocinados, pero ver a los protagonistas comprar cangrejos vivos (y echarlos en una olla hirviendo), tortugas o, aún más horripilante, sufrir esos planos de mercadillos llenos de animales de todo tipo y condición, vivos, amarrados, o mantenidos con vida en pequeños barreños, me supera.

Con ese mismo miedo me fui a ver ayer Addicted to love, también china, pero de la sección oficial. Sin embargo, afortunadamente, en esta curiosa y tierna película, lo único que se cocinó en un wok fueron verduras.




Aunque se llevó el oso de oro en Berlin, Bal (Miel), había suscitado alguna furibunda crítica (“acabas del bosque hasta los... ").Mientras hacía cola y escuchaba los comentarios de las marujas de atrás, pensaba “madre de Dios, como realmente sea otro truño a lo Abbas Kiarostami, estamos apañados”. Pero para mi sorpresa, aunque bien es cierto que le habría dado algún que otro tijeretazo, me encantó. Es uno de esos “viajes emocionales” con los que empatizas o no empatizas. Aparentemente, pasa poco, cuando, en realidad, ocurre muchísimo. Psicología y poesía. Era como observar dos paisajes contrapuestos pero complementarios: el externo, con su naturaleza viva, hostil y cambiante y el interno, a través de los enormes ojos de un atormentado chavalín de 6 años. Luego, este niño que observa jugar a sus compañeros a través de la ventana del recreo (un cuatro eneagramático como la copa del mayor pino del film, por cierto), se hace poeta, pero eso se ve en la segunda parte de esta trilogía que, curiosamente está contada al revés.


Un músico guatemalteco, cuya única posesión es una marimba (una especie de xilófono de madera), al descubrir que su instrumento se ha pasado de moda, tiene la curiosa ocurrencia de unirse a una banda de heavy metal que acaba llamándose Las marimbas del infierno.
“Tiene pinta de bodrio”
me dijo un amigo cuando leyó el argumento. Pues bien: ha sido la película con la que más me he reído en este festival. Y no me refiero a una carcajada, sino a casi llorar de la risa. Y es que tengo debilidad por las historias dramáticas o de denuncia social que están contadas con un humor negro, absurdo o ambas cosas. Además, hay films que se engrandecen mucho más en del contexto del festival. Si ves una película de este tipo acompañado de gran parte del desinhibido jurado de la juventud, que aplaude y se ríe con esa entrega tan asquerosamente envidiable, la sala entera se contagia de frescura. Y durante 90 minutos, te sacudes los prejuicios y el cansancio y tu mirada, bien sea experta, aficionada o principiante, se vuelve un poco más blanca. Esa es la magia del Zinemaldi...

24 September 2010

I can see cloned people...


Cuando pasas más tiempo dentro de un universo de ficción que en el mundo real, las fronteras entre ambos se difuminan. Tal vez la falta de sueño y el cansancio tengan mucho que ver en este curioso “trastorno de la realidad”. Confieso que todas las setas que he consumido durante estos días eran estándar, pero hacia la mitad del Zinemaldi, por algún oscuro e inexplicable motivo, empecé a ver clones por todas partes.

He aquí mi inquietante lista de avistamientos de menor a mayor grado de "paranoia":


Danielle no era francesa, ¡era bosnia!

Supongo que la mayoría habréis visto No man’s land (y si no, os aconsejaría que os replantearais seriamente vuestra cinefilia). Su director, Danis Tanovic, se trajo bajo el brazo Cirkus Columbia, un film que, aunque no resulta tan brillante como su opera prima, es de lo mejorcito que se ha podido ver en Zabaltegi. Retrata el “antes de” de la guerra de Bosnia, y lo hace a través de una historia familiar, con sus odios, rencores, pasiones y sueños. Desde el principio de la proyección, uno de sus personajes sacó mi lado más freak. “Me parece que he visto a la Rousseau de Lost. No, no puede ser. Serán imaginaciones mías”, me dije. Segundos después, un primer plano de la actriz (y su inconfundible voz) me lo confirmaron: ¡era Rousseau!. Admito que me costó un rato olvidar a su personaje más famoso y concentrarme en su sufrida madre en la película. Ahora entiendo de donde venía ese acento francés tan especial ...





El culebrón en 6 capítulos que nunca debió ser película

Este año ha habido un film que constituía una prueba a la resistencia y a la voluntad tan peliaguda, que me río yo de la vía del samurai, del desapego material budista o de la tentación al lado oscuro de los jedis. 256 minutos, nada más y nada menos, se gasta la película Mistèrios de Lisboa de Raúl Ruiz. Más de 4 horazas. Yo entré de buena fe, confiada en que pasaría orgullosa al otro lado, pero a los 20 minutos de metraje ya estaba mirando el reloj. ¿Qué hacer cuando una película te parece un insoportable culebrón deluxe sobreactuado? Pues imaginar cuántos personajes más podría interpretar el incombustible “cura-mortadelo”; descubrir cuántas palabras en portugués eres capaz de recordar; calcular cuánto podrían haberse gastado en el vestuario (lo mejor de la peli, sin ninguna duda); pensar en lo buenorro que podría estar su adolescente protagonista dentro de 15 años; inventar maneras de escapar del Victoria Eugenia sin tropezar con las escaleras y romperte los piños o flipar con lo mucho que la maltratada protagonista se parece a Parker Posey.
Afortunadamente, los 15 minutos de descanso que nos dieron (por prescripción médica, seguramente) a mitad de la proyección, nos rescataron del infienno de venganzas y amores imposibles. Incomprensiblemente para mi (y para muchos de los que disertamos de las salas) los críticos la adoraron. Un sietaco tiene de media. La nota más alta de la sección oficial.


La forma peor vista de perder el tiempo

Me encantó la frase de su directora durante el coloquio “los puzzles son el símbolo universal de la perdida de tiempo”. Yo veía a la madura protagonista de Rompecabezas, esa mujer que descubre (y se autodescubre) a través de su inusitado (y ridículo a ojos de todos los que la rodean) talento para hacer puzzles; observaba su expresivo rostro, comprendía por qué su historia había gustado en otros festivales y qué la había hecho ser calificada como "íntimamente femenina. Habla de las postergaciones y los roles que se juegan en la vida cuando las cartas ya están repartidas; aunque nunca es tarde para barajar de nuevo". Pero mi cabeza no dejaba de repetirse: ¡madre de dios lo que se parece su marido a John Locke con bigote! ¿Cómo es posible que nadie se haya dado cuenta?


Copia (recetas), abraza (Bardemes), luce (piennas)

Ese podría haber sido el titular del paso de la Roberts por Donosti, o , al menos, el que me vendrá a la cabeza dentro de algunos años cuando recuerde al premio Donosti del 2010. Todo se reduce a 3 cosas: la receta de torrijas que pidió entusiasmada en el restaurante en el que cenó, los abraceos (y sobeteos continuos) que le prodigó a Bardem y su espectacular minifalda XXS (de esas que quitan el hambre, como diría Joey Tribbiani) en su photocall mañanero. Y es que una de las candidatas a las piernas más largas y bonitas del mundo, puede. Pero vamos a lo que vamos.




Me miraron mal cuando dije que iba a ver Come, reza, ama. Parece que en el festi sólo se pueden ver co-producciones turco-alemanas. Muy de vez en cuando me dan venadas impulsivo-comerciales y sabía que si no la veía en el Zinemaldi no la vería, así me animé. En realidad, tenía la remota esperanza de que apareciera James Franco. Bueno no. Bueno, sí. Bueno, tal vez.
Antes de que empezara la peli (que se merece una actualización ella solita y no por estupenda, precisamente), a las imperdonables 9 de la morning de un soleado lunes, me pareció ver a un antiguo fotologuero adicto al Zinemaldi sentado dos filas delante. ¿Será él?¿no será él? ¿se me estará yendo de las manos esto del clon effect? Señor Marlango, si lee estas palabras, sáqueme de dudas, mi salud mental depende de usted. ¿Era el chico de la tercera (o cuarta) fila con camisa de cuadros rojos y negros sentado al lado de un jersey verde fosforito... o es que el Zinemaldi perjudica seriamente mi salud?


19 September 2010

Día 2: rumore, rumore...



Para algunos ha sido difícil, incluso traumático de asimilar, pero no, George Clooney no se dará un garbeo-sorpresa por la playa de la concha. Ha sido sólo un rumore. ¿Como va a venir a Donosti cuando puede quedarse elisabeteando en el lago Como?

En fin, tontás aparte, mi menú de hoy originalmente constaba de las creaciones de dos chefs noveles, pero la mala suerte y los fallos informáticos, me condenaron a la dieta sabadil hace una semana. Y es que en el Zinemaldi, o consigues entradas el día D o no las consigues.

El único plato que me comí lo preparó Diego Luna con la ayuda de sus productores Gael García Bernal y John Malkovich. El primero no le acompañó (¡cachis!), pero el segundo, felizmente abonado a nuestro Zinemaldi, sí.
Su película sorprende por la temática escogida y por la solidez de la propuesta. La gente se partía la caja con la historia de una familia disfuncional cuyo hijo mediano (atención diagnostico rápido), aquejado de síndrome de asperger, queda tan sumamente traumatizado por el abandono de su padre, que acaba asumiendo su papel (oséase, se transforma en adulto). A mi, desgraciadamente, se me disparó el chip de psicóloga y carcajadas, las justas.

Quizá lo más interesante de Abel, sea comprobar como el niño expresa en su comportamiento los introyectos de lo que él ha aprendido que “debe ser un hombre”. La elección de cierta famosa canción de los Village People en la B.S.O. no es casualidad. Las únicas bien paradas en esta película son las mujeres. Son ellas las que llevan verdaderamente el control, aunque mantengan la ilusión en los varones de que sucede lo contrario. Así que el film, aunque irregular, es una buena crítica al machomanismo y a la mala educación.




Curiosidad, mucha, tenía por el debut de Ted Mosby, I mean, Josh Radnor en la dirección... y, desgraciadamente, la sigo teniendo. El chico ha abandonado momentáneamente a sus compis de How I met your mother para venir a defenderla. Y es que en este caso no hay excusa para mandar al actor principal, al guionista o al productor en su nombre, porque en la comedia Happythankyoumoreplease hace de todo: dirige, escribe y actúa. Venía precedida de éxito, y parece que aquí también ha dejado a los paladares satisfechos. Merde!

En la sección oficial ni el western mexicano Chicogrande, ni la española El gran Vázquez (biopic del creador de Anacleto con Santiago Segura a la cabeza), han entusiasmado demasiado.

Un inquietante sms en mitad de la tarde anuncia “chivatazo: se dice que la ganadora de esta edición será Pa negre. Habrá que verla”. Pues norl. Pan negro me da aún más pereza que los dos títulos anteriores. Y es que por muy brillante que sea la cinta de Agustí Villaronga, si tengo que tragarme otra peli más de “infancia y adolescencia en la postguerra”, me hago el harakiri. En fin, ¿serán rumores?




La pregunta del día: ¿por qué la visita a Donosti suele coincidir con el punto más alto de antierotismo y de relajadísima dejadez física de la mayoría de los actores? Algo tiene que tener nuestra ciudad, porque dos meses después, los mismos "Notas" aparecen en otro evento sospechosamente guapeados, hasta el punto de no parecer los mismos. Este año ha sido Diego Luna y esas barbas decimonónicas que le echan 10 años más encima; pero en mi memoria cinéfila, resuenan dolorosamente: la barriga de 5 meses de Keanu Reeves, la barba de chivo siberiano de Brad Pitt y las raíces negras como El cuervo de Poe de Emma Thompson...

18 September 2010

Día 1: Todo cartel pasado fue mejor



Miramos y remiramos el cartel de la 58 edición del Zinemaldi y nos resulta tan gris e inoportuno como el día. “¿Quién narices es esta petarda?” parecen corear con sus ojos desde el resto de las mesas. “Echo de menos los carteles de los 90” pronuncio entre sorbo y sorbo de mi té verde. Me miras intentando recordar, pero eras demasiado joven.
De aquellos años de post-adolescencia, en las que sólo observaba el festival a través de la verja de seguridad, recuerdo los carteles y las estrellas, no las películas. Las películas llegaron después, en los dosmiles, con los carteles horrendos. ¿Tan difícil es tener las dos cosas?

La crisis parece haberse cebado mucho más con el Zinemaldi que con sus ilustres hermanos Berlín, Cannes y Venecia. Pero es que el año pasado inauguraron la edición Brad Pitt y Tarantino con sus Inglorious Bastards y ese listón será muy difícil de superar. No, no habrá apenas figuras consagradas ni grandes estrellas, de esas que dan peso, vidilla y glamour a un festival. El presidente del jurado de Cannes fue Tim Burton, el de Venecia Tarantino. El nuestro es Goran Paskaljević. La alfombra no es roja, ni rosa chicle, sino negra. “Uy, pues el negro es más difícil de limpiar” sentenció mi tía al conocer la noticia.

Voy a por más azúcar para mi té. Normalmente, el premio Donostia es un refuerzo, un "pues ya que vienes..." a la estrella que estrena una película en Europa. Come, reza, ama es la excusa de Julia Roberts “porque está de capa caída” añades. Sonrío.
Migajas. Este año resulta más evidente que nunca que las películas de la sección oficial son como los niños que acaban siendo escogidos los últimos en los equipos de gimnasia. De entrada, únicamente John Sayles (gran amigo del Zinemaldi) sobresale de entre el resto.

Acaba el break entre mi película y tu corto. “Sólo a ti se te ocurre inaugurar el festi con una peli ya estrenada” me dices con la mirada. Es cierto. ¡Que le den a Polanski, mi Zinemaldi aún no ha empezado!. En esta edición, todo puede pasar todavía. Las buenas pelis pueden llegar, los buenos carteles, ya no. Esta noche, para compensar el mal sabor de boca, tiraremos de nostalgia y de odiosas comparaciones, hasta que llegue mañana...

Carteles que me marcaron:












02 September 2010

My favourite chocolates

Teniendo en cuenta las pasiones y encendidos debates que dentro y fuera del blog ha levantado la actualización de los mejores eye candy del cine, y ante la presión de cierto blogero resentido, he decidido, con todo el dolor de mi corazón (¡juas!), dedicar una entrada a algunos de mis chocolate eyes favoritos. La elección ha sido facilísima. Y es que entre mi top de bellezones, salvo alguna excepción, siempre han abundado más los ojos oscuros que los claros, qué le vamos a hacer....

No hay orden de preferencia. No quiero ni puedo elegir a mi favorito.





Rodrigo Santoro: o el cuerpazo tristemente desaprovechado de ojos tristes que siempre será una de las grandes incógnitas de cierta famosa y recién acabada serie. Si yo hubiera sido Laura Linney en Love actually, no le habría dejado escapar...





Adam Brody:
el chico mono con el que, en versión patria, deseas cruzarte todos los días al doblar cualquier esquina, y prestarle un libro, llevártelo al cine, compartir con el tus últimos descubrimientos musicales...





Matthew Fox: ejemplo perfecto de cuarenteño de muy buen ver. Nadie sabe con certeza el color de sus ojos. A veces son marrones y otras verdes. Puede que el misterio se resuelva en los extras del pack de las 6 temporadas de Lost. Hasta entonces, seguiremos sintiendo una envidia nada sana por Kate...





Josh Hartnett: puede gustarte o no como actor, pero sus 1’90 cm de hot stuff dejan sin aliento. Sólo él podía padecer el peinado paje de Las vírgenes suicidas y seguir estando guapo.
Quien le ha visto llevando únicamente una toalla violeta durante la mitad del metraje de El caso Slevin, nunca lo olvida...





Daniel Brüll: o el chico guapo que actúa como si no lo fuera. Sencillo y encantador dentro y fuera de la big screen, tiene un no-sé-qué-qué-se-yo que me hipnotiza. ¿Será su poliglotismo? ¿Será su boca?





James Franco: ha sido el enamoradísimo Tristan, James Dean, el enemigo de Spiderman y el gran amor de Harvey Milk, pero siempre deja con la sensación de que lo mejor de él está por llegar. Las chicas que frecuentaban la hamburguesería donde trabajaba opinaban lo mismo. Por eso siempre volvían con la excusa de que se habían olvidado algo...





Christian Bale: lo conocí en El imperio del sol cuando tenía la misma edad del chavalín que interpretaba y me chifle por él. Luego fue creciendo en todos los sentidos de la palabra y acabó convirtiéndose en uno de mis actores favoritos. Últimamente parece que ha perdido un poco el norte, pero no pierdo la fe de que vuelva a casa como el prota de su primera película...





Johnny Depp: el actor fetiche de Tim Burton lo tiene todo para estar en cualquier top de actores (y no sólo de los más guapos). Lo quise cuando tenía tijeras en lugar de manos, cuando fue el peor director del mundo, cuando lucía rimel piratil como nadie y cuando enamoraba a Bardem en Antes que anochezca como travesti y a lo loco... y algo me dice que lo seguiré queriendo...






Keanu Reeves: o mi amor platónico en la adolescencia. Antes de la era botox este guapísimo y exótico señor nos hizo muchos regalos y no sólo para la vista. El Neo de Matrix, el policía de Speed, el maloso resentido de Mucho ruido y pocas nueces, y el mejor de todos: el chapero de Mi Idaho privado. Aitana Sánchez Gijón le llamaba "soso de cojones" en el rodaje de Un paseo por las nubes y él repetía “sousou de coujounes”. Aisss...





Jim Sturgess: tal vez, mi chico favorito. Y es que de él me gusta todo: sus corbatas, su look, su pelo, su mirada picara, sus andares... aunque puede que lo que realmente me enamorara fuera su versión de I’ve just seen a face en Across the universe.
Se va haciendo un hueco en Hollywood sin prisas, a base de buenas críticas y mucha simpatía y sencillez. ¡Jim, por el amor del Dios, ven al Zinemaldi!


***





P.S. Mr McAvoy, prometo compensar su imperdonable ausencia en mi ranking de ojos bonitos viendo 74 veces seguidas la escena de la playa de Expiación. ¿Cómo he podido olvidar sus ojazos azul eléctrico? ¿Cómorr? Please, don’t hate me!

P.S.2. ¡Pasen por la encuesta de la mejor peli del verano! ;)
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