[Las partes en rosa contienen spoilers del film, así que si aún no lo has visto, ¡cuidadín!]
¡Con que buen material partía Cisne Negro! Una historia hipnótica, inquietante y claustrofóbica, buen ritmo, un marco tan bello y lírico como el ballet, un director con mucha personalidad y talento visual y una actriz en estado de gracia, cuya transformación, física y mental, justifica por si sola el precio de la entrada!. Su primera hora deja sin aliento (y sin uñas) hasta al más escéptico. Y es que hay películas que van dirigidas con habilidad al estómago y a la emoción y este, ladies & gentlemen, es uno de los mejores K.Os que nos ha traído la gran pantalla en mucho tiempo. Sin embargo, en esta ocasión, mi cabeza, la tercera en discordia, comenzó a irritarse con subrayados excesivos (¿cuántas veces explican esa dualidad tan obvia de cisne blanco/cisne negro?), reiteraciones morbosas y efectistas (¿era necesario el macabro plano de (auto)mutilaciones una y otra vez?) y la falta de imaginación en el tratamiento de algunos temas (¿sobeteos en la entrepierna y una escena lésbica imaginaria: eso es todo lo que daba de si la exploración de la sexualidad de Nina?).
¿Y es que cuál es el supuesto trasfondo de este “Cisne Sith”?. Freud y sus teorías sobre la frigidez femenina, of course. Un material explotadísimo en el cine, normalmente por hombres (Polanski, Hitchcock, Haneke... la lista suma y sigue) y que, todo hay que decirlo, ha sido contado más sutilmente y mejor a pesar de resultar machista y simplista a estas alturas del siglo XXI.
Mientras la veía, yo me imaginaba, desde mi butaca de cinéfila/psicóloga, lo que supondría recomendarle a un paciente muy encorsetado emocional y vitalmente, el método Leroy-Cassel para “soltarse”: No se preocupe, toda una vida de represión emocional se solucionará en pocas semanas. Unas sesiones de masturbación, otra de fantasías y exploraciones superficiales en su homosexualidad, una noche de drogas, y... ¡voilà, ya habrá liberado su lado oscuro! Ahora podrá experimentar libremente y sin censura, no sólo su sexualidad reprimida (que parece ser la principal fuente de su patología), sino también el miedo, la ira, el dolor, la envidia, el odio, el sadismo... ¡y lo que le de la gana! ¡Todo en un mismo pack!.
Pero volviendo al film de Aronofsky, tras un mucho de idas y venidas surrealistas, perversiones y locura gratuita y distorsionada, en su último tramo tuve la sensación de que me había apuntado a un viaje organizado con un destino claro, y que, tras un rodeo excesivo por carreteras secundarias, me habían llevado a un lugar que ya conocía, con la excusa de que la ruta alternatica era mejor. No importaba que nos hubiésemos saltado algunos puntos básicos de la viaje/trama (el personaje desaprovechadísimo de Winona Ryder, la decadente prima donna, o el estereotipadísimo de esa mater terribilis a la que nunca llegamos a conocer), porque lo importante, desde el principio, era el auto-saboteo y suicidio final y para llevarnos hasta él, se abusa de trampas y artificios y de maniqueísmos descarados, noqueando con golpes de efecto para disimular una profundidad que no existe. A veces, si la ruta alternativa es bonita, no importa llegar más tarde o pagar un poquito más. En mi caso, lo único en lo que podía pensar era: ¡que me devuelvan la película que me prometían!.
Pero a pesar de todo lo anterior, recomiendo ver Cisne Negro. Creo que, independientemente de la opinión que se tenga sobre el resultado final, su visionado resulta una experiencia, y, definitivamente, es una de esas películas que todo cinéfilo “tiene que ver”. Además, cuenta con algunos atractivos, algunos adicionales, como el hecho de saber que el bailarín principal del film, cuyo momento de mayor protagonismo es admitir públicamente que jamás se acostaría con Portman, es, en el real world, el hombre que ha dejado embarazada a la actriz.
Sin embargo, para finalizar (y aumentar mi club de amigos), lanzo una pregunta: ¿aguantará Black Swan un segundo y tercer visionado con el mismo impacto y fascinación en la pantalla pequeña?. Time will say...