29 October 2010

Los tres peores momentos que he pasado en el cine (second and last part)





2 * Take a look on the wild side... of the road

Pocas veces voy al cine sin investigar detalles sobre la película en cuestión, simplemente guiada por el instinto o por alguna buena referencia. Admito que si hubiera conocido más a fondo el argumento de La Carretera, no estarías leyendo estás líneas, porque este film pasaría a engrosar, sin duda, una de las escasas excepciones de mi lista “films para no ver nunca”.

Y no es que la película de John Hillcoat sea mala, más bien al contrario. Es un film excelente (aunque incomprensiblemente ninguneado por la crítica en mi opinión), sin embargo, si tuviera que hacer un ranking con los argumentos más terroríficos, The Road estaría, sin duda, en el honorable top 5. Como diría Chandler Bing “era como si alguien hubiera escrito mi peor pesadilla y me hubiera hecho pagar por verla!”.

En esta realidad distópica, una catástrofe ambiental (o nuclear, nunca se especifica) ha acabado con el 95% de la población, junto con toda la vida animal y vegetal (sólo algunos insectos y árboles resistieron inicialmente, pero han muerto casi todos). Siempre es invierno, siempre hace frío y el cielo siempre está gris. Las cenizas lo cubren todo. La comida se convierte en el bien más codiciado, así que los supervivientes, básicamente, sólo tienen dos opciones: el suicidio o el canibalismo.
Una vez agotada la despensa, un padre y un hijo se ven forzados a abandonar su casa. A lo largo de la carretera, descubrirán si son portadores de luz o todo lo contrario. Y hasta ahí puedo leer.

Esa tarde cometí la imprudencia de ir sola al cine y confieso que nunca en toda mi vida había sentido tanto terror. De hecho, temblaba tan visiblemente, que me daba vergüenza que algún espectador pudiera darse cuenta. Todos los músculos de mi cuerpo me instaban a abandonar la sala, y si no fuera porque un buen amigo me había dicho que el final de la novela era esperanzador, lo habría hecho sin ninguna duda.

Hacia los 30-40 minutos de la proyección ocurre algo tan sumamente espeluznante y sobrecogedor, que te lleva más allá del horror hasta un lugar en el que te blindas emocionalmente. Tu cuerpo automáticamente se relaja, porque sabes que nada de lo que puedas ver a continuación puede superarlo en espanto. Y te da igual la posibilidad de que se coman al padre al alioli o que el hijo se muera de un ataque de anemia galopante. Sólo quieres que el viaje acabe lo antes posible.

Cuando llegaron los anhelados end titles, los despertares o (leves) estados de shock que siguen a la proyección de una película, se multiplicaron por 1000 al acabar La Carretera. Creo no equivocarme al afirmar que no había visto un silencio más abrumador y unas caras más compungidas en mi vida.

Salí del cine como quien escapa de un secuestro y durante los días siguientes tuve casi todos los síntomas del trastorno de estrés postraumático: hipervigilancia, irritabilidad extrema, dificultad para dormir (me daba pánico apagar la luz) y para concentrarse y reviviscencia o la obsesión por revivir escenas y emociones en tu mente una y otra vez.

Y es que, sea cual sea tu nivel de trauma post-roadiano, a pesar de los profundos y emotivos valores humanistas que atesora, La Carretera te ataca de las 3 formas en las que te puede noquear una película: izquierdazo a la emoción, gancho a las tripas y cruzado a la cabeza. De hecho, este último golpe resulta el más peligroso de todos, porque aunque consigas librarte del impacto emocional inicial, no consigues abandonar el asfalto y te sorprendes caminando por ella muchos meses después. Por que The Road es como una maldita espina que se cuela en tu torrente sanguíneo y avanza lenta pero indefectiblemente hacia el sótano en el que conviven tus peores miedos. Y una duda, como una cuchilla, araña tu mente: ¿y si pudiera pasar?





3 * Lo que Andy se llevó

"¿Cómo es posible que sufrieras viendo Toy Story 3?" os estaréis preguntando.
Mientras el público, mayoritariamente infantil, vitoreaba y reía parapetado tras sus gruesas gafas 3D, yo trataba de contener el llanto sin éxito. Y es que frases como “el fin de una era” o “será duro despedirse de Andy para siempre” fueron too much para mi. En el real world, yo también tenía que despedirme de mi propio Andy, un fiel amigo muy enfermito que moriría justo dos días después de aquella proyección.

Cuando la gente se levantó, animada y satisfecha, de sus butacas, yo no pude ni quitarme las gafas. Mi paciente acompañante me abrazó y empapé de lágrimas su camisa hasta que la sala se había vaciado y la cara de la acomodadora nos instó a marcharnos.

Recuerdo que la gente me miraba, entre el asombro y la lástima, pensando para si “pues si que le ha afectado a esta chica separarse de sus juguetes”.
Al devolver las gafas 3D (¿ah, pero es que había que devolverlas?), estuve a punto de pedir disculpas por el indecente estado en el que las entregaba. No me queda claro si las reciclan o las reutilizan sin más, así que si alguien encuentra unas glasses empapadas la próxima vez que vaya a ver un film en 3D, son las mías.


P.D. Pasen por la halloweenera encuesta de esta semana ;)

P.D.2. Aún están a time para apuntarse al concurso de Bandas Sonoras. Si no se anima más gente, lo voy a tener que suspender :(

13 October 2010

Concurso "Adivina la película"




Hace unos meses se me ocurrió una idea loca, descabellada y un poco masoca: retomar el concurso “AdivínaLa” que dejé colgado en el fotolog. La novedad de este reloaded sería que en lugar de poner fragmentos de diálogos de films, las protagonistas absolutas serían las canciones pertenecientes a la B.S.O. de la película a adivinar.

Para participar necesito vuestro correo (el de los blogueros cuyas direcciones no tengo, entiéndaseme). Why? Pues porque se trata de versiones “especiales” que no se encuentran en la red y, lógicamente, no puedo colgarlas en el blog (lo que si colgaré, será la solución cada semana con el video de la escena en cuestión). La mecánica no podría ser más fácil: el/la primer@ que me reenvíe el e-mail con la solución correcta, gana.

Las songs serían de todo tipo, género y condición. A veces serán canciones que me encanten de pelis muy malas, y otras elegiré temas que no me gustan tanto de películas más que notables. Algunas resultarán muy fáciles, otras no tanto. No tengo todo el repertorio pensado (aunque sí sé que será muy ecléctico). Dependerá del mood en el que me encuentre en esa semana.

Ni que decir tiene que este concurso dependerá básicamente de vosotr@s. Si no se apunta mucha gente y/o no os animáis a participar una vez puesto en marcha, lo suspenderé.

Y bien, ¿qué me decís? In or out? ;)

P.S. Por si a alguien quiere participar, pero le da cosilla poner públicamente su correo, puede postearme dos veces: una para decirme que está in y otra para escribir su dirección, la cual borraré nada más leerla ;)

04 October 2010

Six Feet Under: A Dos Metros Bajo El Cielo



Hace un mes conocí a los Fisher, esa familia deliciosamente disfuncional que regenta un negocio de pompas fúnebres. Confieso que, antes de animarme a verla, tenía mis resistencias: ¿llegará a gustarme una serie fundamentada en la muerte? Pero ya desde los cinematográficos y elegantes títulos de crédito (los mejores que he visto en televisión) te das cuenta de que Six Feet Under escapa a todo lo que has visto hasta la fecha. A partir de ahí, momentos, chispas y diálogos, te obligan contínuamente a abrir la boca. Y, sin darte cuenta, poco a poco, la temida grima o prejuicios iniciales, desaparecen.

A diferencia de la mayoría de las series, que empiezan con una primera temporada potente y luego se van desinflando a fuerza de alargar innecesariamente su trama, pronto descubres que las cinco temporadas que componen Six Feet Under son como una película de 100 minutos cortada en 5 partes: los veinte primeros minutos corresponden a la presentación de personajes, los siguientes veinte al inicio del nudo y así hasta la quinta y clímax final. Sin embargo, es demasiado compleja y densa para devorarla en pocos bocados. Por eso hay que valorarla en conjunto y paladearla sin prisas, pero con la maravillosa certeza de que pocas veces has podido bucear con tanta libertad en unas tramas, subtramas y personajes.

Para traspasar conciencias y corazones, la inteligencia, la capacidad crÍtica, la originalidad y el talento narrativo no bastan. Uno llega a pensar que Alan Ball y todo su equipo de guionistas han muerto muchas veces y han vuelto a nacer para alcanzar la sabiduría que destila esta serie.
Y es que no hace falta ser experto en psicología, para darse cuenta de su hondura y trascendencia y de lo milimétricamente modelados que están todos sus personajes. Sus miedos, pasiones, ambigüedades, lado oscuro y evolución desde el primer capítulo hasta el último, son, simplemente magistrales. Todos ellos resultan tan poliédricos, contradictorios, queribles (y al mismo tiempo detestables), tan creíbles, al fin y al cabo, que continuamente tienes la sensación de que podrías tocarlos.

Six Feet Under no hace concesiones ni a sus personajes ni al espectador. Es cruda, transgresora, ácida, dolorosa y políticamente incorrecta. Como la vida misma. Todo aquello que nos da miedo, que es tabú o que permanece en las cloacas de nuestro inconsciente, aparece sutilmente retratado con un humor negro, negrísimo. Homofobia, aborto, racismo, ninfomanía, drogodependencia, incesto, miedo a la muerte, culpa, el dolor del duelo y un largo etc. pondrán a prueba nuestras fobias y prejuicios de tal forma que habrá capítulos que te golpearán en el estomago con tanta fuerza, que tardarás un tiempo en recuperarte.

Pero tal vez su mayor merito sea embarcarte en su viaje sin tu permiso. Al principio, te sientes un seguro polizón en una embarcación en marcha. Sólo observas y en muchos casos lo que ocurre no tiene nada que ver contigo, pero poco a poco te vas dando cuenta de que, a través del microcosmos Fisher, es tu propia vida lo que estás observando: has pasado a formar parte del elenco de personajes y ya no puedes abandonar el barco.

Y es al llegar a la emotiva quinta y última temporada, cuando la serie descubre sus cartas y todo lo visto anteriormente alcanza un nuevo e insuperable nivel. Entonces te das cuenta de que la serie de Alan Ball ha llegado más lejos que ninguna otra. Sus tres capítulos finales (pero especialmente sus últimos minutos), son "de otro mundo" y resultan tan perfectos y sobrecogedores, que te dejan en estado de shock durante varios días. Es imposible verbalizar la amalgama de emociones que te provoca ese gran final (a años luz de todos los otros endings que has visto hasta la fecha). Como igualmente imposible resulta predecir a largo plazo el impacto que todas sus semillas han ido prendiendo en tu interior.

Dicen que las auténticas obras maestras, deben tener un impacto emocional tal que escapan a nuestra comprensión, como 2001: Una odisea en el espacio. No sé si Six Feet Under es, como dicen algunos, la mejor serie de la historia. Me quedan muchas series por ver y el tiempo pondrá las cosas en su sitio. Sin embargo, en estos momentos, sobrecogida aún por su enorme final, puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que ninguna otra me había hablado tanto y tan bien de mi misma, ni me había transmitido más alto y más claro el mensaje: Todas las cosas, todas las personas, todos los lugares tienen su final, pero, aquí y ahora, estás viva. Carpe diem!



P.S. Aunque me identifico más con el personaje de la desorientada, idealista y creativa Claire (una 4 muy 4), mi debilidad es David, el frío-tierno, rígido-maleable, miedoso-valiente, segundo hijo del clan Fisher, interpretado por ese actorazo como la copa de un pinus llamado Michael C. Hall (Dexter, para los amigos ;))
Related Posts with Thumbnails