30 December 2011

Juego de tronos: novela versus serie



Aviso 1: Esta entrada no contiene spoilers de la saga.

Aviso 2 (para fans cortamiembros y/o azuzadores de lobos huargo): No siento pasión por la famosérrima novela río Canción de hielo y fuego. Llegue a ella por consejo amiguil y admito que la curiosidad moderada del primer volumen pasó a ser inercia mezclada con la cabezonería que impulsa a terminar aquello que se empieza, pero, tras un segundo y decepcionante volumen, admito que, en mi caso, no ha acabado de llegar el invierno.

¿Error de marketing?

Creo que uno de los problemas de esta saga, supuestamente fantástica, es que es vendida como El señor de los anillos del siglo XXI, cuando, en realidad, es ficción medieval con (minúsculos) toques de fantasía. Si la vendieran como lo que es, veríamos a muchas personas devorándola en el metro, como si de Los pilares de la tierra o El nombre de la rosa se tratase.




El denostado término "fantasía" ha sido un arma de doble filo para el universo de George R.R. Martin. Por una parte ha servido para erigirla como saga de culto entre una minoría (que cada vez lo es menos), pero, por otra, la ha alejado del lector medio… hasta que llegó la serie. Y es que muchos perezosos serieadictos se han asomado al brutal mundo de los 7 reinos y han decidido, complacidos, que era una mezcla entre Los Tudor, Los Soprano y Roma… y se han pasado a las novelas.

Otr@s, entre los que me encuentro, tras haber degustado libro y serie, no acabamos de sentir entusiasmo por otro retrato más de la barbarie, oscuridad y machismo brutal que supuso la edad media, por lo tanto, las luchas de poder y las intrigas palaciegas, con sus traiciones, adulterios e incestos, nos la traen un poco al pairo.




Don’t get my wrong, no quiero insinuar que se trate de una mala novela o serie. Juego de tronos se sigue con más o menos interés, consigue ser adictivo, a ratos, pero no reinventa o revoluciona nada, ni tampoco tiene la profundidad o trascendencia como para conseguir calar o llegar al corazón. Es un buen producto para entretener y como tal debe ser tomado, sin mayores pretensiones.

Como lectora, sin embargo, me he sentido estafada con la etiqueta de genero fantástico porque lo que más me atrae de este es su poesía y lirismo. Sin embargo, no hay ninguno de estos elementos en Juego de tronos (muchos la adoran precisamente por eso), y es que Canción de hielo y fuego es brutal, gore, soez y grosera (haciendo honor a la época en la que teóricamente se inspira), pero carece del otro extremo de la balanza.




Mayor pro: Personajes carismáticos

Se suele anunciar a bombo y platillo que los personajes de Martin no son ni buenos ni malos, como si a estas alturas fuera digno de elogio o resultara extraordinario que un creador dibujara personajes humanos. A mi, particularmente, no me parecen ni tan ricos, ni tan complejos, ni tan originales como la gente comenta, pero, a pesar de todo, los principales motivos para girar páginas son: Tyrion Lannister, el “enano” (posiblemente, el más carismático, memorable y mejor dibujado de todos), Daenerys Targaryen (el personaje que más crece y evoluciona, el más feminista y el que, a priori, más promete) y, sobre todo, Jon Snow, el hijo bastardo al que han arrebatado todos sus derechos, oportunidades y privilegios antes de nacer, pero que, al mismo tiempo, es el que más cualidades tiene y más cosas merece. Jon se muestra tan leal hacia su familia como rencoroso, y tan lleno de ternura como de rabia (si por mi dependiera, lo nombraría rey de los 7 reinos junto a Daenerys… y gobernarían los dos, pero eso es otra historia).




La HBO contraataca

La serie Juego de tronos, es, básicamente, una adaptación muy fiel a la novela, que se permite, de vez en cuando, algunas licencias, para aclarar, adelantar o subrayar ciertas líneas argumentales.
Lógicamente, se recortan personajes y subtramas y se pierden matices en las descripciones, los personajes y sus relaciones, pero la esencia de Martin permanece.

* Ch-ch-ch-ch-changes

Lo más destacado tal vez sea que la adaptación a la pequeña pantalla es un poco menos brutal y gore (se reduce considerablemente la cantidad de peleas, destripamientos, carnicerías y miembros amputados, tanto equinos como humanos, por razones de presupuesto, seguramente), y aumenta la cantidad de sexo hasta el punto de que, a ratos, la serie parece una versión ligeramente porno de la novela (los momentos literarios erótico-festivos son escuetos y no superan las 5 líneas).




Algunos achacan esto último a un exceso típico de la HBO, pero a mi me parece un insulto a la inteligencia del espectador. Como muestra dos botones: Daenerys Targaryen se pasa los primeros capítulos prácticamente sin ropa, como si fuera más chica florero que actriz, y es sólo cuando la visten con ¿algo? que descubres que hay un personaje potente detrás.

Pero el caso más extremo de sexocentrismo, es el de la prostituta Ros, un personaje que no existe en la novela y que se han sacado de la manga con el único y patético objetivo de lubricar al personal. ¿Su momento clave? Una larga escena de sexo lésbico gratuito muy potente, que no viene a cuento de nada y que eclipsa totalmente al protagonista y a su discurso. Hetero, gay, bisexual, asexual… nadie puede creerse lo que está viendo. Debe ser que no confían en la capacidad de atención del público (especialmente masculino). Muy indignante y muy triste.





* Er casting

De sus actores, bastante competentes todos, lo que más sorprende, de entrada, es el cambio de edad. La familia Stark, casi al completo, tiene unos cuantos años más que en la novela. Robb y Jon superan ampliamente la mayoría de edad y Eddard y Catelyn (por coherencia con este último cambio) en lugar de unos lozanos 35, rondan los 50. Esto es positivo, especialmente en el caso de los hijos mayores, ya que resulta poco creíble (e inhumano) que ambos se enfrenten a sus nuevos retos con tanta madurez con tan solo 14 años (por muy medievales que sean).

A otras, como a la rubia platino Daenerys, le han subido la edad de 13 a ¿18?¿20? para suavizar el efecto Lolita de un personaje con una considerable carga sexual.




¿Las chapuzas? Joffrey, el rey niño y, posiblemente, uno de los personajes más odiados de toda la saga, en lugar de un rostro angelical, tiene una cara de capullo considerable (muy sutil, HBO), mientras que el señor de Invernalia, teóricamente, más moreno que un murciélago, es interpretado por el rubio Sean Bean (¿tanto te costaba teñirte, Boromir?), mientras que la mayoría de los actores de los clanes Targaryen y Lannister (morenos casi todos), lucen pelucones y tintes rubios sin complejos. ¿Ser mano del rey es lo que tiene? Teniendo en cuenta la importancia que el color del pelo llega a tener en la trama (los que ha han visto y/o leído ya saben por dónde voy) este detalle llama bastante la atención.




* Veredicto

Cuando uno lee las novelas, no puede obviar su descarada carga cinematográfica. De hecho, al resultar tan visuales y estar estructuradas básicamente en torno a diálogos, a veces se tiene la sensación de estar leyendo un guión con mucha paja y muchos detalles extra (Martin fue guionista y se nota).

Tal vez por la vocación cinematográfica de los libros, sumado al hecho de que a ratos su parsimonia se me ha llegado a atragantar, recomiendo ver la serie antes de leer la novela. Por primera vez y sin que sirva de predecente, como producto, me parece más redonda, más ágil y menos pretenciosa la serie que el book, a pesar de los defectos que he comentado antes (y otros que he obviado para evitar alargar la entrada). Luego, si el universo Martiniano entusiasma y se quiere profundizar más, siempre se puede recurrir a los libros, pero, en mi modesta opinión, los 7 reinos han nacido para ser visuales, no literarios.





Nota personal: ¿Qué tiene la serie que no tenga el libro?

Unos títulos de crédito super creativos y bonitos que destacan por encima del conjunto y Kit “Jon Snow” Harinton, lo más bonito que he visto en algún tiempo…

01 December 2011

Un método peligroso: ¡“psiqueanalíceme”, doctor!




Uno de mis problemas a la hora de enfrentarme a Un método peligroso (además de las altísimas expectativas que me había despertado), es que, al igual que ocurre cuando conoces previamente el libro o el comic en el que está basado, su adaptación no coincide con la que ya existía previamente en mi cabeza. Tiempo atrás, me había sentado en un hueco entre el sofá de Jung y el diván de Freud y tenía una idea muy precisa de qué temas resultaban más apasionantes y polémicos y cuáles podían dar más juego en la gran pantalla. Ante tan buen material, y teniendo en cuenta quién era el director, cada vez que escuchaba algo sobre este film comenzaba a salivar al más puro estilo pavloviano (sí, ya sé que la referencia conductista está fuera de lugar, pero nos entendemos).



Sin embargo, la hora y media larga que dura la última película de Cronemberg, me resulta una naranja a medio exprimir en casi todos los aspectos. Técnicamente es perfecta, su factura es impecable, tiene algunas escenas impactantes, sus actores (especialmente Mortensen, que en cada aparición se come la pantalla) están estupendos (que nadie la vea doblada, cada personaje tiene un acento especifico que denota su origen), pero el rico jugo no acaba de brotar en toda su magnitud. Ni la historia de amor resulta todo lo intensa, apasionada o turbadora que debería, ni la amistad entre Freud y Jung, con todas sus complicidades y desavenencias, está a la altura de la historia en la que se basa (¿dónde quedan, por ejemplo, sus diferencias en la interpretación de los sueños o el famoso inconsciente colectivo?). Además, el final resulta demasiado abrupto.




Supongo que era mucho y muy árido el material a tratar, y que tanto la love story como la psicoamistad habrían dado para una película individualmente, pero habría agradecido una hora más de metraje o una reducción considerable del (desaprovechado) romance Jung-Spielrein a favor  de más encuentros entre dos de los pensadores más interesantes y controvertidos de principios del siglo pasado.

Un método peligroso no está mal, pero no incomoda, no fascina, no noquea al espectador (a pesar de que Freud asegura en una escena que 100 años después sus teorías seguirían resultando polémicas, cosa que es cierta). Todo está demasiado medido y contenido, incluso cuando tendría que estallar por los aires. Se echa de menos al Cronemberg más perturbador en los momentos más escabrosos (la escena de sexo en la escaleras de Una historia de violencia tiene mucha más garra, impacto y morbo que las dos sesiones de spanking de Knightley).




Dicen por ahí que no se le había hecho justicia a Freud en el cine hasta que llegó Un método peligroso, pero yo sigo pensando que aunque el actor está a la altura, el guión, desgraciadamente, no: esto es psiqueanálisis.  La evolución del método del padre de la psicoterapia y su primer discípulo tuvo que ser mucho más apasionante que lo que nos muestran. No sé vosotr@s, pero yo me quedo con la versión dentro de mi cabeza...

P.S. ¿Fui la única que sufría por Knightley cada vez que la muchacha desencajaba de forma sobrenatural la mandíbula?
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