Y es que, como dice Ramón Llull, "La virtud no cansa". Y en esta, no siempre bien avenida historia de amor entre la literatura y el cine, dos lenguajes tan distintos como el descriptivo y el visual, la gran mayoría de las veces, o se anulan entre si o acaban retroalimentándose para beneficio de ambos. Sin entrar en manidos debates del tipo "¿y tú a quién quieres más, a mamá novela o a papá film?", las principales obras literarias llevadas al cine, se pueden dividir en:
Tanto la mayoría de las obras de la irónica y victoriana Jane Austen como las del inquietante Stephen King, han sido adaptadas a la gran pantalla. De la primera, cabría destacar la versión de Ang Lee de Sentido y sensibilidad y Orgullo y prejuicio, del anteriormente citado Joe Wright.
Del inquietante autor que siempre duerme con la luz encendida destacan, especialmente, las versiones fílmicas de Carrie, El resplandor y Misery.
Las que nunca deberían haberse rodado
Las que eclipsan a la novela original
Las “bittersweet”
Muchos puristas acabaron convalecientes, tomando sales y abanicándose compungidos, tras el visionado de uno de los clásicos Shakespearianos más míticos, Romeo y Julieta. La atrevida, popera e histéricamente esteticista versión de Bazh Lurmann de los amantes de Verona, cruzaba, además, el límite más unforgivable de todos: ¡el acento yanki!.
La adaptación made in Coppola de Drácula de Bram Stoker no deja indiferente a nadie que haya leído previamente las andanzas originales del vampiro más famoso de la historia. El director italoamericano, le añade a la trama un halo romántico (y erótico) que no está presente en la novela original. No, el conde Drácula de Stoker nunca cruzó océanos de tiempo para encontrar a Mina Harker...
Las bestsellers que no fueron blockbusters
Respecto a Alatriste, ni el capitán Viggo Mortensen, ni el buenrollismo general del equipo, ni el apresurado ok de Arturo Pérez Reverte, consiguieron rescatar esta ambiciosa producción de una estocada mortal.
Dune, la versión cinematográfica de la exitosa novela fantástica de Frank Herbert, fue mutilada en la sala de montaje hasta tal punto, que el resultado final instó a que su director, David Lynch, hiciera lo imposible por aparecer en los títulos de crédito bajo el curioso pseudónimo de Alan Smithee. La taquilla la maltrató, pero el tiempo, ironicamente, la ha convertido en un film de culto.
Las infantiles y/o low fantasy
Otra saga que deja calvos de frustración a jóvenes y no tan jóvenes por su maltrato continuo, es el mundo mágico de la multimillonaria J.K.Rowling: Harry Potter. Sus fans sufren por partida doble: el sadismo insaciable de una autora que no deja de cargarse personajes significativos para el niño mago y unas versiones fílmicas tan planas que dan ganas de desaparecer vía polvos flu del cine antes de que cualquiera de sus personajes diga “quidditch”.
“La trinidad” de las adaptaciones literarias infantiles, la componen Alicia en el país de las maravillas, Peter Pan (ambas adaptadas con éxito por Disney) y El mago de Oz, el delicioso musical de Victor Fleming interpretado por una inolvidable Judy Garland. Que tire la primera piedra el/la cinefil@ que no las considere parte de su educación sentimental. ¿Quién no ha sufrido y llorado en algún momento con ellas?.
Las que nunca veremos en pantalla grande
Es bastante improbable que obras maestras de la literatura del siglo XX como Crimen y castigo, Ulises, Cien años de soledad, El guardián entre el centeno, En busca del tiempo perdido o La conjura de los necios, por citar unos ejemplos, se traduzcan alguna vez al lenguaje cinematográfico. Todas ellas son novelas complejas que se apartan de la estructura lineal a la que el séptimo arte parece ligado de forma inextricable.
Además, ¿quién sería el/la valiente de acometer semejante quijotesca misión?. Cuanto mayor es la expectativa popular, mayor la posibilidad de decepcionar al público. No obviemos, además, que como dice Jorge Esteban Blein, director, guionista y profesor de cinematografía “Un momento de la imaginación sugerido por una frase vale mas que mil imágenes”.
Por lo tanto, resulta prácticamente imposible encontrar una versión cinematográfica satisfactoria para todos, puesto que cada una de las personas que ha leído una novela posee una imaginería única. Cuando la versión fílmica se muestra por primera vez ante sus retinas, el espectador ya ha versionado e introyectado su propia “película”.