Si la cosecha
cinematográfica del año que acaba de abandonarnos fuera un campo en llamas, me
arriesgaría a llevarme alguna buena quemadura con tal de salvar para la
posteridad (y para futuro/s disfrutre/s) un buen puñado de maravillas.
Mi selección no tiene
ranking ni tampoco se trata de un rígido conjunto cerrado (las “listas
plastificadas” no van conmigo). De hecho, es probable, que con el paso de las
semanas (o los meses), a medida que descubra películas pendientes o revisione
las actuales, modifique o incluya alguna película.
Muy
rescatables
The
Master
Una historia potentísima,
personajes inquietantes magníficamente dibujados, un trío de protagonistas en
estado de gracia y el particularísimo estilo de Paul Thomas Anderson a la
dirección ya son bastantes alicientes para disfrutar de este film, pero es que The
Master, además, resulta poderosamente extraña, oscura e hipnótica. Sí,
exige un esfuerzo y se hace exasperante, por momentos, pero, al mismo tiempo,
se tiene la sensación de estar asistiendo a un trabajo tan rotundo que, como al
personaje de Phoenix en la que probablemente sea su escena más memorable,
cuesta cerrar los ojos ante ella.
No
Si no se supiera de antemano
que No
está basada en hechos reales, nos parecería una “americanada” infumable. Sin
embargo, lo que en ella se nos narra (el final de la dictadura de Pinochet, ahí es ná) no sólo ocurrió en realidad,
sino que su argumento resulta más necesario) que nunca. Esperanzadora, ingeniosa, antidepresiva
e inteligente, mezcla como nunca
habíamos visto ficción con imágenes de documental y programas televisivos, y posee
un humor negro al que resulta difícil resistirse (además de un Gael García
Bernal en el mejor papel de toda su carrera). Y
es que, ¿se puede decir algo malo sobre este peliculón de Pablo Larraín?
Searching
for Sugar Man
Si No nos demuestra que la
realidad supera la ficción, este magnífico documental, aún más prozac que la
película de Larrain, nos regala una increíble y emotiva historia bigger tan life que narra la vida de
Sixto Rodriguez, un ser magnético y extraordinario del que es imposible no
hacerse fan inmediato (el género documental, además, ha ganado muchos enteros
gracias a él). Probablemente Searching for Sugar Man no sea la
mejor película del 2013, pero nadie puede negar que contiene la mejor historia.
Clásico imprescindible.
Laurence
Anyways
Un profesor de literatura,
profundamente enamorado de su novia, decide a convertirse en lo que siempre ha
sentido ser: una mujer. Hay films que solo se pueden adorar u odiar y este es
uno de ellos. Melodrama intenso, grandilocuente, visceral, excesivo, irregular
a ratos, genial y deslumbrante a otros, pero lúcido e interesantísimo siempre. Una
de las grandes (impossible) love stories
del año (o de la década), de esas que duelen y prenden en tu interior, nos ha
llegado de la mano de Xavier Dolan, un brillante director de 24 añitos para el
que el calificativo de “insultantemente joven” se queda corto. Con un
portentoso y descarado dominio del lenguaje cinematográfico y narrativo (estética
videoclipera, técnicas publicitarias, abuso de ralentis, Dolan no tiene miedo a
experimentar con nada) se nos dibuja una doble historia de amor: la del
personaje principal y el amor de su vida (mais quel amour!) y la del
protagonista consigo misma. Film de culto instantáneo.
Gravity
Lo mejor de la película de
Cuarón no radica ni en su adrenalínica historia, ni en la fabulosa
interpretación de Bullock ni en su desarmante espectacularidad visual. Lo que
hace que la adoremos e inclinemos la cabeza ante ella, es que nos ha hecho
recuperar la inocencia cinematográfica en pleno siglo XXI. ¿Sentirían lo mismo
los espectadores de La Guerra de las galaxias hace casi 4 décadas?
La
vida de Adèle (La vie d’Adèle)
Si Gravity te hace
experimentar emociones y sensaciones que no has sentido hasta la fecha, el
polémico film de Abdellatif Kechiche te brinda una experiencia similar, pero en
un terreno mucho más emocional e íntimo. Tanto te acerca a la piel, la
psicología, el corazón y los ojos de la protagonista, que incluso te hacer
sentir un intruso o un voyeur. Y es que se sale de esta vida de Adèle
emocionalmente noqueado e incapaz de digerir crudo semejante e intensísimo pedazo
de vida. Mención aparte merece su actriz protagonista, Adèle Exarchopoulos, de
la que resulta imposible no preguntarse, en algún momento, si realmente
pertenece a este mundo. Posiblemente, la mejor película del recién enterrado
2013.
De
tal padre, tal hijo (Soshite chichi ni naru)
Que su argumento (o su
horrendo tráiler) no despiste a nadie: lo último de Kore-Eda no es “telefilm material”. Sorteando, en todo
momento cualquier atisbo de sentimentalidad facilona o ñoñería, este estupendo
director consigue conducir hábilmente la sensible y dolorosa historia, de tal
forma que todo resulta tan fluido, que da la impresión de haberse “rodado
solo”. Aunque tal vez lo mejor de la que fue mi película favorita en el último
Zinemaldia, es que la reflexión y el nudo en la garganta que provoca no te
abandona, incluso meses después. Imprescindible.
Doce años de esclavitud (Twelve years
a slave)
Poderoso retrato de lo mejor
y lo peor y más vergonzoso del ser humano, 12 años de esclavitud nos hace
transitar por la angustia, el dolor y el puro terror de lo que supone el robo
de la identidad y el (mal)vivir de una vida que ha dejado de ser tuya. Pocas
veces habíamos visto tan bien explicadas las distintas actitudes y puntos de
vista sobre la esclavitud, sin embargo, no podemos olvidar que detrás de la cámara
está el nada complaciente director de Hunger o Shame , ni tampoco que,
en esta ocasión, el resultado final resulta demasiado pulido, “masticable” y
limpio para la turbiedad y desgarro que la historia requería. A pesar
de todo, notable, magníficamente interpretada y muy recomendable película.
Mud
Me gusta la definición que
le ha dado un crítico: “cosa bella magullada”. Es difícil no tener grandes
expectations con Jeff Nichols después de perlas como Take Shelter y Mud.
Es un film de polaridades conciliadas: áspera/tierna, y brutalmente
honesta/mágica, que rescata sabores de otras buenas películas (en este caso,
para bien) y que nos vuelve a recordar que madurar es un continuo y doloroso
“levar anclas” de las cosas para evitar que estas nos hundan. Además, está
llena de buenas interpretaciones, desde un sorprendente y brillante McConaughey
hasta el guapo chavalín que la coprotagoniza (talentazo a tener en cuenta).
Weekend
Es difícil resistirse a una
historia de amor sencilla, emotiva, intensa y bien contada. Todo en Weekend
respira honestidad y cercanía. Los personajes se conocen, se reconocen y se
enamoran, y el espectador se enamora con ellos. Además, ambos nos regalan una
de las mejores escenas “de estación de tren” (¡que romántico y cinematográfico
escenario!) que habíamos visto en mucho tiempo. Si, los dos lovers son hombres,
y sí, hay gente que la ha etiquetado como queer y/o no la verá por prejuicios. Obviamente,
esta mini recomendación no ha sido escrita para ninguna de esas personas.
El
ultimo Elvis
Hay muchas psicopatologías
para huir de la realidad y el argentino Armando Bo nos regala uno de los
mejores retratos psicológicos del año: el de un hombre que, no sólo canta como
Elvis, sino que se cree el rey del rock. Que sencillo y bien contado está este
film. Que milimétrico resulta su guión. Que inmenso está su protagonista y que
momentazos musicales nos regala. Qué lastima y que rabia que a este King argentine version no lo haya disfrutado
casi nadie…
Las ventajas de ser un marginado (The perks of being a wallflower)
Ojalá el film de Stephen Chbosky hubiera llegado en mi adolescencia. De esa forma no habría tenido que estudiar psicología para aprender cosas como “aceptamos el amor que creemos merecer” (entre otras cosas). Un trio de personajes creíbles y queribles, una historia cálida, con encanto y mucha honestidad (más allá de los tópicos de los films iniciáticos), fueron suficientes para tocar la fibra de la adolescente que vive (y vivirá siempre) en mi interior.
Gloria
Es difícil no rescatar
doblemente a Gloria, como cinéfila y feminista, sobre todo cuando no se está
acostumbrada, como espectadora, a ver retratos tan atractivos, tiernos y
entretenidos de mujeres que bordean los 60 y demuestran que tienen mucho que
decir y que vivir. Además, esta estupenda película chilena tiene uno de los
finales (probablemente el final) más happy y buenrollistas del año.
Blackfish
Si el escalofriante documental de Gabriela Cowperthwaite está en esta sección, en lugar de la anterior, es porque su forma resulta bastante convencional, tal vez confiando en que la fuerza e interés del contenido lo contrarrestaría. Un poco de creatividad al estilo Searching for Sugar Man y probablemente estaríamos ante uno de los mejores documentales de la década. A pesar de esto, Blackfish no sólo es uno de los must del año, sino que, aunque intentes olvidar muchos de los datos e imágenes que te muestra, ya nunca podrás hacerlo.
Tú y yo (Io e te)
Me aburre y no me importa un
bel niente que los críticos sesudos
de brazos cruzados la califiquen como una obra menor de Bertolucci. Su
sencillez no es solo su carta de presentación, sino también su mayor encanto.
No sé si será mi predilección por las películas de hermanos o por las escenas
de baile en la que los protagonistas (re)conectan, pero si lo último del
celeberrímo directore italiano fuese uno schifo (ma non lo è), valdría la pena
salvarla sólo por esta deliciosa escena a ritmo de una
versión marciana e italiana del Space Oditty.
En otro país (Da-reun na-ra-e-suh)
El prestigioso (y
desconocido por estos lares) director surcoreano Hong Sang-soo ha estrenado,
finalmente, una película en nuestro país y la elegida ha sido esta extraña,
algo marciana, pero muy interesante película en la que 3 versiones de una misma
historia (todas protagonizadas por una espléndida, as ever, Isabelle Hupert),
convergen y se complementan. Puede gustar más o menos, pero resulta imposible
no apreciar a un director personalísimo detrás de una propuesta fresca, estimulante
y con encanto, de esas que muy raramente llegan a nuestra cartelera.
Una anécdota sobre Pau Casals y quedarse con lo positivo de las cosas en El último concierto ha sido la inspiración para rescatar detalles, ideas y sensaciones de pelis menos notables. Obviamente, rescato el guión de este, que contiene algunas perlas inspiradísimas de las que me he apropiado y que incluyo en el primer post.
El atlas de las nubes (Cloud
Atlas)
No sólo nadie se acuerda de
ella, sino que muchos las consideran, directamente, una porquería new age
fallida. Sin embargo, y aún admitiendo que a su trio directoril se le ha ido la
mano con el misticismo, rescato su valentía y entusiasmo por querer mostrarnos
algo que no habíamos visto y por querer adaptar una novela tan complicada. La
rescato, también, por las buenas interpretaciones e historias que sí contiene
(la de Ben Whishaw y Jim Broadbent, especialmente) y, sobre todo, por
descubrirme el que se ha convertido en uno de mis libros favoritos… y a su
autor, David Mitchell.
To
the wonder
Lo último de Malick tiene momentos tan fascinantes y subyugantes, que incluso, se pasa por alto o se perdona, cierta tendencia al subrayado o la reiteración machacona. Posiblemente, To the wonder no pretenda ser tan ambiciosa y redonda como su predecesora, ¿pero qué importa eso? Es cine de emoción que conmueve, invita a la reflexión y te lleva hasta donde se lo permitas. A mi me hizo cosquillas en la nuca. Merece que la rescate, aunque solo sea por eso.
La gran belleza (La grande bellezza)
Aunque, admitiendo que es
una película notable, no siento la misma veneración hacia el film de Sorrentino
que la gran mayoría de la gente.Sin embargo, rescato su guión y, especialmente,
la que se ha convertido en mi frase favorita del año: “Un amico ha il dovere di
farti sentire almeno ancora una volta bambino” (un amigo tiene el deber de hacerte
sentir niño, al menos,una vez”.Muchas, pero destaco, ante todo, Amor y casi todo el cine patrio.
Next year, si se estrenan, serán (muy) rescatables
Quai d'Orsay, Jeune et Jolie, Kaze tachinu (The wind rises), Pelo malo y Dallas Buyers Club
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