Título:
Beasts of the southern wild / Bestias del sur salvaje
Dirigida por Behn Zeitlin
Extraída de la sección Zabaltegi Perlas
Sinopsis: Hushpuppy tiene 6 años y vive con su
padre alcohólico en La Bañera, un lugar indómito alejado de toda civilización,
donde sus habitantes viven libre e intensamente el día a día. Todo es alegría y
precaria supervivencia, a partes iguales, hasta que las aguas suben, todo se
hunde, y extraños animales salvajes vuelven de sus tumbas.
Crítica: Hay algo fascinante, contundente e
inquietante en esta sorprendente opera prima. También frescura y mucha personalidad
a la hora de relatar una historia un tanto bizarra con tintes distópicos. Sin
embargo, las altísimas expectativas de la lluvia de premios y las entusiasmadas
recomendaciones coleguiles, resultaron un lastre durante toda su proyección. Y
es que estas bestias salvajes tienen algo interesante que decir, pero no son
tan fieras como las pintaban.
A pesar de mis esfuerzos, no conseguí implicarme emocionalmente en la
historia de Hushpuppy, a pesar del deslumbrante talento de la niña que la encarna.
Por otra parte, el debate esencia-domesticación, civilización-barbarie o lado
materno versus lado paterno me pareció demasiado ambicioso y pretencioso,
aunque tal vez, lo más fallido del film, en mi opinión, sea su parte
fantástica. Cuando esas bestias del sur salvaje entran en escena, bordean lo
ridículo y no están bien integradas en la trama.
Por
otra parte, esta opera prima se recrea en innumerables y muy desagradables escenas
de vísceras, de pesca “salvaje”, de peces reales y agonizantes que mueren ante
tus ojos y de banquetes en los que se insta a niños a comer carne “a lo bestia”.
Todas ellas intentan subrayar el animal que llevamos dentro, pero, para
cualquier amante de los animales que se precie, resultan de un sadismo y de una
crueldad innecesaria. Uno no puede evitar preguntarse, ¿cuántos peces habrán
tenido que morir para conseguir tal o cual toma? Y es que una cosa es hablar de
bestias en la gran pantalla y otra cosa es serlo también desde su otro lado.
Anécdota festivalera: el hombre que estaba sentado a mi
izquierda durante la proyección, no sólo se quedó dormido, sino que comenzó a
roncar estentóreamente. Además de no comprender cómo alguien podía quedarse
dormido en una película tan especial como
esta, nunca en mi vida he tenido más ganas de darle un buen codazo a otro ser
humano.
Lo que dará: a pesar de ser demasiado bizarra como
para encandilar al gran público, la película que barrió en Sundance pretende
ser la gran joya indie del año.
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